En una ciudad donde el modernismo parece ya perfectamente clasificado, Gaudí por aquí, trencadís por allá, y fachadas que se han convertido en iconos globales y a las que se agolpan miles de turistas, aún quedan espacios capaces de sorprender incluso a quienes creen conocer Barcelona de memoria. Entre ellos, el Recinte Modernista de Sant Pau, una obra monumental de Lluís Domènech i Montaner que desborda escala, luz natural y planificación avanzada para su época. Es Patrimonio de la Humanidad desde 1997, pero sigue siendo uno de los tesoros menos visitados en comparación con otros grandes nombres del modernismo.
Concebido a principios del siglo XX como una pequeña ciudad sanitaria, Sant Pau fue diseñado como un conjunto de hasta 27 pabellones independientes rodeados de jardines, conectados por túneles y bañados de luz en la mayoría de sus estancias. Domènech i Montaner entendía la arquitectura como parte del proceso de curación, y esa idea sigue presente: recorrer el recinto transmite una sensación de monumentalidad amable, donde cada cúpula, cada cerámica y cada mosaico parecen pensados para ser observados de cerca, caminando entre patios y galerías.
No en vano, este espacio acoge actualmente grandes acontecimientos que pasan por la ciudad, como pasarelas, congresos, festivales, conciertos, toda clase de premios y también citas de envergadura en el calendario cultural barcelonés. De hecho, tras su etapa hospitalaria, que se respira en muchos de sus rincones, el conjunto se ha reinventado como un espacio cultural y académico que sigue latiendo sin renunciar a su identidad modernista.
Además, cada invierno desde hace pocos, esta arquitectura cobra una nueva vida con Els Llums de Sant Pau, una cita que este año celebra su quinta edición con un despliegue aún más brillante, banda sonora incluida. Es uno de los planes más artísticos para visitar Barcelona en Navidad, tanto por la fuerza del recinto como por la experiencia lumínica que lo transforma al caer la noche.
Jugar con la luz
Este año, el espectáculo propone un recorrido sorprendente con 18 instalaciones interactivas que invitan a participar, jugar con la luz y sentir el espacio de una forma distinta. Los visitantes se convierten en protagonistas desde el inicio, resolviendo el llamado “Llumienigma”: un conjunto de letras ocultas que, al descubrirse, revelan un mensaje secreto de Navidad. La ruta incorpora también el campamento del Rey Baltasar, donde es posible dejar la carta en un entorno diseñado como una experiencia inmersiva.
Els Llums de Sant Pau se celebran del 20 de noviembre al 11 de enero, con una duración aproximada de 60 a 90 minutos, y está pensado para todas las edades, con precios que parten de los 10 euros. La propuesta busca un equilibrio delicado: iluminar el patrimonio sin imponerse sobre él. Según defiende la instalación, el resultado es un diálogo entre arquitectura y luz que convierte al recinto en un escenario nocturno muy particular en la ciudad.
Ciertamente, lo que distingue Sant Pau de otros iconos modernistas es su proximidad. No exige observar desde la distancia de las grandes fachadas de paseo de Gràcia, ni buscar la foto perfecta: aquí se camina entre pabellones restaurados, se atraviesan jardines y se leen las decisiones de diseño a través del propio movimiento y con los propios pies. La luz filtrada por vitrales, las cerámicas de colores y las esculturas discretas construyen un modernismo pensado para las personas, no para la postal.
Por eso, en Navidad, Sant Pau reúne dos poderes poco habituales: la monumentalidad de un gran conjunto arquitectónico y la calidez de un paseo íntimo en el que se puede tocar con las manos. Es una joya modernista que, lejos del circuito más evidente, brilla todavía más en estas fechas.