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En los despachos de La Moncloa, donde se tejen las estrategias a largo plazo para el mapa audiovisual del país, el Gobierno de Pedro Sánchez ha dado un paso que no pasa desapercibido. El concurso para adjudicar una nueva licencia de televisión digital terrestre en abierto, impulsado con discreción pero con claras intenciones, parece tener un ganador en la sombra: un proyecto respaldado por empresarios cercanos al PSOE y con un inversor internacional de peso, el argentino José Luis Manzano.
Este empresario, nacido en Mendoza en 1956, no llega como un desconocido en los círculos de poder. En su país, Manzano es un viejo zorro de la política y los negocios: fue ministro del Interior durante el mandato de Carlos Menem, uno de los pilares del peronismo en los años noventa, esa corriente que siempre ha combinado nacionalismo, intervencionismo y lealtades férreas. Tras dejar la política activa, reconvirtió su influencia en un imperio mediático y energético, controlando el Grupo América –con canales como América TV y A24–, además de intereses en electricidad, minería y telecomunicaciones.
Precisamente, Pedro Sánchez ha elegido a este peronista convencido como pieza clave en el proyecto. A través de su fondo Integra Capital, Manzano aportaría el músculo financiero necesario, aunque limitado por la ley española al 25% del capital extranjero. El rostro visible en España es Andrés Varela Entrecanales, quien constituyó la sociedad Servicios Integrados de Entretenimiento Televisivo justo a tiempo para presentar la oferta. Solo dos candidaturas competían: esta y la de Mediaset España. El hermetismo rodea todo: ni línea editorial clara, ni programación anunciada, ni equipo directivo desvelado.
Lo que sí trasciende es el marcado sesgo político que introduce esta elección. Con un peronista al timón financiero, el nuevo canal –provisionalmente bautizado como 7 ‘Siete’– corre el riesgo de convertirse en una extensión de La Moncloa, en lo que muchos ya llaman Tele Moncloa. En un momento en que el Gobierno busca reordenar el espectro radioeléctrico bajo el pretexto técnico del despliegue en Ultra Alta Definición, esta adjudicación huele a maniobra para equilibrar el tablero mediático con un medio afín, que no cambiaría de bando ideológico pase lo que pase en futuras elecciones.
Como ha revelado El Cierre Digital, esta operación no está exenta de controversia. El perfil de Manzano arrastra episodios polémicos en Argentina –acusaciones de vaciamiento empresarial o conflictos laborales, aunque archivados judicialmente–, y genera recelos por su capacidad de influencia en sectores estratégicos. En España, donde la competencia es feroz y la publicidad ya no asegura rentabilidad, lanzar un canal así parece más una apuesta política que empresarial.
Al final, este movimiento refleja una constante en la era Sánchez: priorizar lealtades ideológicas sobre neutralidad. Mientras el país debate sobre pluralismo informativo, el Ejecutivo parece dispuesto a importar modelos foráneos para consolidar su narrativa. El espectro público, una vez más, como herramienta de poder.
