Domingo, 21 de diciembre 2025, 06:10
| Actualizado 07:51h.
La lluvia no entiende de arte urbano, ni de plazos, ni de ilusiones, pero tampoco ha podido frenar al muralista Richard Santana que estos días se encarama a varios metros de altura en Arinaga para devolverle al barrio una parte de su memoria colectiva pintada a gran escala. Se trata de un mural en la pared de una vivienda ubicada en la Avenida Polizón, frente a la iglesia, que rescata la tradición marinera de este enclave, con sus barquillas y los salineros.
Diciembre no se lo ha puesto fácil. Ha llovido casi sin tregua, incluida la borrasca Emilia, obligando a parar una y otra vez. Aún así, la gran pintura que comenzó el pasado 9 de diciembre avanza. Algunos días más lento, otros con pequeñas estrategias de resistencia, como alquilar una segunda grúa, organizarse en dos equipos, aprovechar cada claro del cielo para adelantar lo máximo posible gracias a la ayuda de dos compañeros, Kiryat Mendoza y Dr. Nubah.
El objetivo sigue intacto: terminar antes de Navidad. «Si lo acabo el lunes, sería la alegría», confiesa. Un regalo adelantado de Papá Noel para el barrio y para él. Eso sí, estará culminado antes de finalizar este 2025.
La temática escogida no es casual. El Ayuntamiento de Agüimes le encargó un mural vinculado a la costa de Arinaga, a sus salinas, a su pasado marinero. A partir de ahí, Richard hizo lo que siempre hace, documentarse. No pintar desde la improvisación, sino desde el respeto a la historia y la memoria.
Inspirado en fotografías antiguas
Buscó fotografías antiguas, investigó la zona y hasta quedó con un vecino, Paco Gutiérrez, que le abrió su casa y sus álbumes familiares. «Estuve mirando fotos antiguas, empapándome de cómo era este lugar antes», explica. De ahí nació la escena que pronto estará culminada: barquillas descansando en la orilla, el mar abierto, las casas de hace medio siglo y varias personas trabajando en las salinas de la zona, recogiendo sal como se hizo durante décadas.

Richard Santana pintando el mural el pasado martes.
Cober

No hay una fecha exacta, pero Gutiérrez sitúa las imágenes escogidas entre los años cincuenta y sesenta del pasado siglo. Y es que la gente que vivió en el barrio toda la vida recuerda el paisaje. Desde abajo, mientras la grúa sube y baja, pasan vecinos y vecinas. Se paran. Señalan. Comentan. «Ahí había una tienda», recuerdan. Algunos incluso han reconocido a las personas que aparecen pintadas en la salina, antiguos trabajadores del lugar.
«La gente está contenta porque se ve reflejada», asegura Santana. «Reconocen el sitio, las casas, el ambiente». El mural no solo decora, sino que activa recuerdos, conversaciones y pequeñas historias.
Antes del color vino el trabajo invisible, el de preparar la pared de unos 25 metros de ancho y siete de alto. Después, el boceto. Y ahora, poco a poco, el relleno, el detalle, las capas de pintura plástica y con spray que van dando vida y color a la escena. Y el colofón, la palabra ‘Arinaga’ en grande en la parte superior.
Todo se hace con grúa. Todo lleva tiempo. Y todo se complica cuando el cielo se empeña en descargar. Aun así, Richard no se queja demasiado. «También hacía falta que lloviera», dice.
Cuando el mural esté terminado, aún quedará un último gesto de cuidado, aplicar un barniz protector. El objetivo es que el color resista el paso del tiempo, el sol y la lluvia porque la pared da hacia al norte.
Amplia trayectoria de murales
Santana sabe muy bien lo que es hacer pinturas que resalten la idiosincracia de un barrio, porque en su amplio catálogo de grandes murales repartidos por Gran Canaria está el del homenaje al querido Manuel Sosa Medina, Sandokán, en Bañaderos (Arucas), una escena marinera en la Cofradía de Pescadores de Arguineguín, y el de Agáldar, en Gáldar. Uno de los últimos que ha hecho, pero de menor tamaño, es el que recuerda al joven Zeben Ramos en la cancha de San Isidro, en Gáldar.
Con este nuevo mural, Agüimes sigue incrementando su patrimonio artístico gracias al proyecto municipal ‘Un museo al aire libre’. Los últimos en inaugurarse fueron tres en el casco, concretamente en la avenida Hermanos La Salle. Se culminaron a principios de este mes y rinden homenaje al patrimonio personal y cultural del municipio. Uno de los murales refleja la mirada de dos pares de ojos que podrían parecer anónimos pero que, en realidad, tienen nombre y apellidos. Se trata de los vecinos Lolita Arias y Chano Sánchez, dos de los residentes más longevos y queridos de uno de los edificios sobre cuya fachada lucen ya para la posteridad sus miradas. El segundo mural refleja el amasado del pan, una tradición de gran carga simbólica en Agüimes, mientras que el tercero describe una típica estampa de trabajadores del campo labrando la tierra. Todos fueron realizados por el artista Dailos Santana.
Pero este de Arinaga no será tampoco el último, el Consistorio ya trabaja para encargar otro mural en este enclave marinero que decorará las paredes de la Casa de la Cultura para seguir sumando así arte urbano para ‘humanizar’ sus calles.
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