Pese a ser dos directores acostumbrados a convivir con la controversia, nada había preparado a Mariano Cohn y Gastón Duprat para el terremoto que se descandenó en Argentina con el estreno de ‘Homo argentum’, un cáustico retrato de algunos rasgos arquetípicos del carácter bonaerense presentado en 16 episodios, todos interpretados por Guillermo Francella, con quien ya habían trabajado en la serie ‘El encargado’. La película congregó a dos millones de espectadores, generó un encendido debate en los medios y concitó el desprecio de buena parte de la crítica y los elogios de Javier Milei. Ahora llega a España.
Estrenar una película como esta, que no esconde su mala uva, el día de Navidad, ¿es una buena idea?
Gastón Duprat: Nos gusta la fecha. ‘Homo argentum’ es un regalito que les traemos de Argentina. Una caja con 16 peliculitas. Sin mala intención.
¿La película nace de la voluntad de abrir un debate sobre lo que significa ser argentino en 2025?
G.D.: En realidad, no fue nada tan premeditado. La idea surgió de una charla con Guillermo Francella en uno de los parones del rodaje de ‘El encargado’ en la que él dijo que siempre había soñado con hacer una película como ‘Los monstruos’, de Dino Risi [en España se estrenó como ‘Monstruos de hoy’]. La vimos, tomamos la idea de la película episódica y la llenamos con contenido propio. Son historias de Buenos Aires y con protagonistas masculinos, que eso también le da una perspectiva; no se trata de decir «así somos los argentinos», de ninguna manera, aunque luego el debate giró un poco en torno a eso. Cuando le pasamos el guion a Guillermo, él pensaba que iba a hacer uno o dos papeles, pero le insistimos en que tenía que protagonizar todos los episodios. Así que, después de muchas dudas, porque era algo muy arriesgado, aceptó y ya nos lanzamos.
‘Monstruos de hoy’ mostraba la cara más fea de la sociedad italiana con una brutalidad que en ‘Homo argentum’ está algo más contenida, ¿no?
G.D.: Sí, la nuestra es más suave. Y aun así ha despertado pasiones.
Mariano Cohn: Algo que comparten las dos películas es que llegan en momentos de ebullición, de mucho debate en la sociedad.
También comparten haber gustado mucho al público y muy poco a los críticos.
G.D.: En el caso de ‘Homo argentum’, es cierto que a algunos críticos en Argentina no les gustó, pero a las plumas más sofisticadas del país, sí. La película molestó a los más nacionalistas y tal vez a algunos que se vieron en un espejo y no les gustó lo que reflejaba el espejo. Por otra parte, fue mucha gente a verla en los cines. Es una película que salió de la pantalla y se fue a las casas, a las calles, a los bares para ser discutida. Salió del micromundo gris y tristísimo del cine, que no le interesa a nadie, e impactó por todos lados. Hubo millones de opiniones, hubo muchos ofendidos, muchos que odiaron la película, muchos que la amaron. Tocó un nervio, como el dentista. Para nosotros eso el punto ideal: hacer algo que se convierta en más que una película.
«La opinión de Milei sobre la película es una más dentro de los dos millones de espectadores que fueron a verla»
Que Javier Milei la defendiera públicamente como «una obra de arte ‘antiwoke'», ¿le hizo bien a la película o la condenó a quedar secuestrada por la política?
M.C.: Ya desde ‘El hombre de al lado’ [de 2009] estamos acostumbrados a que se opine mucho de nuestra obra, que haya gente que se la quiera apropiar, ya sea desde un gobierno o desde un partido político. Nosotros no estamos alineados con ningún partido y la película, mucho menos. La de Milei es una opinión más dentro de los dos millones de espectadores que fueron a verla.
G.D.: Cuando algo es tan masivo, las interpretaciones son imposibles de controlar. No importa que yo esté o no de acuerdo con lo que piensa alguien que la vio. Que Milei saliera a hablar de ‘Homo argentum’ sumó al disparate, a todo lo insólito que pasó. También la presidenta Cristina [Fernández de Kirchner] pidió ver la película, porque está con una tobillera electrónica y no puede salir de la casa.
M.C.: Hubo todo un debate periodistico sobre si correspondía que tuviera aceso a un ‘link’ estando presa.
G.D.: Bueno, nosotros lo autorizamos [risas]. Eso también fue parte del folclore. Y luego hubo cosas aún más disparatadas, como que durante un mes los noticieros de todos los canales de televisión se ocuparan de la película, que fuéramos ‘trending topic’ en todas las redes sociales durante semanas…
M.C.: Que una asociación nacionalista nos quisiera quitar la ciudadanía argentina…
¿Por qué creen que la película generó una reacción tan visceral?
M.C.: Cuando añades como condimento unas gotas de incorrección en un momento de tanta corrección política, ya sabes que habrá quien se ofenda. Pero la dimensión de esto nos ha sorprendido. Tal vez es porque se mete con algunos temas sagrados con los que el cine y la televisión, por lo menos en Argentina, no se habían metido nunca.
G.D.: Una cosa que ha ofendido mucho de la película es que sacamos a un ‘cura villero’ [un sacerdote que vive en un barrio precario], que es una figura que nunca había sido retratada. A los críticos les molestó mucho, porque en Argentina el progresismo va con crucifijo, y eso es importante. El cine argentino, que nunca ha sido demasiado valiente en la denuncia y solo empezó a denunciar cuando ya la cosa estuvo consumada, siempre retrató a los curas como nobles, transparentes, bienintencionados y solidarios. Y bueno, no, también tienen sus contradicciones.

Guillermo Francella, interpretando al director de cine más cretino del mundo en ‘Homo argentum’. / A Contracorriente
Uno de los episodios retrata con bastante malicia la hipocresía de un director de cine. ¿Cómo se lo han tomado sus colegas?
G.D.: Algunos se enojaron mucho. También muchos críticos se ofendieron. Lo que sí te puedo decir es que nosotros disfrutamos mucho escribiéndolo. Es algo muy patético lo que sucede con los artistas cuando suben a los escenarios a recibir premios y aprovechan para defender causas nobles de las cuales no saben un carajo y que les importan aún menos, y hasta lloran y qué sé yo. Es algo que siempre me llamó la atención, me parecía insólito, y, aunque estaba bien a la vista, nadie lo había puesto en una película. Nosotros lo hemos hecho. Además, el episodio se llama ‘Un film necesario’, cuando lo peor que le puede pasar a una película es que sea necesaria.
M.C.: Lo de ‘necesario’ es una categoría reciente pero que se aplica un montón. El súmum del ‘filme necesario’ es cuando pasar a ser ‘de visión obligatoria’. O sea, que tiene que se proyectado en todos los colegios, todos lo tienen que ver. Para ‘Homo argentum 2’ vamos a hacer eso.
¿Habrá segunda parte?
M.C.: Sí, por supuesto. ‘Homo Argentum 2. Un filme de visión obligatoria’. Ese va a ser el título [risas].
¿Hasta qué punto el hecho de presentar una película dividida en 16 micropelículas es una forma de conectar con los nuevos hábitos de consumo audiovisual, especialmente del público joven?
M.C.: Eso es algo que nos lo han dicho como crítica, como si fuese algo de inferior categoría. A nosotros, todo lo que sea el cruce del cine con la televisión, con el documental, con el videoarte y con otras formas de experimentar el audiovisual siempre nos gustó y nuestras películas están llenas de guiños a eso, porque es lo que hace que el cine evolucione un poquito más rápido.
G.D.: A mí no me molesta para nada que la película se vea en un teléfono o que se vean fragmentos en TikTok. No anhelo la sala de barrio, el cine viejo… Que cada uno de lo vea como quiera. Yo prefiero verla en una pantalla grande o en un buen televisor con un buen equipo de sonido , pero si un chico la quiere ver en un teléfono en el metro, adelante.
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