Pablo Malo Segura
El uso del plasma rico en plaquetas (PRP), y especialmente del L-PRF supone un apoyo biológico en cirugía oral e implantología. Sin embargo, su aplicación debe basarse en protocolos estandarizados y en una correcta indicación clínica. Así lo indica en una entrevista con iSanidad el Dr. Rafael Alvarado, que explica cómo actúa el L-PRF en los procesos de cicatrización, en qué pacientes y procedimientos marca una diferencia real y cuál será su evolución en la odontología regenerativa.
¿Cómo actúa el plasma rico en plaquetas para favorecer la cicatrización y la regeneración de tejidos en la cavidad oral, y qué grado de evidencia clínica respalda su eficacia?
El plasma rico en plaquetas, y en nuestro caso, el L-PRF, se obtiene a partir de la sangre del propio paciente y concentra plaquetas y factores de crecimiento que participan de forma natural en la reparación de los tejidos. La fibrina del L-PRF forma una matriz estable que actúa como andamiaje biológico, favoreciendo la angiogénesis, la llegada de células reparadoras y una cicatrización más ordenada tanto en encía como en hueso.
«El L-PRF se obtiene a partir de la sangre del propio paciente y concentra plaquetas y factores de crecimiento que participan de forma natural en la reparación de los tejidos»
La evidencia clínica disponible es prometedora, especialmente en las fases iniciales de la cicatrización, aunque los estudios publicados son heterogéneos. Por tanto, el mensaje debe ser optimista pero prudente: es una herramienta útil, pero no un sustituto de una técnica quirúrgica adecuada ni un atajo biológico.
¿En qué procedimientos y tipos de pacientes considera que el PRP marca una diferencia más relevante?
En aquellos procedimientos que requieren una regeneración amplia y una cicatrización especialmente controlada. En concreto, en elevaciones de seno maxilar, extirpación de grandes quistes y en extracciones complejas donde queremos preservar el alveolo para una futura colocación de implantes.
También ofrece ventajas en pacientes con factores de riesgo (fumadores, diabéticos controlados, personas con enfermedad periodontal o en tratamientos con fármacos antiresortivos) en quienes la cicatrización suele ser más lenta. En estos perfiles, el L-PRF ayuda a estabilizar mejor los tejidos blandos y reduce la probabilidad de complicaciones tempranas.
«El PRP marca una diferencia más relevante en elevaciones de seno maxilar, extirpación de grandes quistes y en extracciones complejas donde queremos preservar el alveolo para una futura colocación de implantes»
La preparación del PRP puede variar según el sistema utilizado. ¿Qué aspectos técnicos son necesarios para obtener un producto de calidad y resultados predecibles?
Creo que el punto clave es la estandarización del proceso. Para obtener un PRP o L-PRF de calidad se necesita: un sistema de centrifugación validado con tiempos y velocidades constantes; toma de sangre adecuada, evitando agitación excesiva y trabajando con tubos estériles específicos; procesar la muestra de forma inmediata, porque el tiempo entre la extracción y la centrifugación influye directamente en la calidad del coágulo; y manipulación delicada, respetando la integridad de la fibrina para no romper su estructura. Cuando todo el protocolo está bien controlado, los resultados clínicos son más estables y predecibles.
«Para obtener un PRP o L-PRF de calidad se necesita un sistema de centrifugación validado con tiempos y velocidades constantes, toma de sangre adecuada, procesar la muestra de forma inmediata, y una manipulación delicada»
¿Cuáles son los beneficios que ofrece utilizar PRP en odontología? ¿Qué mejoras han obtenido en su clínica en tiempos de recuperación, éxito de implantes o complicaciones postoperatorias?
Los beneficios que vemos en la práctica diaria son claros: cicatrización más rápida de tejidos blandos, mejor estabilización inicial del injerto o del alveolo, y recuperaciones más llevaderas, lo que los pacientes perciben de forma muy positiva.
En el contexto de implantes, no es un sustituto de una buena planificación y una técnica rigurosa, pero sí aporta un entorno biológico más favorable en la fase temprana de integración. En procedimientos grandes, como elevaciones de seno o quistes extensos, hemos observado menos complicaciones inmediatas y una evolución postoperatoria generalmente más predecible.
¿Cómo cree que evolucionará el papel del PRP en la odontología regenerativa durante los próximos años?
Creo que su papel seguirá creciendo, pero de forma ordenada. Veremos protocolos más estandarizados y probablemente más evidencia sólida que defina claramente para qué indicaciones ofrece un beneficio real.
Además, la combinación del PRP con nuevas técnicas de regeneración ósea, planificación digital y cirugía guiada hará que se integre cada vez más en los procedimientos avanzados. No lo imagino como una solución universal, pero sí como una herramienta biológica útil para determinados casos.