Desde el Palacio de Las Meleguinas hasta los terrenos de Almatriche. Una UD Las Palmas que se abona al poder y a la idea de querer explotar el Estadio de Gran Canaria de cara al Mundial de 2030. Una guerra fría con el Cabildo por ver quién termina de ganar una batalla que por el momento perjudica a los vecinos de la zona, esos que ya sufren el descontrol de los partidos, conciertos y ferias que se llevan a cabo en el actual feudo amarillo, ubicado a tan solo dos kilómetros de los nuevos terrenos adquiridos recientemente por el presidente de la entidad Miguel Ángel Ramírez.

Enrique Bonet y Araceli Artiles, vecinos de Almatriche / ANDRES CRUZ
El plan estratégico del club a la hora de comprar los terrenos pasa por la construcción de un gimnasio, cafeterías, cines, pisos y tiendas. Y en la recámara, la posibilidad de construir un nuevo estadio. Una noticia que al barrio de Almatriche ha sentado como un jarro de agua fría, más que nada porque en agosto de este año, después de varias décadas de reivindicaciones, consiguieron que el Ayuntamiento diera protagonismo a los peatones de la zona con la reurbanización de la GC-310 entre Siete Palmas y el cruce del Zardo. Obras que todavía no han comenzado. «¿Que en estos terrenos quieren hacer un estadio? Esto es absurdo. Estamos hablando de un barrio que ni siquiera tiene aceras, donde no hay aparcamiento y donde hay edificios y negocios por todos lados», apunta una taxista.
La batalla pública por la explotación del Estadio de Gran Canaria comenzó el 17 de diciembre, el día en el que se llevó a cabo la cena de Navidad de la UD Las Palmas. En ella, el máximo mandatario del club expresó su deseo y convicción de que la UD Las Palmas terminaría gestionando el recinto. «Que nadie lo dude, vamos a gestionar el Estadio», aseguró en su discurso para terminar añadiendo «lo único que puedo garantizar es que si cuando llegue el momento la UD Las Palmas no puede explotar el estadio, la UD no jugará nunca más en este estadio». Diez horas después, llegó la contestación del presidente del Cabildo Antonio Morales. «El Cabildo no va a permitir ningún chantaje de nadie. Todavía no hay nada concretado, no hemos entrado a valorar el asunto pero el interés público debe primar por encima de todo», subrayó.
Un proyecto ambicioso
Y entre balas perdidas entre la entidad pública y el club amarillo, la reacción de un presidente que quiere manejar los ingresos que genera su equipo y cuyo proyecto se presentaría en febrero de 2026. «En cuatro años [de 2030 a 2034], tendremos recursos para levantarlo (…) No sé si hay una adjudicación directa o iremos con todo a la explotación, pero pasamos a la acción», realzó Miguel Ángel Ramírez a este periódico hace unos días.

Cartel que avisbaa de que los terrenos estaba a la venta, antes de ser comprados por la UD / ANDRES CRUZ
La calle Juan Hidalgo es una de las más afectadas si finalmente se lleva a cabo el proyecto. Ahí, los vecinos de toda la vida, esos que pasean desde hace años con sus mascotas y salen a caminar, siguen incrédulos por la compra de los terrenos por parte de la UD Las Palmas. «Si quiere hacer aquí su propio estadio que lo haga, eso no me preocupa. Pero no lo va a hacer. Esto es una medida de presión para que el Cabildo ceda y le deje el Estadio de Siete Palmas, que es lo que a él se le ha antojado ahora como regalo de Navidad», expresa Antonio Padrón. Otro vecino de la zona, sin embargo, abre el debate con una reflexión que invita al optimismo, sobre todo teniendo en cuenta que para que esto ocurra tendrán que haber pasado varios años (2030-2034). «Si lo hacen enriquecerá la zona, todas las cosas tienen su lado bueno y su lado malo y es una incógnita lo que puede pasar», recalca.
«¿Para qué hacer otro estadio si la sociedad no lo pide? Está claro que el dinero va siempre a donde hay dinero»
Pero el levantamiento de un nuevo estadio preocupa a un porcentaje del pueblo, independientemente si son vecinos de la zona o si simplemente la frecuentan por temas de trabajo, ya sea porque tienen un negocio por los alrededores o porque son habituales por sus clientes. «Esto es una locura, nadie está pensando bien las cosas. Aquí ni siquiera hay para aparcar y ¿en serio quieren hacer un estadio?, se pegunta incrédula por la situación una trabajadora de la zona.

Rocío Morón paseando por la zona de Almatriche con sus dos perros / ANDRES CRUZ
Enrique Bonet y Araceli Artiles, que pasean cada tarde por la zona en la que están ubicados los terrenos, van más allá y disparan contra los responsables de esta «absurdez», tal y como la describen. Aunque ellos llevan toda la vida viviendo en la calle paralela, aseguran que los vecinos cuyo edificio da directamente a estos terrenos son capaces de «sacar la escopeta» si en ese espacio se termina construyendo un nuevo estadio de fútbol. «Nos echaron del Insular porque molestaba a los vecinos, la afición sigue con la herida abierta de esa ruptura. Nos hicieron mudarnos a Siete Palmas y ahora resulta que estamos en las mismas, porque se ha construido tantas casas y negocios que sigue molestando», indica Enrique, que aunque vive a algo más de un kilómetro del feudo amarillo, se goza cada quince días el escándalo de los partidos de la UD, así como conciertos y eventos.
La opinión del pueblo
«Nosotros solo pedimos que no nos molesten, que cuenten con nosotros y que nos pidan opinión a la hora de levantar zonas de ocio de estas características», expresa Araceli, quien está dispuesta a salir junto al resto de vecinos en una manifestación si esto sigue adelante. «Es inviable, tienen que buscar un sitio alejado de la población, donde no se formen atascos, donde haya sitio para aparcar y que el aficionado vaya con ganas a ver un partido, pero esto que están haciendo no tiene ni pies ni cabeza y nadie lo puede entender», apunta molesta. «Esto no depende de las familias, tienen que ser los propios políticos los que den un golpe sobre la mesa».
Y entre debates abiertos de si está bien o mal la nueva iniciativa del conjunto amarillo, la reflexión de que por qué un nuevo estadio de fútbol si la sociedad no lo requiere. «Lo que está claro es que el dinero siempre va a donde hay dinero. Llevamos 20 años reclamando accesos pero se desoye al pueblo, y ahora resulta que lo que iba a ser un espacio para viviendas va a terminar siendo un área de ocio», apunta Rocío Morón, que pasea junto a sus perros por los terrenos que ahora son propiedad de la UD Las Palmas. Un debate que se abre de cara al futuro y que cuenta con los diferentes puntos de vista de un porcentaje de la vecindad.
Suscríbete para seguir leyendo