Este miércoles en Espejo Público, Isabel Rábago vivió un momento “tierra trágame”frente a Alonso Caparrós al criticar su casa, sin saber que era de su compañero.
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Todo empezó porque el programa comentó en el sofá de Más Espejo algunas de las viviendas de lujo que alquila la inmobiliaria de Georgina Rodríguez. Tras ver varias de estas mansiones, Miquel Valls dio paso a otros hogares mucho más accesibles para la clase media.
El primero que apareció en pantalla era el de Caparrós pero él no lo desveló, ni el resto sabía que se trataba de su casa. “Yo no la alquilaría” decía tajante Rábago. “Los cojines esos no van conmigo. La cama está mal hecha, el techo es demasiado bajo. Esto no tiene esencia ni de hogar”, soltaba y hacía saltar al colaborador que se levantaba a defender la decoración.
Aún así, la periodista continuó con sus críticas: “Las palmeras de los cojines están pasadas de moda, ¿qué significa ese pececito ahí? Esos son palés, ni siquiera es un asiento normal”. Y en ese instante ya Caparrós no aguantó más: “Está hecho a mano por el dueño de la casa, lo que da un toque personal. Es verdad que tengo que pintar un poco la puerta de la casa…”
Rábago cayó en la cuenta de que era la casa de su compañero: “¿A qué es tuya? No sabía que era tuya, es muy bonita, perdón. Ahora estoy viendo la vivienda con otros ojos, ahora veo tu esencia. No tenemos que ser esclavos de la modernidad”, intentó rectificar con risa nerviosa.
Mientras Caparrós lamentaba lo ocurrido: “La estás poniendo a caldo. Me estaba poniendo malo porque me estaba poniendo a parir. Me estaba doliendo el corazón, se ha metido con mis cojines”, bromeó.
También Valls confesaba su sorpresa: “¿Me estáis diciendo que la casa que hemos visto ahora es la de Alonso Caparros? Ahora entiendo la trampa de la mañana, ayer se me manda un mensaje y se me dice: ‘¿me puedes mandar el sitio favorito de tu casa?’” y daba paso a la siguiente fotografía que era un rincón del hogar de Rábago.
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Caparrós, en cambio, fue más benévolo con ella: “Me encanta como tienes los libros porque yo también los tengo así. La manilla de abajo sí que es horrorosa”, decía entre risas. Y la compañera le contestaba: “Me da igual lo que digas porque lo haces del más absoluto rencor, porque sabes que esa foto es mía, pues no”, acabó lamentando por el malentendido.