Una escabechina. Han caído como moscas. Lo que ha ocurrido esta mañana en Llíber pasará a la historia como el gran «multazo» a ciclistas. El agente de la Policía Local se ha hinchado a poner multas. Ha sancionado al equivalente a un gran pelotón. No daba abasto para controlar la anómala situación de inseguridad vial. Ha necesitado del refuerzo de la Guardia Civil.
Si estas pasadas semana ya unos cuantos ciclistas se han tenido que rascar el bolsillo por saltarse en rojo el semáforo de la travesía urbana de Llíber, lo que ha ocurrido esta mañana de domingo es que los deportistas, más por desconocimiento que por otra cosa, se han metido en contradirección por las callejuelas. La travesía está cerrada ya que se está celebrando un mercadillo de Navidad. Se desvía el tráfico por fuera del pueblo, por los viales entre viñedos del Pla de Llíber. Pero decenas de ciclistas (y algún motorista) se han metido por las calles y se han saltado tres direcciones prohibidas. No una ni dos. Tres. Entraban en Llíber desde Senija o Gata. Y en la salida hacia Xaló se topaban con el Policía Local y la Guardia Civil. Ha habido momentos en los que se han formado «colas» de 30 ciclistas sancionados. Todos esperaban obedientemente (refunfuñando, claro, que no es plato de buen gusto) a pagar la multa de cien euros.

Ciclistas a los que la Policía y la Guardia Civil ha multado por saltarse tres direcciones prohibidas / A. P. F.
Quizá hoy, por la situación extraordinaria de que la travesía está cerrada al tráfico, convenía reforzar la señalización y dejar claro que callejear en bici desde la entrada a Llíber por Senija y Gata era ir directo a la multa. En ese itinerario urbano, están las tres señales de prohibido que los ciclistas se han saltado. Los deportistas van a piñon fijo. Pasa el primero. Y todos detrás. Cuando los paraban a la salida del pueblo, se quedaban sorprendidísimos. No tenían ni idea de que habían encadenado tres contradirecciones.
Pero, claro, está el precedente de los semáforos. Y el rojo es rojo aquí y en la Conchinchina. La travesía es estrecha. Los vecinos están acostumbrados a que los coches, las motos y las bicis circulen alternativamente en un solo sentido. Sí, de repente, empiezan a salir ciclistas de aquí y de allá se produce una clara situación de riesgo de atropellos y accidentes. Los vecinos también recuerdan que aquí no se puede ir a más de 20 km/h. Es una velocidad que incluso parece demasiado elevada para las características de esta travesía, que es estrechísima y parte en dos el pueblo. Afirman que los ciclistas y los coches de los equipos pasan como una exhalación.
La Policía Local y la Guardia Civil están decididos a atajar el peligro que supone para los vecinos, muchos mayores, que estos deportistas no respeten los semáforos ni la señalización. Hoy, con la notable afluencia al mercadillo y muchos visitantes que caminaban por las callejuelas, era un riesgo que los ciclistas se metieran en contradirección. Era incluso un riesgo para los ciclistas que pedaleaban en la dirección correcta y que «tropezaban» de cara con otras grupetas.
Falta pedagogía
El auge del turismo ciclista es una bendición para la Marina Alta. Pero ha crecido tan rápido (y es un gozo que la bici esté de moda) que se están produciendo conflictos. El turismo ciclista es de invierno. Rompe la estacionalidad. No va a contracorriente, sino en la dirección correcta del turismo sostenible. Pero ha irrumpido con tanta fuerza que se echa en falta pedagogía, que a los ciclistas, muchos de ellos extranjeros, les quede claro que no pueden ir a sus anchas por pueblos de calles estrechas como Llíber. Además, al incumplir las normas (muchas veces por pura ignorancia), los ciclistas, que también son usuarios vulnerables de las carreteras, también se ponen ellos en peligro.