El rescate de Ucrania con 90.000 millones de euros pactado la semana pasada por la Unión Europea profundiza en la senda hacia la creación de los eurobonos, un activo europeo llamado a rivalizar con los bonos del Tesoro estadounidense, como hizo el euro con el dólar. Un cuarto de siglo después del nacimiento de la moneda única, Europa sigue sin contar con emisiones de deuda soberana equivalentes a las nacionales, una carencia que impide explotar al máximo el potencial de la unión monetaria. Pero las ingentes necesidades de financiación común que afronta la UE están empujando hacia el nacimiento de unos auténticos eurobonos, diseñados para convertirse en un activo seguro que, como detalló Mario Draghi en su renombrado informe del año pasado, «permita la financiación de proyectos conjuntos de inversión entre los Estados miembros y ayude a la integración de los mercados de capital europeos».

Socios de la UE como Alemania, Países Bajos o Austria se resisten a ese descomunal salto en la integración, comparable al del nacimiento de la moneda única. Temen verse forzados a asumir los números rojos de otros países de la UE, una amenaza que también fue invocada durante años para impedir la introducción del euro. 

«El volumen de deuda colocada en el mercado por Bruselas con cargo al presupuesto de la UE escala de manera tan exponencial que los eurobonos empiezan a verse como endeudamiento poco sostenible»

Sin embargo, el volumen de deuda colocada en el mercado por Bruselas con cargo al presupuesto de la UE escala de manera tan exponencial que los eurobonos empiezan a verse ya como el resultado inevitable de un endeudamiento que difícilmente será sostenible si no cuenta con el respaldo indisoluble y sin límites de todos los socios de la Unión. Según los especialistas, con un eurobono federal en lugar de la deuda mancomunada actual, la UE podría financiarse de manera más estable, más barata y el euro ganaría peso en los mercados internacionales.

Desde hace cuarenta años, la Comisión Europea ha financiado las necesidades extraordinarias con emisiones de deuda como la pactada en la cumbre europea del pasado jueves para Ucrania. Esas colocaciones de títulos en el mercado se mantuvieron durante décadas en niveles tan insignificantes que pasaron prácticamente desapercibidas. 

Todo cambió con la COVID-19, que disparó las necesidades de financiación compartida. Desde entonces, los números rojos de la UE se han disparado. En la década anterior a la pandemia (2009-2019), la Comisión Europea colocó en el mercado deuda por valor de 79.000 millones de euros. En los cinco años posteriores, las emisiones se han multiplicado casi por diez y han superado los 600.000 millones de euros, como consecuencia en gran parte de los fondos de recuperación (Next Generation) y de la partida para sufragar en parte los ERTE provocados por la pandemia.

Y la tendencia al alza de las emisiones va en aumento porque la UE ha puesto en marcha un programa de rearme militar conjunto (SAFE) con deuda de hasta 150.000 millones de euros. Y el programa de rescate para Ucrania añadirá otros 90.000 millones de euros en lo que parece ser solo una primera entrega para la enorme factura de reconstrucción del daño causado por los ataques de Rusia

«La deuda viva de la UE en el mercado alcanza ya los 700.000 millones de euros y se espera que en poco tiempo rebase el hito del billón de euros»

La deuda viva de la UE en el mercado alcanza ya los 700.000 millones de euros y se espera que en poco tiempo rebase el hito del billón de euros. «Es evidente que el futuro pasa por esa financiación conjunta de las prioridades europeas«, señalaba este domingo la presidenta del Banco Europeo de Inversiones, Nadia Calviño, en entrevista con Agenda Pública. «Ya sea el apoyo de a Ucrania, la política de seguridad y defensa o las grandes inversiones en infraestructuras que son necesarias», detallaba la española al frente de la institución financiera de la UE.

Pero las costuras del presupuesto comunitario, que respaldan esas emisiones, empiezan a crujir. Los inversores aceptan cada vez con mayor reticencia los bonos de la Comisión y la prima de riesgo respecto al bono alemán no ha dejado de aumentar desde la pandemia. El deterioro en el mercado de la imagen de los bonos de la Comisión es de tal magnitud que países como España han renunciado a la mayoría de los préstamos de Next Generation porque saldrían más caros que si se endeuda con bonos nacionales, a pesar de que la calificación crediticia de la UE es mejor que el español.

La propia Comisión reconoce que la colocación de esos pseudoeurobonos empieza a afrontar dificultades. Y teme que la emisión para Ucrania agrave la situación y dañe la capacidad de financiar otros programas de la UE. La presidenta del organismo, Ursula von der Leyen, advertía en una carta dirigida a los presidentes de Gobierno el pasado 17 de noviembre que si el apoyo a Ucrania se financiaba con deuda, como finalmente se ha acordado, las emisiones «necesitarán gestionarse cuidadosamente para limitar cualquier impacto en los tipos de interés que la Unión pagará en su endeudamiento general, incluido el destinado a otros programas financiados con deuda (Next Generation, SAFE, etc.)».

Nunca antes la UE había tenido tantas deudas pendientes y, sobre todo, tantas por venir. Como señaló Draghi, la financiación de los intereses y bienes paneuropeos requiere la creación de un activo seguro común —los Eurobonos con mayúscula— con el respaldo ilimitado de los socios de la Unión. La factura de la reconstrucción de Ucrania, que el Banco Mundial cifraba a finales de 2024 en 506.000 millones de euros, puede ser la gota que colme el vaso de la precaria deuda europea actual. Y quizá obligue a dar el paso hacia unos títulos europeos capaces de codearse con los bonos del Tesoro estadounidense o con el bono alemán. Si el euro nació del fin de la Guerra Fría, el final de la guerra rusa contra Ucrania puede acelerar el camino hacia unos eurobonos de verdad.