La obesidad es una nueva epidemia en la sociedad contemporánea. Es, en realidad, una pandemia, pues afecta a todos los países. Actualmente, una de cada ocho personas en el planeta vive con obesidad. El 43% de la población mundial tiene sobrepeso y un 16% obesidad. Esto supone más de 2.500 millones de personas con sobrepeso y unos 900 millones de personas con obesidad. La población obesa se ha duplicado desde 1990 y la población infantil con obesidad se ha cuadriplicado. Es ya un fenómeno social inevitable. España es el país de Europa con más hombres con obesidad y uno de los primeros del mundo en sobrepeso.
La obesidad es una enfermedad, pero sobre todo un factor de riesgo. Es una enfermedad crónica que incrementa el riesgo de diabetes (tipo 2), de enfermedades circulatorias y del corazón e incluso el desarrollo de ciertos cánceres, entre otras enfermedades mortales. En la vida diaria, la obesidad disminuye además la calidad de vida, la del sueño y las posibilidades de movimiento. Las consecuencias sociales y psicológicas son también estimables. Además, apenas se diferencia por género (44% de mujeres y 43% de hombres adultos).
«La obesidad y el sobrepeso a nivel mundial alcanzan ya a más del 42% de la población, y ese porcentaje sigue creciendo cada mes»
La obesidad se considera no solo una enfermedad, sino también una dolencia social. La obesidad y el sobrepeso a nivel mundial alcanzan ya a más del 42% de la población, y ese porcentaje sigue creciendo cada mes. En 2030 será el 50% de las personas del planeta. Se estima que, si se mantiene la tendencia actual, en 2035 representarán el 54% de la población mundial. Estos niveles de obesidad son responsables de un 10% de las muertes anuales en el planeta. La mayoría de estas personas vivirán en países de ingresos medios, no tanto en los más desarrollados del hemisferio norte. En la actualidad, el 65% de la población adulta con obesidad habita en países de ingresos medios y bajos. En la infancia y la adolescencia, el 80% de quienes tienen obesidad vive también en esos países. Algunos de ellos afrontan ambos problemas a la vez: malnutrición y sobrenutrición.
En la infancia y la adolescencia (de cinco a diecinueve años) el sobrepeso se ha extendido de forma dramática: del 8% en 1990 al 20% en 2022. El 19% de las niñas y el 21% de los niños tiene sobrepeso. Una parte de la población menor es víctima de una obesidad que les provoca discriminación, estigma, fracaso escolar (y personal), casos frecuentes de acoso escolar, baja autoestima y problemas de salud mental. La obesidad afecta cada vez más a personas —y países— con bajos ingresos, lo que parece una contradicción. En esos países coexisten obesidad, malnutrición y pobreza.
En España, la obesidad es un problema médico y social grave. El país está en la vanguardia de la epidemia de obesidad en toda Europa y es, además, uno de los primeros del mundo por población con obesidad. Esta epidemia es más frecuente entre hombres. También es importante la obesidad entre niños, un fenómeno que afecta a otros países del sur de Europa: Grecia, Chipre, Italia, Malta, Portugal y España. De forma coloquial, se podría decir que España es el país europeo con más «gordos». El 74% de los hombres adultos tiene sobrepeso u obesidad. En el contexto mundial, la obesidad masculina sitúa a España en el 12.º puesto de 186 países para los que hay datos (prácticamente la totalidad de la población del planeta). Además, esta población con obesidad aumenta a un ritmo del 1% anual. Más de la cuarta parte de la población mantiene una actividad física insuficiente. La obesidad en España es bastante mayor en hombres (que en mujeres) y en niños o jóvenes (más que en niñas y jóvenes). Además, parece que en España hay una cierta permisividad cultural con la obesidad masculina, y esta mala situación requiere una política social drástica.
«Hoy la población con obesidad se incrementa con más rapidez en países de desarrollo medio que copian la «modernidad» de los más desarrollados»
La obesidad —y, en general, el sobrepeso— no se limita a los países desarrollados del hemisferio norte. Hoy la población con obesidad se incrementa con más rapidez en países de desarrollo medio que copian la «modernidad» de los más desarrollados. En el mundo hay países en vías de desarrollo donde la obesidad coexiste con una nutrición deficiente y, en ocasiones, con hambre y pobreza. También hay países y regiones donde se es más permisivo con el sobrepeso o donde, culturalmente, se promueve la obesidad en las clases altas. No son, necesariamente, los países más desarrollados.
Los veinte países del mundo con un incremento más rápido de la proporción de personas adultas con un índice de masa corporal (IMC) alto —entre el 3,8% y el 2,8% anual entre 2000 y 2016— son los siguientes:
- Laos
- Vietnam
- Maldivas
- Tailandia
- Bangladés
- Bután
- Indonesia
- Timor Oriental
- Nepal
- Myanmar (antes Birmania)
- India
- Afganistán
- Camboya
- Burkina Faso
- Sri Lanka
- Ruanda
- Pakistán
- Malasia
- China
- Angola
¿A qué les suena esta lista? No son países ricos ni desarrollados. La mayoría son países asiáticos que originalmente no tenían mucha obesidad y en los que, hoy, aumenta con fuerza. Pero (y es un pero importante) en esta lista están China e India, países con una población enorme.
El World Obesity Atlas presenta los mejores datos sobre obesidad (y, en general, sobrepeso) en el mundo. Utilizo aquí el informe más reciente, el sexto, que corresponde a 2024. Incluye datos de 186 países, prácticamente la totalidad de la población del planeta. World Obesity utiliza también datos de la Organización Mundial de la Salud (OMS), el Banco Mundial y la División de Población de las Naciones Unidas. Con todo ello podemos acceder a una visión más clara de la epidemia de obesidad y de sus consecuencias sociales. La obesidad supone ya más de un 10% de las muertes que ocurren en el planeta y un 9% de los años de vida perdidos por la población. Además, su prevalencia no disminuye, sino que aumenta en prácticamente todos los países. Se pensó que era un problema de los países más desarrollados, pero hoy se sabe que la progresión es cada vez mayor en los semidesarrollados.
Todavía es un problema muy claro en Estados Unidos y en China. Algunos países son especialmente proclives a la epidemia de obesidad, en particular las islas del océano Pacífico Sur. Las diferencias por género (mujeres y hombres) son pequeñas, pero significativas. Entre otros factores culturales, hay que medir y analizar la permisividad de diferentes sociedades con la obesidad. Otros factores esenciales son la falta (o inadecuación) del ejercicio físico, el consumo de alimentos inadecuados y la ingesta de bebidas azucaradas. Los menores con obesidad se convierten luego, mayoritariamente, en adultos con obesidad. Por ello, la incidencia de obesidad en la infancia y la adolescencia es un factor clave.
«La obesidad es una responsabilidad social y médica, incluso más que una responsabilidad individual. Por ahora, sin embargo, es un problema prácticamente invisible»
El descubrimiento de medicamentos que reducen la obesidad puede representar un gran cambio frente a esta enfermedad. Va a ser también un gran negocio, pues se aplicaría a la mitad de la población mundial y a más de un tercio de la población infantil y adolescente. Dado su precio inicial, no llegará a todas las personas. Además, son medicamentos que hay que seguir tomando toda la vida. La enfermedad y su tratamiento serán un factor adicional de desigualdad social en el futuro. Pero la solución no está solo en los medicamentos nuevos, sino también en un cambio drástico de hábitos: alargar la lactancia, reducir de forma drástica el consumo (y la producción industrial) de bebidas azucaradas, resolver la adicción al tabaco y el consumo excesivo de alcohol, disminuir los alimentos ultraprocesados, aumentar la preferencia por frutas y verduras, limitar el tiempo de pantalla, asegurar el descanso y favorecer la actividad física regular. Entre otras políticas, hay que reducir la propaganda y la distribución de alimentos con altas concentraciones de azúcares, grasas y sal, sobre todo la dirigida a la infancia y la adolescencia. La obesidad es una responsabilidad social y médica, incluso más que una responsabilidad individual. Por ahora, sin embargo, es un problema prácticamente invisible, típico de un mundo feliz y afluente.
La nueva enfermedad social
En el mundo hay anualmente más de cincuenta millones de muertes, de las cuales el 10% se atribuye al sobrepeso y la obesidad. De esos cinco millones de muertes, el 42% se atribuye a la diabetes, el 19% a enfermedades coronarias del corazón y el 5% a cánceres mortales. La obesidad causa la pérdida del 9% de los años de vida adulta.
En el presente artículo combino los diversos grados o niveles del índice de masa corporal (IMC, en inglés body mass index, BMI). Como puede verse en la Tabla 1, hay diferencias por género: mujeres y hombres. La tabla se refiere a la población adulta (de veinte y más años). En el caso de las mujeres, los veinte países con más obesidad van desde el 71% en México hasta el 87% de la población femenina en Tonga (el archipiélago en el Pacífico Sur). Destacan varios archipiélagos del Pacífico Sur como Tonga, Samoa e incluso Fiyi. No hay países europeos, salvo Turquía. Tampoco hay países latinoamericanos, salvo Bahamas y México. Destaca la obesidad de las mujeres en los países árabes y de Asia Menor.
La variación de la obesidad es un poco menor en el caso de los hombres (oscila entre el 73% y el 80%). Los dos primeros puestos corresponden al Pacífico: el Reino de Tonga y Samoa. Inmediatamente después (en tercer lugar), el país con más obesidad masculina es Estados Unidos. De los veinte países con más obesidad del mundo, ocho están en Europa. También hay presencia de Norteamérica (Estados Unidos y Canadá) y Oceanía (además de la Polinesia, Australia y Nueva Zelanda). Hay mucha obesidad masculina en Kuwait, Israel, Catar, Arabia Saudí, Jordania y Líbano. Los porcentajes actuales de esa veintena de países son llamativamente altos. Con todo, la permisividad de Norteamérica con la obesidad masculina —así como en algunos países europeos— es enorme, generando problemas de mortalidad y de años de vida perdidos. Eso explica en parte las diferencias de esperanza de vida por género (las mujeres viven más años).
«España es el país de toda la Unión Europea —y de Europa— con más hombres con obesidad o sobrepeso; es el 12.º país del mundo con más obesidad masculina»
España es el país de toda la Unión Europea —y de Europa— con más hombres con obesidad o sobrepeso; es el 12.º país del mundo con más obesidad masculina (no tanto en el caso de las españolas). Otros países europeos con obesidad masculina exagerada son Malta, Reino Unido, República Checa, Grecia, Bulgaria, Islandia y Montenegro. Con la excepción del Reino Unido, no son los países más desarrollados de Europa los que tienen más obesidad masculina. Esto lleva a una primera hipótesis: los países más desarrollados —salvo Estados Unidos— no son los más obesos, sino los menos avanzados o menos ricos. Estados Unidos tiene un problema cultural agudo que favorece la obesidad, sobre todo en hombres.
Lo llamativo es que, en el mundo, las máximas de obesidad se dan en el Pacífico Sur, en las islas del Pacífico. El Reino de Tonga, por ejemplo, tiene un 87% de mujeres con obesidad y un 80% de hombres. No quedan claras las razones, que son seguramente culturales e históricas. La inteligencia artificial (Perplexity) apunta algunas explicaciones:
«En muchas islas del Pacífico la obesidad es tan frecuente porque se han juntado varios factores: un cambio drástico en la dieta hacia comida barata y ultraprocesada, menos actividad física, cierta susceptibilidad genética y normas culturales que no penalizan el sobrepeso, todo ello dentro de economías pequeñas muy dependientes de las importaciones.
Cambio de dieta y ‘transición nutricional’. Durante generaciones la base era pescado, tubérculos (taro, yuca, batata), coco y frutas, con poca comida azucarada o harinas refinadas. Desde mediados del siglo XX muchas islas han pasado a depender de arroz blanco, harina, carne procesada (por ejemplo spam, corned beef, mutton flaps, colas de pavo) y bebidas azucaradas importadas, porque son baratas, muy calóricas y se conservan bien. Este patrón hipercalórico y pobre en fibra favorece un balance energético positivo casi crónico y aumenta el riesgo de obesidad y diabetes.
Menos actividad física cotidiana. Antes, buena parte de la población trabajaba en pesca, agricultura y tareas físicas intensas, lo que obligaba a un gasto energético alto. Con la urbanización y el paso a empleos en servicios, administración y turismo, el trabajo se ha vuelto mucho más sedentario mientras la dieta se hacía más calórica. Además, en climas tropicales calurosos y húmedos se tiende a evitar el ejercicio al aire libre, de modo que la ‘actividad física de ocio’ no compensa la caída de la actividad laboral.
Factores genéticos y biológicos. Estudios en poblaciones polinesias y melanesias describen una prevalencia desproporcionadamente alta de obesidad y diabetes frente a otras regiones con niveles similares de desarrollo económico, lo que sugiere cierta susceptibilidad genética al ganar peso con dietas hipercalóricas. En el pasado, durante periodos de escasez, puede haberse favorecido evolutivamente la eficiencia en almacenar energía, pero en un entorno de comida abundante y barata este ‘ahorro’ se vuelve un riesgo.
Cultura, estatus y educación sanitaria. En muchas culturas del Pacífico un cuerpo grande ha estado tradicionalmente asociado a prosperidad, salud y belleza, y las fiestas comunitarias implican grandes banquetes, ahora basados en productos importados energéticamente muy densos. A esto se suma una educación nutricional y regulación alimentaria históricamente débiles, lo que facilita la penetración de bebidas azucaradas y ultraprocesados sin una percepción clara del riesgo para la salud.
Economías pequeñas y dependencia de importaciones. La limitada tierra arable, el aislamiento geográfico y la vulnerabilidad a fenómenos climáticos hacen difícil producir de forma estable suficientes alimentos frescos variados. Como resultado, los alimentos locales saludables pueden ser relativamente caros o escasos, mientras que las importaciones más baratas suelen ser precisamente las más ricas en azúcar, grasa y sal, alimentando un ‘entorno obesogénico’ estructural en muchas islas del Pacífico».
«La dominación occidental ha destrozado tradiciones culturales (por ejemplo, de dieta y ejercicio físico), sustituyéndolas por la aparente modernidad occidental, generadora de obesidad y muertes»
Efectivamente, los datos actuales señalan que el consumo de azúcar es máximo en algunos países del Pacífico Sur: Fiyi llega a un consumo de 144 kilogramos de azúcar por persona y año; Australia, a 104 kilogramos por persona y año. Esto se puede comparar con España, que consume unos 31 kilogramos de azúcar por persona y año (en Portugal son 23). Pero la inteligencia artificial no señala suficientemente los efectos del colonialismo y los protectorados europeos en esas islas del Pacífico. La dominación occidental ha destrozado tradiciones culturales (por ejemplo, de dieta y ejercicio físico), sustituyéndolas por la aparente modernidad occidental, generadora de obesidad y muertes. Eso hace que esos archipiélagos e islas tengan una población con obesidad alrededor del doble de la media mundial (42%).
Aunque el consumo de azúcar no es excesivamente alto en España, es obvio que hay que hacer algo para reducir la tasa de obesidad del país. La imitación del estilo de vida y de alimentación de Estados Unidos es nefasta. Es lo que se denomina el American way of life: excesos de comida rápida, alimentos ultraprocesados, falta de ejercicio físico, sobreutilización del automóvil, etc. La situación de las mujeres no es tan negativa, tampoco en Estados Unidos (y Canadá) o en Australia y Nueva Zelanda. La obesidad «es cosa de hombres», utilizando el eslogan de una famosa bebida alcohólica española. Otra hipótesis adicional es la permisividad social para que la infancia engorde y, en particular, la permisividad con los hombres adultos en muchas sociedades actuales.
De la cuna a la tumba
En obesidad es importante estudiar la situación de la infancia y la adolescencia. Las personas jóvenes con obesidad suelen convertirse en adultos con obesidad. La situación en edades tempranas anticipa lo que sucederá después. Es, así, una enfermedad «hereditaria»: la obesidad infantil hoy es la obesidad adulta de mañana. Las estadísticas del World Obesity Atlas incluyen datos detallados de obesidad entre los cinco y los diecinueve años.
Los veinte países con más casos de obesidad infantil y adolescente no coinciden con los países con más obesidad adulta. La variabilidad es mayor entre niñas: en los veinte primeros países oscila entre el 38% y el 72%. En niños varía entre el 42% (precisamente España) y el 63%. En la Tabla 2 se pueden ver cuáles son los veinte países con más obesidad en estas edades, distinguiendo por género: niñas y niños. Las pautas son algo diferentes. En el caso de las niñas, los países con más casos (incluyendo también sobrepeso) están en islas del Pacífico Sur: Tonga, Samoa, Fiyi, Vanuatu y Nueva Zelanda. En el Reino de Tonga la obesidad en niñas alcanza el 72%. Tras ellos, seis de los veinte países con más obesidad en niñas están en Latinoamérica: El Salvador, Costa Rica, México, Bahamas, República Dominicana y Panamá.
En cambio, la obesidad en niños varía un poco. Sigue la dominación de las islas del Pacífico, con máximos en Tonga, Samoa y también en Nueva Zelanda (45% de los niños neozelandeses tiene obesidad). Por cierto, los datos abrumadores de esta enfermedad en Nueva Zelanda hacen dudar de la imagen idílica y pronaturaleza de ese país. Lo más llamativo, sin embargo, es la situación de Estados Unidos (51% de los niños con obesidad, frente al 46% de las niñas) y también la de China (46% de los niños con obesidad). No parece, por tanto, un problema exclusivo del desarrollo y la comercialización de la dieta con la proliferación de restaurantes de comida rápida, sino también de países que hasta hace poco tenían hambruna y malnutrición, como China. La política del hijo único en el gigante asiático seguramente ha favorecido la obesidad infantil de estos «pequeños emperadores».
«En obesidad infantil hay seis países europeos, pero no son los países centrales y más avanzados, sino del sur de Europa, entre ellos Italia, Portugal y España»
En obesidad infantil hay seis países europeos, pero no son los países centrales y más avanzados, sino del sur de Europa, entre ellos Italia, Portugal y España. Son algunos de los países con más obesidad infantil del mundo. Por tanto, no parece que la manida «dieta mediterránea» proteja demasiado. Una hipótesis esencial es la permisividad social. Eso está claro en los países del Pacífico Sur, pero no éramos conscientes de que se producía también en la infancia masculina del sur de Europa. Habría que analizar mejor esta hipótesis de permisividad con los niños en nuestro entorno. Lo curioso es que esa permisividad no funciona igual con las niñas, para quienes la exigencia mediterránea sigue siendo la de «guardar la línea». En cambio, en Latinoamérica no se produce esta exigencia con las niñas. Y en las islas del Pacífico Sur la permisividad es prevalente para todos.
Lo cierto es que el sobrepeso y la obesidad (el sobrepeso más extremo) mata. En los países ricos la epidemia de obesidad es una constante. Sin embargo, en los países pobres, la obesidad —que también existe, pero en menor cantidad— coexiste con una nutrición baja, malnutrición, pobreza e incluso hambre. En la Tabla 3 presento los datos de mortalidad y de años perdidos para los grupos de ingresos del Banco Mundial. Los países de ingresos bajos tienen una mortalidad atribuible a la obesidad del 6%. A medida que los países son más ricos, esa mortalidad se dobla, hasta el 11%. Una de cada diez personas que muere actualmente en el mundo lo hace por causas asociadas a la obesidad y el sobrepeso. Los años de vida perdidos suponen el 9% y siguen una pauta similar: del 5% en países pobres al 10% en países ricos.
Por todo ello, la obesidad no es un tema baladí: es una enfermedad que mata. Esta tabla muestra que todavía existe una correlación positiva entre desarrollo económico y obesidad.
Los veinte países con un incremento mayor de obesidad (y sobrepeso) infantil y adolescente entre 2000 y 2016 son los siguientes:
- Vietnam
- Sudáfrica
- Laos
- India
- Maldivas
- Sri Lanka
- Nepal
- Bután
- Lesoto
- Camboya
- Namibia
- China
- Suazilandia
- Timor Oriental
- Burkina Faso
- Afganistán
- Bangladés
- Myanmar
- Indonesia
- Tailandia
Son, en su mayoría, países asiáticos y africanos en vías de desarrollo. Pero incluye países grandes como China, India e Indonesia. Este incremento rápido de obesidad infantil —entre 2000 y 2016— oscila entre el 6,5% y el 10,0%, bastante superior al incremento en población adulta. Muchos de estos casos no se diagnostican ni se tratan.
La obesidad en la infancia (y adolescencia) incrementa el rechazo en la escuela, los episodios de acoso escolar, peores notas, agresividad del alumnado e incluso del profesorado, fracaso escolar, problemas mentales, baja autoestima y, a veces, suicidio. Pero el problema vital es la mortalidad asociada al sobrepeso y la obesidad, que explica el 10% de las muertes anuales. Por regiones —de la OMS— ese 10% se distribuye de la siguiente forma:
La incidencia mortífera de la obesidad es más clara, por ahora, en el mundo más desarrollado del hemisferio norte. Pero esta distribución puede cambiar en el futuro.
Hay también una diferencia clara en los años de vida perdidos por persona por causa de la obesidad o el sobrepeso. Globalmente supone un 9% de años por persona. Pero es mayor en los países más desarrollados (10%), frente al 9% en los de ingresos medios-altos, el 8% en los de ingresos medios-bajos y el 5% en los menos desarrollados. Por ahora el impacto negativo de la obesidad es mayor en los países más ricos, pero es posible que esta pauta vaya desplazándose hacia países de ingresos medios-altos o incluso medios-bajos.
Es un problema en todos los países del mundo
La epidemia de obesidad (y sobrepeso) tendrá un efecto negativo sobre los países en vías de desarrollo. El World Obesity Atlas incluye un análisis de cerca de doscientos países y señala algunos factores importantes. En la Tabla 4 incluyo una selección de países que permite entender lo que está sucediendo y comparar, por ejemplo, la situación de España. En primer lugar, se observa el crecimiento anual de las tasas de obesidad entre 2020 y la proyección hasta 2035. En población adulta el incremento anual es positivo en todos los países. El incremento anual en China es elevado (2,8%), al igual que en otros países asiáticos: Pakistán 5,2%, Filipinas 4,3%, Taiwán 4,2%, India 4,1% e Indonesia 4,0% al año. Son países con obesidad relativamente baja en adultos, pero que crece rápidamente. A la inversa, los países del Pacífico Sur tienen tasas altísimas (las más altas del mundo), pero crecen algo menos, alrededor del 2% anual.
La obesidad en Europa crece a niveles bajos, entre el 0,1% de Hungría y Rusia y el 2% de Irlanda. España tiene una tasa de crecimiento anual del 0,9%. Estas tasas son comparables a las de Estados Unidos, que crece al 1,4% anual. Canadá lo hace al 1,7% anual. Es decir, los países más desarrollados crecen en obesidad de forma moderada, mientras que países de desarrollo medio y bajo lo hacen mucho más. En África las tasas son variadas, pero altas, con 5,5% en Nigeria y 2,9% en Egipto. En Latinoamérica las tasas son moderadas, con el máximo en Ecuador (2,8% anual). En México el incremento es del 2,1% anual. Están, por tanto, cambiando las pautas: eran altas en países desarrollados, pero hoy crecen más deprisa en países menos desarrollados. En los archipiélagos del Pacífico Sur, sencillamente, ya no pueden crecer mucho más.
«De los 47 países de esta tabla general, hay siete cuyo crecimiento de obesidad en población infantil (cinco a diecinueve años) es negativo, entre ellos España (-0,6%)»
De los 47 países de esta tabla general, hay siete cuyo crecimiento de obesidad en población infantil es negativo, entre ellos España (-0,6%). No se proporciona una explicación para el caso de España. Los demás países con incrementos negativos son Italia, Bélgica, Grecia, Kuwait, Japón y Corea del Sur. En África, algunos países crecen de forma desorbitada en obesidad infantil: Nigeria 8,0% anual, Sudáfrica 6,2% y Egipto 3,5%. Los países del Pacífico Sur siguen creciendo en obesidad infantil, sobre todo Samoa (3,4%). Lo más llamativo es el crecimiento en países de Asia: Pakistán (7,1%), India (6,2%), Filipinas (5,6%) e Indonesia (5,6%). Asia y África están incrementando mucho la obesidad infantil, que en el futuro se convertirá en obesidad adulta. Los países menos desarrollados experimentan un proceso de catching up, mientras que los europeos mantienen sus tasas. La prevalencia de la obesidad está, por tanto, desplazándose desde países desarrollados hacia otros de desarrollo menor. Es un efecto de la «modernización» de países dependientes y de la progresiva superación de la pobreza y de minorías con hambruna. Son dos formas —pobreza y obesidad— diferentes de morir, pero ambas muy negativas.
El avance de la obesidad se observa mejor en la evolución de la obesidad infantil en dos países. Estados Unidos tiene un 48% de población menor con obesidad en 2020 y la proyección es del 60% en 2035. La situación más explosiva se encuentra en China, que pasa del 37% en 2020 al 72% en 2035. España, por su parte, parte del 38% en 2020 y aumentará hasta el 46% en 2035, prácticamente la mitad.
Compárese con Sudáfrica, que aumenta del 31% en 2020 hasta un 71% en 2035. Las máximas mundiales se situarán en el Pacífico Sur: en 2035 Tonga llegará al 87% de obesidad infantil y Samoa al 84%. El futuro es, sin duda, Asia, que parte de una obesidad infantil moderada —probablemente mezclada con malnutrición— para superar la mitad en 2035: Malasia 65%, Tailandia 61% e Indonesia 53%. Son países en los que se pasa de la malnutrición y la pobreza infantil a altos niveles de obesidad infantil. Un punto de partida bajo no garantiza niveles moderados de obesidad. Casi todos los países asiáticos duplican o triplican la obesidad infantil en tres lustros. Incluso India, con problemas de malnutrición infantil, pasa del 9% al 24% en 2035. El catching up de las tasas de obesidad infantil parece, por tanto, claro y promete transformar el mundo tal y como lo conocemos.
Japón contiene sus tasas, del 17% al 20% en quince años. Mientras tanto, en el contexto europeo, los países del sur —y otros— llegan al 50% e incluso algunos lo superan en 2035. En ese contexto, Rusia frena la obesidad infantil (31% en 2035). De la evolución de esta, así como de la capacidad de contener su crecimiento, depende el futuro de esta pandemia y de la sobremortalidad asociada.
«Los países del Pacífico Sur, con niveles altísimos de obesidad, mantienen una actividad física relativamente elevada (Samoa 13% de población con actividad física insuficiente; 17% en Fiyi y Tonga)»
En la misma tabla asocio dos factores con la obesidad: la proporción de población adulta que no realiza suficiente actividad física y el consumo de azúcar (en kilogramos por persona y año). Estados Unidos no solo tiene una obesidad considerable —que exporta al resto del mundo con su soft power—, sino que además tiene un 40% de población con actividad física insuficiente (en Canadá es el 29%). En España ese porcentaje es del 27%. Otros países europeos superan los niveles de inactividad física de Estados Unidos: Alemania, Italia y Portugal. En otros casos la inactividad es todavía mayor: Arabia Saudí 53% o Kuwait 67%. Sin embargo, los países del Pacífico Sur, con niveles altísimos de obesidad, mantienen una actividad física relativamente elevada (Samoa 13% de población con actividad física insuficiente; 17% en Fiyi y Tonga).
La obesidad es un fenómeno multicausal y, por lo mismo, difícil de solucionar. La cultura occidental dominante se expande con pautas de comida rápida, consumo de ultraprocesados, insuficiencia de actividad física y propaganda obsesiva de productos que generan sobrepeso. Quizás también se exporta la permisividad social. Los países latinoamericanos y los árabes adoptan esas pautas de forma creciente. Los países asiáticos, que en su mayoría habían contenido la obesidad, cada año se acercan más a pautas «occidentales». China es un caso típico y, además, con una población enorme. India, pronto el país más poblado del mundo, parte de niveles muy bajos, pero está experimentando crecimientos muy altos (en adultos y en población infantil). Estamos, pues, ante un problema social que se expande y parece difícil de controlar.
Relación entre desarrollo económico y obesidad
La conducta de los diversos países plantea la hipótesis de la relación entre desarrollo económico y obesidad. Por ahora existe una asociación entre PIB más alto y prevalencia de sobrepeso y obesidad. Esta asociación es algo mayor en población adulta (r=+0,41) que en población infantil y adolescente (r=+0,35). A su vez, el proceso de urbanización (más población viviendo en ciudades) transforma la existencia y el consumo de alimentos procesados, así como la utilización de plásticos. Se consume más proteína animal y se incrementa la utilización de azúcares. Al mismo tiempo, la urbanización se asocia a actividad física insuficiente. Los países de ingresos medios y bajos experimentan elevaciones en sus tasas de obesidad. La correlación de la prevalencia de IMC alto con la proporción de población urbana es +0,57; con el consumo de azúcar es +0,49; y con la proporción de población adulta con actividad física insuficiente es +0,48. La industria favorece la producción de comida barata y bebidas inadecuadas. Globalmente se produce un daño del entorno, favoreciendo el cambio climático. Sociológicamente, la obesidad produce estigma, y la población menor con obesidad tiene más dificultades escolares y a menudo sufre acoso escolar en las instituciones educativas. Lo más negativo es que los sistemas sanitarios (públicos) han tendido a ignorar los problemas de obesidad de la población.
«Es probable que en el futuro el problema no se concentre en los países más ricos, sino en países de desarrollo intermedio, que variará con la introducción de medicamentos reductores (o contenedores) de la obesidad»
En la Tabla 5 divido al mundo en cuatro grupos según los ingresos, de acuerdo con las estadísticas del Banco Mundial. En 2020 los países de ingresos altos tienen un 61% de población adulta con obesidad. Mientras que los países de ingresos bajos «solo» tienen un 25%. Las diferencias por desarrollo son, por tanto, determinantes: 2,4 veces entre ingresos altos y bajos. La correlación entre desarrollo y obesidad adulta se mantiene en las proyecciones de 2035, aunque las diferencias entre extremos disminuyen (1,9 veces). En el caso de la obesidad infantil y adolescente las diferencias entre extremos son mayores: 3,1 veces. También en 2035 la obesidad infantil disminuye en los extremos de ingresos. Pero hay una excepción a destacar: según las proyecciones, en 2035 los países de ingresos medios-altos superarán los niveles de obesidad infantil (59%) de los países de ingresos altos (48%). Es probable que en el futuro el problema no se concentre en los países más ricos, sino en países de desarrollo intermedio. Esta evolución —necesariamente lenta— variará con la introducción de medicamentos reductores (o contenedores) de la obesidad.
En 2020 la obesidad y el sobrepeso alcanzan ya al 42% de la población adulta en el mundo y al 22% de la población infantil y adolescente. Pero las mejores estimaciones indican que se superará la mitad de la población antes de 2035 y que, en ese mismo año, alcanzará al 39% de la población infantil y adolescente. Las diferencias originales son considerables. En la Tabla 6 utilizo las regiones de la Organización Mundial de la Salud. Las diferencias por regiones se mantienen. Las Américas concentran el máximo de casos, alcanzando el 77% de la población adulta en 2035 y más de la mitad de la población infantil y adolescente (53%). Europa y el Mediterráneo oriental mantienen tasas muy altas. El caso anómalo es el Pacífico occidental, que en obesidad infantil superará a todas las demás regiones en 2035 (60%). A la larga, esa obesidad modificará los niveles de obesidad adulta, todavía de nivel medio, pero que en 2035 superará la mitad (51%). El mapa mundial de la obesidad evolucionará conforme a estas tendencias. Es algo que ocupa —y preocupa— a la OMS y a los servicios sanitarios públicos de todos los países. Debería preocupar, además, porque una hipótesis es que la obesidad —como «enfermedad invisible»— no ha logrado generar suficiente responsabilidad en los sistemas sanitarios nacionales, ni tampoco en la profesión médica.
El negocio del siglo
La obesidad es una enfermedad crónica compleja. Imagínese un negocio que consiste en medicar a la mitad de la población mundial con un fármaco caro (inicialmente inyectable) que debe tomarse durante toda la vida. Es, además, un medicamento costoso: puede suponer al mes la mitad del salario mínimo. Es difícil pensar que los sistemas nacionales de salud de los distintos países puedan asumir ese tratamiento para la mitad de su población. Se trata, además, de un fármaco que habría que empezar a administrar desde la infancia con obesidad o sobrepeso, que ya representa el 39% de esa población. Las medidas de desigualdad social cambiarían drásticamente. Imagínese también el cambio cultural que supondrá para la población mundial.
«Estos medicamentos pueden salvar ya dos o tres millones de vidas al año. Por ahora se aplican sobre todo en países desarrollados»
Los medicamentos para controlar y reducir la obesidad han proliferado: Mounjaro, Ozempic, Wegovy, Zepbound, etc. Se conocen también como fármacos GLP-1, originalmente indicados para tratar la diabetes y, después, el sobrepeso. Actualmente se investiga para producir pastillas (con menos efectos que las inyecciones semanales, pero más convenientes) y dosis mensuales, en lugar de semanales. Las pastillas no requieren refrigeración y serían aplicables en países más pobres. Estos medicamentos pueden salvar ya dos o tres millones de vidas al año. Por ahora se aplican sobre todo en países desarrollados. Dos tercios de las ventas se realizan actualmente en Estados Unidos. Alcanzan ya a más del 12% de la población de ese país y concentran alrededor del 70% del mercado mundial. El precio actual supera los 400 euros al mes por el medicamento, sin contar el coste de la atención médica y farmacéutica.
Un titular reciente de prensa señala: «La Organización Mundial de la Salud reconoce los fármacos adelgazantes como esenciales. La organización internacional recuerda que la obesidad, que causó 3,7 millones de fallecimientos en 2024, es una enfermedad crónica que debe tratarse de por vida«. Esto significa que la OMS ya los ha incluido como «medicamentos esenciales», es decir, aplicables a un sistema de salud básico y universal en cada país. En la actualidad hay 532 medicamentos en esa lista. El objetivo es que los tratamientos sean accesibles, pero también asequibles. El director general de la OMS declara que «nuestras nuevas directrices reconocen que la obesidad es una enfermedad crónica que puede tratarse con atención integral y de por vida». Se requiere, además, supervisión médica. Es, pues, un tratamiento para cerca de mil millones de personas en el mundo. La OMS es consciente de las desigualdades sociales que esta enfermedad y su tratamiento pueden producir.
En España, uno de estos medicamentos puede costar aproximadamente 450 euros al mes. Además, las inyecciones o las pastillas no son la única solución: deben combinarse con cambios en la dieta, rutinas de actividad física y un seguimiento médico que, a su vez, cuesta dinero. Muchos pacientes abandonan el tratamiento durante el primer año. Entonces la obesidad o el sobrepeso reaparece. Un problema añadido es el mercado ilegal («mercado negro») y los negocios fraudulentos por internet.
La inteligencia artificial considera que «ninguno de los medicamentos específicos para obesidad está actualmente financiado por el Sistema Nacional de Salud para la indicación de adelgazamiento; el paciente los paga íntegramente, salvo que se usen en otra indicación financiada (por ejemplo, diabetes en el caso de Ozempic). Los importes son elevados, sobre todo en agonistas GLP-1, y suponen centenares de euros al mes».
«Hasta hace poco, la obesidad era una característica de Occidente, pero hoy es un problema más global, sobre todo en países menos desarrollados que imitan la supuesta modernización occidental»
Hasta hace poco, la obesidad era una característica de «Occidente», es decir, de los países desarrollados del hemisferio norte. No se consideraba siquiera un problema sanitario complejo. Hoy es un problema más global, sobre todo en países menos desarrollados que imitan la supuesta modernización occidental. Comer en exceso ya no es un indicador de un nuevo mundo feliz. La obesidad se considera una pandemia mundial, responsable de otras enfermedades, y que produce varios millones de muertes. Es, además, una enfermedad —y su tratamiento— que ya está produciendo un aumento de las desigualdades sociales y regionales.
El tratamiento de la obesidad debe ser una responsabilidad de los sistemas sanitarios. En España se observa una relativa irresponsabilidad del sistema sanitario respecto de la población con obesidad. Es tiempo de que esto cambie.