El pasado 19 de diciembre de 2025 quedará marcado como una fecha clave para la astronomía moderna. Ese día, el cometa interestelar 3I/ATLAS alcanzó su punto más cercano a la Tierra y dejó tras de sí algo más que una espectacular estela: un conjunto de anomalías que ha abierto un intenso debate científico. Telescopios de alta resolución han detectado un posible «enjambre de objetos» orbitando de forma coordinada alrededor de su núcleo y un jet periódico de gas cada 17 horas, un comportamiento sin precedentes en cometas observados hasta ahora. Para el astrofísico Avi Loeb, director del Proyecto Galileo, estos datos obligan a cuestionar la naturaleza estrictamente natural del objeto.

La combinación de trayectoria ajustada, aceleración no gravitacional y actividad rítmica ha disparado las hipótesis: desde una fragmentación extremadamente compleja hasta escenarios en los que 3I/ATLAS podría ser una sonda tecnológica o incluso una “nave nodriza” procedente de otro sistema estelar.

Un visitante interestelar muy distinto a los anteriores

3I/ATLAS es el tercer objeto interestelar identificado que atraviesa el Sistema Solar, pero su comportamiento lo sitúa en una categoría aparte. A diferencia de otros visitantes cósmicos, no solo ha dejado una estela de polvo y gas, sino también señales que, según varios equipos de investigación, no encajan del todo en los modelos estándar de cometas.

Durante meses, observatorios de todo el mundo han seguido su trayectoria en detalle, aprovechando el máximo acercamiento de diciembre para recopilar datos espectroscópicos e imágenes de alta resolución. Ha sido en este proceso cuando se han detectado las estructuras que parecen acompañar al núcleo, descritas como un conjunto de objetos distribuidos de forma ordenada en torno al cometa.

El “enjambre” que intriga al Proyecto Galileo

Ha sido Avi Loeb, profesor de Harvard y responsable del Proyecto Galileo, quien ha llevado el debate un paso más allá. En su análisis, habla de un «enjambre de objetos» o posibles estructuras coordinadas orbitando alrededor del núcleo de 3I/ATLAS, algo que, de confirmarse, no tendría precedentes en este tipo de cuerpos.

A ello se suma la detección de un jet gaseoso periódico, un chorro que se activa rítmicamente cada 17 horas. En los cometas conocidos, la emisión de material suele estar ligada a la rotación y al calentamiento irregular de la superficie, pero no se había registrado hasta ahora un patrón tan estable y repetitivo. Para Loeb, este comportamiento podría apuntar a mecanismos de activación no puramente naturales, o al menos a una física que aún no se comprende por completo.

Una trayectoria que parece diseñada

Otro de los elementos que alimenta la controversia es la trayectoria de 3I/ATLAS. Loeb ha subrayado que la orientación de los chorros parece apuntar de forma preferente hacia el Sol, lo que habría generado una aceleración no gravitacional difícil de explicar únicamente mediante procesos de desgasificación aleatoria.

«La trayectoria de 3I/ATLAS parece ajustada con precisión quirúrgica», ha señalado el astrofísico, llamando la atención sobre el encuentro planificado con la gravedad de Júpiter previsto para marzo de 2026. Según esta hipótesis, el cometa podría estar utilizando una especie de asistencia gravitatoria y solar para modificar su ruta, en una maniobra que recuerda a la que utilizan algunas sondas espaciales diseñadas por agencias humanas.

¿Sonda, nave nodriza o fragmentación extrema?

Las preguntas se multiplican a medida que se acumulan los datos. ¿Podría 3I/ATLAS ser una sonda tecnológica interestelar? ¿Una nave nodriza destinada a desplegar dispositivos en Júpiter o en su entorno? Estas hipótesis, lejos de ser mayoritarias en la comunidad científica, ganan presencia en el debate por la singularidad del caso y por el historial de investigación de Loeb en objetos interestelares anómalos.

En el extremo opuesto, otros investigadores apelan a la cautela y señalan que las estructuras detectadas podrían responder a procesos de fragmentación complejos, a expulsiones de material en fases sucesivas o incluso a fenómenos aún no bien modelizados en cometas procedentes de otros sistemas estelares. Para ellos, la prioridad es agotar las explicaciones naturales antes de atribuir el comportamiento a posibles tecnologías de origen desconocido.

El panel superior muestra una imagen de 3I/ATLAS, tomada el 15 de diciembre de 2025 a las 02:28:12 UTC con un telescopio de 0,25 metros en Calabria, Italia. El panel inferior incluye el mapa de brillo obtenido con un filtro de gradiente de rotación Larson-Sekanina sobre una fracción de todo el campo de visión, que abarca 0,86 por 0,39 millones de kilómetros y presenta una anticola que se extiende hasta medio millón de kilómetros desde 3I/ATLAS en dirección al Sol hacia la parte inferior izquierda. (Crédito de la imagen: Toni Scarmato)
El panel superior muestra una imagen de 3I/ATLAS, tomada el 15 de diciembre de 2025 a las 02:28:12 UTC con un telescopio de 0,25 metros en Calabria, Italia. El panel inferior incluye el mapa de brillo obtenido con un filtro de gradiente de rotación Larson-Sekanina sobre una fracción de todo el campo de visión, que abarca 0,86 por 0,39 millones de kilómetros y presenta una anticola que se extiende hasta medio millón de kilómetros desde 3I/ATLAS en dirección al Sol hacia la parte inferior izquierda. (Crédito de la imagen: Toni Scarmato)

Ciencia, escepticismo y vigilancia permanente

En medio del debate, un consenso sí parece claro: 3I/ATLAS se ha convertido en uno de los objetos más vigilados del cielo. Telescopios como el Hubble y el James Webb han incorporado al cometa a sus programas de observación, con el objetivo de recopilar la máxima cantidad de información antes y después del encuentro gravitatorio con Júpiter.

Los datos que arrojen estas campañas serán clave para discernir si las anomalías observadas pueden explicarse dentro del marco de la física conocida o si, por el contrario, estamos ante un fenómeno que obligue a replantear algunas de nuestras certezas sobre la materia interestelar… e incluso sobre la posibilidad de que existan artefactos tecnológicos más allá de la Tierra.

Un enigma que pone a prueba la ciencia… y la imaginación

Más allá de las interpretaciones, el caso 3I/ATLAS ya ha logrado algo poco habitual: situar en el centro del debate científico y mediático la frontera entre lo conocido y lo posible. El contraste entre el escepticismo prudente de buena parte de la comunidad y la apertura de figuras como Loeb a escenarios más audaces refleja una tensión que acompaña a la ciencia desde sus orígenes.

En los próximos meses, cada nuevo dato sobre el cometa interestelar servirá para afinar modelos, descartar hipótesis y quizá confirmar sorpresas. Sea o no un objeto artificial, 3I/ATLAS se perfila como un caso de estudio que exigirá lo mejor de la instrumentación astronómica actual y, sobre todo, una discusión rigurosa sobre los límites de nuestra comprensión del cosmos.