Tras su estreno en pantalla grande el verano pasado, ha llegado a Movistar+ un documental imprescindible para los amantes de la música, la historia y la cultura pop del siglo XX: ‘One to one: John & Yoko’, que sumerge al espectador en uno … de los periodos más intensos y reveladores en la vida de John Lennon y Yoko Ono.
El filme parte de un momento histórico: el One to One Benefit Concert, celebrado el 30 de agosto de 1972 en el Madison Square Garden de Nueva York, organizado por la pareja tras quedar horrorizados al ver en televisión las inhumanas condiciones a las que estaban sometidos los niños de la institución mental infantil Willowbrook. Fue el único concierto de larga duración que Lennon ofreció tras la disolución de los Beatles.
A través de una narración íntima muy envolvente, el documental retrocede dieciocho meses desde el concierto para explorar los días en los que la pareja acababa de instalarse en Estados Unidos, compartiendo un pequeño apartamento en Greenwich Village, viendo televisión obsesivamente (gracias a eso pudieron enterarse de la noticia de Willowbrook) y replanteándose su activismo político y artístico.
La cinta, dirigida por Kevin Macdonald y Sam Rice-Edwards, combina material de archivo nunca antes visto —películas caseras, grabaciones telefónicas privadas, y recreaciones meticulosas del apartamento neoyorquino— con imágenes de la cultura pop televisiva de la época: desde el concurso ‘The Price is Right’ a la serie ‘The Waltons’ pasando por anuncios icónicos de Coca-Cola, informativos sobre la guerra de Vietnam o los discursos de Nixon.
El filme revela cómo la infancia traumática de Lennon y los sentimientos de culpa de Yoko moldearon su activismo y su arte
Todo ello crea una atmósfera inmersiva y profundamente personal en una pieza compleja y laboriosa que «no acabó de cristalizar del todo hasta la fase de edición final» según nos cuenta el productor del filme, Peter Worsley (‘Not Just a Girl’, ‘Eric Clapton: Across 24 Nights’). «Nos tomamos mucho tiempo para ese proceso, cuarenta y seis semanas, lo cual fue clave ya que la película se reveló a sí misma en esa última fase. Tuvimos el tiempo y los recursos para que fuera disfrutable. Como productor, el momento más difícil siempre es el desarrollo: reunir los derechos, el equipo creativo y la financiación para estar todos listos al mismo tiempo. Si todo esto se coordina y se organiza correctamente, ¡la producción puede ser un placer!».
John, feminista expulsado por feministas
Más allá del concierto en sí mismo, el documental descubre «las otra caras de John y Yoko», afirma Worsley. «Por ejemplo, la búsqueda de Yoko por su hija Kyoko y cómo esto influyó en su arte y música, pero también la delicadeza que podía alcanzar como intérprete, cuando canta la canción ‘Looking Over from My Hotel Window’. Y la humildad de John, por ejemplo, cuando, como único hombre presente, aceptó ser expulsado de la Primera Conferencia Internacional Feminista».
El metraje analiza al detalle los aspectos más radicales del activismo de la época, con personajes como el escritor Alan Jules Weberman, quien llegó acusar de Bob Dylan de «venderse al sistema» por invertir en un edificio de oficinas. «Pero también mostramos el otro lado del activismo, el más comprensivo», responde Worsley. »Weberman es un testigo muy poco fiable de este activismo. Y en el documental se ven ejemplos opuestos, como la aparición de Jerry Rubin durante el Concierto por John Sinclair, para pedir públicamente que dejen en paz a Dylan ya que él fue quien «formó nuestra conciencia», dejando en evidencia esos excesos de exigencia de pureza».
El productor lamenta que el espionaje a Lennon no esté «entre los papeles del FBI que se han desclasificado»
En esa fina línea que separa el activismo del radicalismo estuvieron haciendo equilibrios John y Yoko, dos ídolos pop que también tuvieron que soportar el acoso de los servicios secretos por un lado («desgraciadamente, los documentos sobre Lennon no están entre los papeles del FBI que ha desclasificado Trump», lamenta el productor), y las críticas por ser extremadamente ricos en un mundo lleno de injusticias. «John sufría menos por ello que Yoko, al menos en ese período», opina Worsley. «Por cómo John habló de Tittenhurst, la mansión donde vivió en Inglaterra, me da la impresión de que se sentía cómodo con la contradicción, algo que Yoko, quien había nacido en una familia adinerada, no sentía».
La artista japonesa probablemente no se veía moralmente autorizada para hablar de pobreza, pero John sí porque la había vivido. Y según Worsley, hay otras razones que explican el origen de su aversión a la autoridad y por qué su voluntad revolucionaria acabó convirtiéndose en una especie de ansiedad. «Sentía que tenía que hacer algo más constantemente, y creo que esa ansiedad se remonta a su infancia», concluye el productor. «Fue rechazado por su madre, tuvo un padre ausente, luego su madre reapareció en su vida a los 14 años, lo introduce a la música y le compra una guitarra, antes de que a los 16 sea asesinada al ser atropellada por un policía borracho fuera de servicio. ¿No está todo ahí?».