“Mi hija mayor tiene cuatro años. Deberías verla intentando cargar un bidón, es descorazonador. No puede”. Empieza así el relato de una madre de Gaza, uno más entre tantos que reflejan cómo el hambre implacable causada por el bloqueo israelí se ensaña con los más pequeños. “Ya no queda nada; no puedo hacer nada”, dice, desesperada en un testimonio recogido recientemente por Médicos Sin Fronteras (MSF), una de las ONG que en condiciones precarias siguen operando en la Franja, donde ayudar a la población palestina es cada vez más complicado.
Mientras las esperanzas de un alto el fuego se desvanecen tras el estancamiento de las negociaciones, el hambre sigue extendiéndose y cobrándose vidas en el enclave gazatí. El grueso de las más de 100 personas fallecidas por esta causa durante la guerra eran menores. Desde abril de este año, el número de niños que han muerto por no tener nada que llevarse a la boca ha aumentado de 52 a 80, un incremento del 54% en menos de tres meses, según el Ministerio de Salud palestino. La última víctima mortal de la escasez de alimentos y productos básicos se llamaba Abdel Qader Al Fayyumi, según ha informado el hospital Bautista Al Ahli.