Miércoles, 6 de agosto 2025, 08:19
| Actualizado 08:56h.
Miguel García no solo pinta vítores. Aunque muchos lo conocen por su labor como pintor de estas inscripciones tradicionales ligadas a la Universidad de Salamanca, su trayectoria se extiende mucho más allá: es restaurador, escultor y un artista capaz de unir técnicas artesanales con herramientas de última generación. Actualmente, se enfrenta a uno de los encargos más visibles de su carrera: la restauración de seis obras de arte en la vía pública, promovida por el Ayuntamiento de Salamanca.
Cuatro de estas piezas son esculturas de Agustín Casillas -autor clave del paisaje urbano salmantino-, otra es el escudo de la ciudad esculpido en piedra de Villamayor que se sitúa en La Alamedilla, de autor desconocido y finalmente una de las esculturas de la Plaza Gabriel y Galán -antes situadas en el parque de San Francisco- del autor Juan Cristóbal González, que se encuentra deteriorada. La escultura tiene la nariz rota y será reconstruida a partir de escaneos en 3D e impresión tridimensional, técnica que Miguel maneja con solvencia para complementar los procesos tradicionales de restauración.
La actuación sobre las esculturas de Casillas responde a un compromiso del consistorio con la familia del escultor. Las obras, instaladas en 1960 durante la remodelación integral del parque de La Alamedilla, llevaban décadas a la intemperie y comenzaban a mostrar un avanzado deterioro. La acumulación de suciedad, el desgaste del cemento, los orines de animales y algunos actos vandálicos habían dejado huella en estas piezas, consideradas ya patrimonio cultural y sentimental de la ciudad.
Las esculturas intervenidas en La Alamedilla son el escudo de la ciudad, ‘Rapto de Europa’ y ‘Mujer tendida’. Esta última ha sido la primera en tratarse. Presentaba un desgaste especialmente en la cabeza, su restauración supuso todo un reto técnico y logístico. Miguel admite que se volvió «un poco loco». La pieza requería pruebas, limpieza de repintes, reconstrucción de volúmenes como el moño original a partir de tecnología en 3D y selección de nuevos materiales resistentes al clima y al paso del tiempo.
La segunda escultura de La Alamedilla, ‘Rapto de Europa’ comenzó con una limpieza profunda de líquenes y microvegetación. Sin embargo, el proceso reveló una sorpresa: bajo el esmalte blanco aplicado hace años, emergía el color terroso original del hormigón coloreado. «Al principio pensé que no se notaría el trabajo, pero me llevé una alegría al ver que podía recuperar la tonalidad original», cuenta. El trabajo es minucioso: humedecer, raspar con cepillos metálicos, dejar secar, volver a evaluar y repetir. También realizar la eliminación de un tag, una firma realizada con pintura en spray. Un proceso invisible para muchos, pero esencial.
Entre las piezas más complejas está el ‘Niño con el avión’, también de Agustín Casillas, situado sobre una columna del paseo de Carmelitas. Le falta la parte delantera del avión, que será reconstruida gracias al escaneado 3D. «Es un reto, pero creo que el resultado puede ser muy satisfactorio», apunta con confianza.
Miguel García trabajando en ‘Rapto de Europa’, de Agustín Casillas.
J.M. García
García señala que estas restauraciones están siempre expuestas a la crítica social. Cambiar un color o intervenir una obra visible genera reacciones. «Eso también forma parte del trabajo: cuando se presenten las esculturas restauradas, habrá que explicar lo que se ha hecho y por qué», afirma. El encargo debe estar terminado antes del 5 de septiembre. Aunque Miguel asegura tener margen, no puede relajarse.
La cuarta y última obra de Agustín Casillas será el ‘Lazarillo de Tormes’ situado junto al Puente Romano, en este caso de trata de la inscripción del conjunto escultórico. Y es que Miguel también pinta vítores, es uno de los pintores autorizados para hacer los vítores de la Universidad de Salamanca. Un trabajo que comenzó realmente como restaurador; le pidieron eliminar el vítor de Franco en el salón de plenos del Ayuntamiento de Salamanca y el rostro. Posteriormente, gracias a su tutora de la tesis doctoral que le propuso pintar su vítor, comenzó a investigar cómo poder hacerlo. Entre el centenar de vítores pintados por Miguel destaca el de Santa Teresa de Jesús.
Para él, significa colaborar con la historia no solo de la ciudad, si no de su propia universidad aportando así un granito, en ambas facetas, a la conservaciones de los bienes culturales y patrimoniales de Salamanca. Miguel García es el encargado de conservar ese legado que vive a cielo abierto y que muchos pasean junto a ellas sin mirar. Pero él sí lo mira, lo estudia y lo cuida. Porque restaurar es también una forma de contar la historia de una ciudad. Y en Salamanca, hay mucho que contar.
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