El balance de la primera década del Acuerdo de París no puede reducirse a una evaluación binaria de éxito o fracaso sino que requiere reconocer simultáneamente sus logros limitados y sus insuficiencias estructurales

El Acuerdo ha establecido un marco normativo de referencia internacional que ha modificado incentivos económicos, generado obligaciones de transparencia y rendición de cuentas a través del mecanismo de revisión global, empoderado a movimientos sociales que exigen a sus gobiernos el cumplimiento de los compromisos climáticos y modificado narrativas dominantes en sectores financieros y empresariales que hace una década negaban abiertamente la necesidad de transformación del sistema energético

La evidencia de cambios en las tendencias de inversión en combustibles fósiles documentada por el Production Gap Report sugiere que el Acuerdo está teniendo efectos materiales sobre las dinámicas económicas reales más allá de su dimensión meramente declarativa

Sin embargo estos avances resultan dramáticamente insuficientes frente a la magnitud del desafío climático: las emisiones globales continúan creciendo cuando deberían estar reduciéndose a un ritmo del 7-8% anual para mantenerse dentro del objetivo de 1,5°C según el IPCC, las contribuciones determinadas nacionales actuales nos sitúan en una trayectoria de calentamiento superior a 2,5°C con impactos catastróficos previsibles y los mecanismos de financiación climática internacional siguen siendo claramente insuficientes tanto en volumen como en accesibilidad para los países más vulnerables

Los obstáculos identificados en este análisis son fundamentalmente de naturaleza política más que técnica o económica: las tecnologías necesarias para la transición energética existen y son económicamente competitivas, los costes de la inacción superan ampliamente los costes de la acción según todos los análisis económicos rigurosos disponibles

Lo que falta es voluntad política de enfrentar los intereses de las industrias fósiles y los sectores económicos dependientes de ellas, de redistribuir recursos hacia los países y poblaciones más vulnerables y de priorizar el interés colectivo de largo plazo sobre los intereses particulares de corto plazo de élites económicas y políticas nacionales

El contexto geopolítico actual caracterizado por el retroceso estadounidense, el debilitamiento europeo y la estrategia ambivalente de las potencias emergentes reduce significativamente las perspectivas de avances sustanciales en la próxima década a menos que se produzcan cambios políticos profundos impulsados desde los movimientos sociales y la ciudadanía organizada

El Acuerdo de París ha demostrado que la cooperación multilateral puede generar marcos de referencia compartidos y modificar tendencias económicas de fondo, pero su efectividad última dependerá de que estos marcos se traduzcan en políticas nacionales vinculantes con mecanismos de cumplimiento efectivos y recursos suficientes, algo que hasta el momento no se ha materializado en la escala y velocidad necesarias para evitar los escenarios climáticos más peligrosos identificados por la ciencia.

 

París, 10 años después

 

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