Miles de perros en Estados Unidos participan en ensayos con fármacos como LOY-002 y rapamicina, que buscan retrasar el envejecimiento, mejorar la salud y abrir un nuevo capítulo en la medicina de longevidad para animales y humanos

En Estados Unidos ya se desarrolla una revolución discreta en clínicas veterinarias y hogares donde más de 2.000 perros participan en ensayos para probar medicamentos que prometen alargar su vida. Los proyectos STAY y TRIAD se convierten en laboratorio vivo para una nueva generación de fármacos antienvejecimiento.

La empresa biotecnológica Loyal dirige el ensayo STAY con la pastilla LOY-002, mientras que el consorcio académico Dog Aging Project coordina el estudio TRIAD con rapamicina. Ambos experimentos buscan retrasar procesos biológicos asociados al envejecimiento y prolongar los años de vida saludable de las mascotas.

Los investigadores no solo se interesan por la longevidad canina, ya que consideran al perro un modelo privilegiado para la ciencia del envejecimiento humano. Los canes comparten entorno, hábitos y enfermedades con las personas, por tanto aportan información más cercana a la realidad clínica que los clásicos ratones de laboratorio.

envejecimiento perros La elección del perro para la aplicación de los fármacos LOY-002 y rapamicina se debe a que lo consideran un modelo privilegiado para la ciencia del envejecimiento humano / mediotiempo.com

La magnitud de los ensayos sorprende incluso en el mundo científico. STAY incluye a más de 1.300 perros de pequeño tamaño y edad avanzada. TRIAD incorpora a unos 850 perros grandes, con seguimiento de varios años, lo que permite observar efectos sobre corazón, metabolismo y riesgo de enfermedades asociadas a la edad.

 La pastilla LOY-002 y la longevidad canina

El proyecto STAY se centra en perros de más de 10 años y menos de 6 kilos que reciben una pastilla diaria con sabor a carne. La hipótesis de Loyal plantea que LOY-002 imita los efectos de la restricción calórica, intervención que prolonga la vida en múltiples modelos animales sin necesidad de reducir la cantidad de alimento.

La empresa ha recaudado más de 150 millones de dólares para financiar la investigación y la futura comercialización. Además, colabora con más de 70 clínicas veterinarias en Estados Unidos, lo que permite reclutar una cohorte diversa de perros de compañía y evaluar resultados en condiciones reales, no solo en entornos controlados.

La Administración de Alimentos y Medicamentos de Estados Unidos otorgó a LOY-002 un reconocimiento inédito. La agencia considera que existe una expectativa razonable de eficacia, paso regulatorio que acerca el medicamento a una aprobación condicional si los datos finales confirman seguridad y beneficios en longevidad y calidad de vida.

vida farmacos/ clarin.com

Los estudios iniciales de Loyal con varios cientos de perros no detectan efectos adversos graves, según los comunicados disponibles. Los investigadores miden movilidad, energía, interacción con la familia y aparición de enfermedades, porque el objetivo declarado se orienta a ampliar la etapa de vida activa y no a prolongar una vejez frágil.

TRIAD y la rapamicina: ciencia pública para entender el envejecimiento

El ensayo TRIAD forma parte del Dog Aging Project, un programa de ciencia abierta que estudia el envejecimiento en decenas de miles de perros de compañía. El subestudio con rapamicina se enfoca en animales de razas grandes, entre 7 y 10 años, con pesos que oscilan entre 18 y 50 kilos.

La rapamicina fue descubierta en los años setenta en bacterias del suelo de Rapa Nui y se utiliza en medicina humana para prevenir el rechazo de órganos trasplantados. Investigaciones posteriores revelan que actúa sobre la proteína mTOR, reguladora del metabolismo celular, la inflamación crónica y la capacidad de reciclaje interno de las células.

En TRIAD, los perros reciben cápsulas con rapamicina o placebo durante un año. Luego los equipos veterinarios realizan un seguimiento de al menos 2 años adicionales. El diseño doble ciego asegura que ni familias ni investigadores conozcan quién recibe el fármaco rea. De esta manera se reducen los sesgos en la interpretación de los resultados.

vida / standret / Freepik

Estudios piloto previos con dosis bajas de rapamicina ya mostraron mejoras en la función ventricular izquierda del corazón de un pequeño grupo de perros. Además, no se registraron efectos adversos significativos en esas pruebas preliminares. El proyecto cuenta con apoyo del Instituto Nacional del Envejecimiento de Estados Unidos. El organismo ha entregado una subvención cercana a 7 millones de dólares.

Modelo clave para la longevidad humana

La elección del perro como modelo de envejecimiento obedece a razones biológicas y sociales. A diferencia de los ratones de laboratorio, los perros comparten con las personas el hogar, la dieta, la exposición a contaminantes y la organización diaria. Esa convivencia genera patrones de enfermedad más parecidos a los humanos.

Investigaciones recientes describen en perros cambios en genes relacionados con metabolismo e inmunidad que se asocian al envejecimiento. Además, estudios del Dog Aging Project empiezan a identificar biomarcadores sanguíneos que reflejan el deterioro de órganos, como riñones y corazón. Esto facilita medir el impacto real de fármacos antienvejecimiento.

La enorme diversidad de razas aporta un laboratorio natural para estudiar cómo influyen tamaño, genética y estilo de vida sobre la duración de la vida. Perros pequeños como chihuahuas superan con frecuencia los 15 años, mientras que razas gigantes apenas alcanzan 10, diferencia que permite comparar respuestas a intervenciones farmacológicas.

Además, los perros desarrollan patologías frecuentes en humanos, como cáncer, diabetes, obesidad y artritis. Esa coincidencia convierte cada avance en geriatría veterinaria en una pista potencial para la medicina humana. Especialistas en longevidad señalan que un resultado positivo en perros tiene más relevancia translacional que muchos experimentos en roedores.

El seguimiento prolongado de miles de perros de compañía genera bases de datos sobre hábitos, alimentación, actividad física y entorno urbano o rural. Esa información permite relacionar variables ambientales con ritmo de envejecimiento y respuesta a tratamientos, algo difícil de lograr en poblaciones humanas por costes y complejidad logística.

estados/ revistagq.com

Promesas, riesgos y dilemas

La posibilidad de sumar años de vida saludable a las mascotas emociona a millones de dueños en todo el mundo. Además, abre un mercado millonario para la industria biotecnológica. Fármacos como LOY-002 aspiran a ocupar un lugar junto a vacunas, antiparasitarios y dietas especiales dentro del catálogo veterinario.

Sin embargo, organizaciones animalistas y parte de la comunidad científica señalan varias preocupaciones. El uso de animales en ensayos plantea preguntas sobre bienestar, consentimiento y mortalidad durante las pruebas. Algunos críticos se preguntan cuántos perros podrían sufrir efectos no deseados antes de lograr un perfil de seguridad aceptable.

También surgen dudas sobre desigualdad y acceso. Un tratamiento mensual que ronda los 100 dólares se sitúa fuera del alcance de muchas familias, sobre todo en países con salarios bajos. El riesgo consiste en crear una brecha donde solo determinados hogares pueden pagar años extra de vida saludable para sus mascotas.

Otra discusión se centra en el significado de alargar la vida sin transformar las condiciones sociales que afectan a animales y humanos. La ciencia puede ofrecer más tiempo, pero la calidad de ese tiempo dependerá de cuidado, ejercicio, vínculos afectivos y entorno. Veterinarios recuerdan que sin una buena base, cualquier fármaco tendrá impacto limitado.

Especialistas en longevidad observan con atención cada dato que surge de STAY y TRIAD. Si LOY-002 y rapamicina demuestran que prolongan la esperanza de vida de perros sin efectos graves, empresas y laboratorios redoblarán los esfuerzos para diseñar versiones contra el envejecimiento adaptadas al organismo humano, con la intención de extender la juventud biológica. Aunque varios expertos advierten que la extrapolación de datos caninos a humanos requiere prudencia.

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