Jorge Pastor

Sábado, 27 de diciembre 2025, 23:41

Los azucarillos están llenos de frases lapidarias de Paulo Coelho, Groucho Marx y Aristóteles. Pero hay otros genios menos famosos que hicieron reflexiones que bien merecen una entrada en los libros de aforismos. Uno de ellos –aunque se sonrojaría si alguien hablara de él en términos tan laudatorios– se llama Antonio Jiménez Torrecillas. Murió hace diez años y legó a los granadinos algunos de los edificios más bellos e interesantes de España. Tanto que son estudiados en los libros de texto y en las facultades. Jiménez Torrecillas dijo «vivo en el mundo y duermo en Granada». Y lo dijo para reivindicar la pertenencia a un mundo global desde una perspectiva local. Para ser más exactos, desde la perspectiva de un tipo sencilllo que tenía su estudio en la Carrera del Darro. «Trabajaba en la sala de estar de mis padres, huía de los divismos», asegura Pilar Jiménez Torrecillas, su hermana menor.

Pilar, más conocida como Pilar Dalbat, diseñadora de moda, considera que este décimo aniversario del fallecimiento de Antonio no es solo una buena oportunidad para poner en valor construcciones tan increíbles como la estación del metro de Alcázar Genil, sino también su propia persona. «Cambió la vida de muchos», afirma Pilar con orgullo. «Era capaz de sacar lo mejor de cada uno de nosotros».

Casa en Rota de Jiménez Torrecillas con paredes atravesadas por árboles.

Casa en Rota de Jiménez Torrecillas con paredes atravesadas por árboles.

ANTONIO LUIS MARTÍNEZ

Uno de sus grandes amigos era Alejandro Muñoz Miranda. Jiménez Torrecillas codirigió su tesis junto a Kenneth Frampton y posteriormente coincidieron, los dos como profesores, en el departamento de Proyectos de la Escuela de Arquitectura de Granada. «Él –comenta– siempre trabajó el patrimonio desde una perspectiva vanguardista». Y fruto de esta visión son inmuebles tan relevantes como el Centro José Guerrero, en la calle Oficios. «Logra que su recorrido sea una sorpresa», dice Muñoz Miranda. Su principal singularidad, ese gran ventanal abierto a la Catedral en la última planta. Un mirador que conecta directamente a José Guerrero con su propia historia, ya que el pintor tuvo durante años su taller en la torre de la Catedral y se confesó admirador de Alonso Cano.

«Cada una de las salas –explica– son una especie de cajas herméticas separadas de las fachadas por unas zonas intermedias pensadas para proyecciones y para la propia actividad expositiva». En el exterior, cabe destacar el revestimiento con planchas de piedra de Sierra Elvira de gran formato –lo normal es que las piezas sean más pequeñas–, un material noble en sintonía con la importancia del monumento que tiene enfrente.

Antonio Jiménez Torrecillas.

IDEAL

Imagen principal - Antonio Jiménez Torrecillas.

Imagen secundaria 1 - Antonio Jiménez Torrecillas.

Imagen secundaria 2 - Antonio Jiménez Torrecillas.

Fue un proyecto complicado –y cuya finalización se extendió en el tiempo por razones financieras–. Como lo fue la restauración de la Muralla Nazarí. «Una intervención súper moderna para recomponer un lienzo de muralla, de unos cincuenta metros de longitud, que había desaparecido por completo», resume Muñoz Miranda. «Se inventó una experiencia espacial no sobre la huella original, sino desplazándola un metro». El tránsito de intramuros a extramuros se hacía entrando por una puerta que había en un extremo y saliendo por la otra. Y lo hizo dejando espacios entre las lajas de granito, de tal forma que estos agujeros permitían el paso del aire y la luz y que se mirara a través de ellos.

Restauración de la Muralla Nazarí.

Restauración de la Muralla Nazarí.

ANTONIO LUIS MARTÍNEZ

La idea no fue recibida con agrado por parte de los sectores más conservacionistas, que pidieron incluso su demolición. Frente a ellos, los propios profesionales de la arquitectura hicieron piña en torno a Jiménez Torrecillas y su idea de ‘solido capaz’. Es decir, cuando no hay rastro de un elemento, es perfectamente legítima una nueva visión. Antonio Jiménez Torrecillas recibió el Premio Nacional de Intervención en el Patrimonio.

«Antonio siempre trabajó el patrimonio desde una perspectiva de vanguardia»

Alejandro Muñoz Miranda

Arquitecto

Jiménez Torrecillas plasmó toda su maestría en la Estación de Alcázar Genil, a la que acuden expertos de todo el mundo por ser un ejemplo de integración de los restos arqueológicos. Ahí, en el transcurso de los trabajos, ‘salió’ un enorme albercón de una residencia musulmana datado en el siglo XIII. Tan grande que en su lámina de agua se simulaban batallas navales. El arquitecto respetó al cien por cien ese gran contenedor histórico, preservando los pilotes vistos que aportan esa sensación de textura cavernosa.

«Antonio sentía Granada como si fuera suya; estaba enamorado de su belleza»

Pilar Jiménez

Hermana de Antonio

También en Granada hizo la adaptación del museo de Bellas Artes en la primera altura del Palacio de Carlos V, dotándolo de grandes ventanales y de un ascensor hidráulico que no toca las paredes. «Fue una operación de cirugía», subraya Muñoz Miranda.

Estación de Alcázar Genil.

ARIEL C. ROJAS

Imagen principal - Estación de Alcázar Genil.

Imagen secundaria 1 - Estación de Alcázar Genil.

Imagen secundaria 2 - Estación de Alcázar Genil.

Y fuera de Granada hizo mucho y bien. Como la Torre del Homenaje de Huéscar, coronada por una estructura de madera que emerge del corazón de la atalaya. Como el Pósito, también de Huéscar, acometido con las técnicas más actuales.O como una casa en Rota (Cádiz), donde convierte una ruina en un patio en torno al que se distribuye la finca.Los pinos incluso atraviesan los tapiales, un guiño a uno de sus grandes referentes, Bernard Rudofsky. Antonio Luis Martínez fotografió la mayoría de las obras de Jiménez Torrecillas.

Rehabilitación del convento de Santo Domingo de Huéscar.

Rehabilitación del convento de Santo Domingo de Huéscar.

ANTONIO LUIS MARTÍNEZ

Hasta aquí, lo más de lo más de la producción de Jiménez Torrecillas, aunque su biografía y su forma de relacionarse con los demás también merecen una reseña. «Para mí lo fue todo, un verdadero guía», confiesa Pilar. Antonio fue el mayor de una familia de cuatro vástagos –Antonio, Belén, Covadonga y Pilar–. «De mi padre, Antonio, sacó la elocuencia y el don de gentes; yde mi madre, Pilar, el tesón». Antonio Jiménez Torrecillas nació en Hellín (Albacete) en 1962. Tras un periplo junto a sus padres por Salamanca y Oviedo, recaló en Granada con ocho años. Se formó con dieciocho en la Escuela de Arquitectura de Sevilla –la de Granada no se creó hasta bastante después–, «aunque él tenía clarísimo que volvería a Granada y que aquí desarrollaría su carrera», aclara Pilar.

Terraza de casa cueva en el Sacromonte.

Terraza de casa cueva en el Sacromonte.

ANTONIO LUIS MARTÍNEZ

Y así lo hizo. «Sentía Granada como si fuera suya; estaba enamorado de su belleza», refiere Pilar, quien recuerda con emoción vivencias compartidas. «Yo le acompañaba en las visitas a sus obras». «A la de Alcázar Genil veníamos en moto por el túnel, entonces él me contaba todos los detalles y me hablaba, por ejemplo, de las singularidades del conglomerado Alhambra y de que se había formado a partir de los cantos rodados del río». «Yo –prosigue Pilar– admiraba su inteligencia, su sensibilidad y su atractivo». También estuvo junto a él en los momentos más complicados, «que él intentaba siempre sobrellevar con la mayor discreción, para no preocupar a los que le rodeaban y le querían». «Solo lo vi realmente afectado con lo que estaba sucediendo con la Muralla Nazarí, pero lo superó gracias al apoyo de los compañeros y de los que realmente sabían de arquitectura», relata.

  • 1970

    Antonio Jiménez Torrecillas llegó a Granada en 1970, cuando tenía ocho años. Se formó en la Escuela de Arquitectura de Sevilla, aunque no tardó en regresar a Granada.

  • 2017

    La estación de Alcázar Genil se inauguró en septiembre de 2017, dos años después de su fallecimiento. Es visitada por estudiantes de todo el mundo.

El influjo de Antonio en las creaciones de Pilar es más que evidente. «Está presente directa o indirectamente en todas mis colecciones, en Metro, Sacromonte, Abadía,Vega…», señala. «Granada es perfectamente consciente de su valía, pero sería maravilloso que se le rindiera algún tributo en forma de cátedra o poniendo su nombre a alguna calle, como me consta que algunos de sus amigos ya han pedido», indica Pilar.

Mientras tanto, posiblemente el alma de Antonio siga recorriendo en bicicleta el camino de la Fuente de la Bicha. O caminando por la Carrera del Darro. O sonriendo, desde ahí arriba, a su hermana Pilar.

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