El psicólogo me propuso una estrategia poco ortodoxa que me ayudaría a enfrentar momentos complicados y estresantes. Se trataba de prepararme mentalmente, asumiendo la peor de las consecuencias y estando en paz con ella. Así, a la hora de coger un avión para hacer un vuelo largo, si subes la escalerilla con la certeza de que va a estrellarse y que eso es lo que hay, las turbulencias acaban siendo poca cosa y el aterrizaje un milagro a festejar. Pedro Sánchez ha debido de pasar por esa misma clínica de cara a las elecciones extremeñas de este fin de semana. Con las encuestas desahuciando al partido que gobernó la región durante décadas y un candidato imputado y sin demasiado carisma, la duda para el PSOE es si el domingo la peor de las consecuencias será una mayoría absoluta del PP o un subidón de Vox que meta a la ultraderecha en primera línea de gobernabilidad. Qué ilusión.

Mientras se decide si el futuro de Extremadura será muy de derechas o muy, muy de derechas, la campaña electoral toca a su fin. En ella, el PP ha hecho de Vox y Vox ha hecho del PP. ¿Qué es la política sino el arte de disfrazarse? En las últimas horas, el PP extremeño, con la aprobación y ayuda de Feijóo, ha imitado a Vox alimentado la idea de que en Extremadura podría haber este fin de semana un pucherazo perpetrado por, cómo no, Pedro Sánchez. El dictador ha permitido la celebración de estas elecciones, pero también darse el gusto de amañarlas. Es siniestro hasta para eso. La historia estremecería a los padres griegos de la democracia, porque en Fuente de Cantos –les recomiendo sus jamones– unos ladrones robaron en la oficina de Correos del pueblo una caja fuerte que contenía 15.000 euros y 124 votos ya emitidos. “No podemos permitir que nos roben la democracia”, salió de lo más Corina Machado la presidenta María Guardiola grabándose en vídeo y pidiendo que, en estos momentos difíciles, todos los demócratas se uniesen en torno al PP. Yo no creo que quisieran robarnos la democracia, yo creo que querían los 15.000 pavos de la caja fuerte, declaró horas más tarde un mando de Guardia Civil de Fuente de Cantos, muy prosaico y poco dado a la épica.

Si el PP le intenta ganar terreno a Vox en su especialidad –los bulos y el esperpento–, en Vox juegan a ponerse la corbata del partido al que podría votar cualquier vecino. Días atrás, el candidato extremeño del partido fascista alababa públicamente la figura de un Robe Iniesta al que el buen votante de derechas de toda la vida ha llamado drogata, perroflauta o terrorista. Un tipo que escupía sobre todo lo que Vox representa siendo homenajeado por los herederos de Franco es la demostración de que en la dirección de Vox no son idiotas y, tras haber descartado centrar la campaña en la invasión extranjera que sufren Don Benito, Zafra o Almendralejo, la estrategia correcta era dar los buenos días en el ascensor, esa práctica woke. Su público –fascistas, machistas, racistas, antivacunas, etc.– está ya convencido, el mensaje ha sido entregado. Ahora toca pescar en caladeros más centrados y en ello andan en estas elecciones, porque Extremadura es, sobre todo, un laboratorio en el que practicar para la gran batalla nacional. La gran batalla nacional, lo veremos en cuanto se cierren las urnas extremeñas, no es en estos momentos una batalla entre la izquierda y la derecha, sino una guerra entre familias del PP. Y Vox, que es la segunda familia pepera más importante, ya ha dejado claro que quiere mucha azúcar en el futuro inmediato. Y cuando hablamos de azúcar hablamos de sorpasso o algo que se le parezca mucho a medio plazo.

En Vox juegan a ponerse la corbata del partido al que podría votar cualquier vecino

Que hay mucho en juego y Extremadura es el primer gran ensayo de lo que se viene nos lo explican las noticias publicadas en la prensa de derechas estas últimas semanas. ¿Se han fijado en que, para Antena3, Vox es un partido perfectamente democrático durante el curso político ordinario y que, cuando llega una cita en las urnas, los de Abascal se convierten automáticamente en una opción populista, absurda o radical? Así funcionan los negocios. En las últimas horas dos noticias que afectan a PP y Vox ilustran bien el estado de esta guerra interna en la derecha. Desde El Mundo hasta The Objective, pasando por La Razón, andan a vueltas con Revuelta, el movimiento juvenil de Vox cuyos caudillitos, al parecer, habrían estado chanchulleando con una caja llena de donaciones para la dana. En otras fechas del calendario esto sería una nota perdida en sucesos –en el mejor de los casos–, pero ahora mismo hay pastel en juego y la noticia va abriendo la portada. Vox ha reaccionado denunciado a todos estos medios afines a su ideología. Si no entiende usted el idioma subvencionés, yo se lo traduzco: en época electoral toca cumplir órdenes de quien paga la cuota mayor, pero el que también paga su cuota, aunque sea menor, también exige trato digno. Y cuando no lo obtiene se enfada.

Mientras los medios de derechas hablan sobre los jóvenes de Vox, las noticias sobre los mayores del PP extremeño pasan inadvertidas en el menú informativo de la España fetén. El Partido Popular de Extremadura habría tapado varios escándalos machistas que afectan, entre otros, al propio chófer de la presidenta o a un alcalde del partido. En este caso, la noticia sí es una nota al margen, una cosa marginal y sin importancia mediática. No cambiaría nada que los medios de la derecha la llevasen a portada igual que no cambia que lleven la de los jóvenes de Vox. Cuesta imaginarse la escena de un votante de Vox de Llerena desencantado porque los chavales de su partido hayan podido mangar como lleva mangando la ultraderecha en España toda la puta vida. ¿Qué es el patriotismo, si no eso? No es de esperar que, en la sede del PP en Montijo, los militantes estén decepcionados porque el partido no fue contundente. “La cultura del acoso es parte del patriarcado dominante y es una lacra que nos afecta a todos como sociedad, yo creo que me quedo en casa este domingo”, declaró nunca ningún militante al conocer la noticia.

No es la noticia en sí. Es el movimiento de tropas. Es la serpiente que se coloca a tu lado y se estira, midiéndote. Es el repliegue entre familias de la derecha que viviremos tras estas elecciones. Dependiendo del resultado, la batalla en la derecha podría convertirse en guerra más temprano que tarde. Hay señales para creerlo. Si sucediese, el paseo militar de Feijóo hacia La Moncloa podría convertirse en un escenario nuevo y nublado. Un mapa diferente con epicentro en Extremadura y consecuencias en Aragón, Castilla y León, Andalucía y España. En política, cuando las cartas se barajan la partida puede cambiar, y ahora van a barajarse. Paradójicamente, un cambio en el que Vox se hiciese mayor queriendo retar de tú a tú al PP podría proporcionarle un balón de oxígeno a Pedro Sánchez. Si una catástrofe socialista extremeña acaba dándole una nueva vida al perro, deberíamos, definitivamente, empezar a llamarlo el gato.

El psicólogo me propuso una estrategia poco ortodoxa que me ayudaría a enfrentar momentos complicados y estresantes. Se trataba de prepararme mentalmente, asumiendo la peor de las consecuencias y estando en paz con ella. Así, a la hora de coger un avión para hacer un vuelo largo, si subes la escalerilla con la…

Este artículo es exclusivo para las personas suscritas a CTXT. Puedes iniciar sesión aquí o suscribirte aquí