Entre la multitud de lugares idóneos para veranear en la provincia, más allá de la archiconocida y explotada Playa de San Juan, de la pujante y selecta Albufereta y del paraíso extranjero de Benidorm, en 1975 era también una realidad la Dehesa de Campoamor. Ubicada en la costa de Orihuela, su secreto radicaba en ser un remanso de paz, a diferencia de los otros enclaves citados, cada vez más masificados y objeto de urbanización masiva.
Campoamor contaba con cuatro kilómetros de playa y ofrecía facilidades que otros no podían: un campo de golf, pistas de hielo, zonas polideportivas… Las autoridades reconocían que aquello era ya un éxito turístico y que muchas caras conocidas ya lo habían elegido para desconectar del tumulto anual; entre ellas, tres peces gordos de la política. María Rosa Mirasierras, la periodista de INFORMACIÓN que firmaba aquella noticia deslizaba que algunos de ellos eran Blas Piñar, Adolfo Suárez y Felipe González.
Aquellos días de bañador de día y vestido de fiesta de noche confluían en la sala de fiestas Gallo Rojo, que vivía sus momentos de máximo esplendor. En una entrevista a este diario, su propietario, el polifacético Miguel Vidal Masanet, contaba que el artista que más había cobrado por actuar allí había sido Louis Armstrong: 10.000 dólares. La discoteca, que tal semana como ésta pero de hace 50 años recibía a Serrat, Al Bano y Juan Pardo, tenía un gasto diario de 40.000 pesetas. A Masanet le salían los números, vaya que si le salían…
Sin salir de la farándula, estas páginas recogían una entrevista al cantautor Raimon, desde luego en otro circuito musical, que reconocía, siempre implicándose, que el pueblo valenciano estaba buscando «su propia identidad». También hablaba Juanita Reina, de otro género y otro pensamiento, que veraneaba en El Campello y hablaba así: «Soy lo que soy sin engañar a nadie, ni enseñar nada, además no me gusta la política, sólo pido que siga la tranquilidad en España».
Sin embargo, aquellos días el país vivía una calma tensa, sobre todo con ETA, cuyos dos de sus líderes, Wilson y Txiki, eran detenidos en el marco de la Operación Lobo. El primero se benefició de la amnistía de 1977, pero el segundo sería fusilado por el franquismo apenas un mes después de esta detención.
En Alicante se aprobaba la instalación de un grupo hidroeléctrico para el riego del arbolado del Castillo de San Fernando, siempre olvidado por los políticos de la ciudad, a la sombra de Santa Bárbara. Además, a la ciudadanía le preocupaba el estado de la Concatedral de San Nicolás, que veía cómo se le construía un edificio anejo destinado a ser una residencia sacerdotal. «Nos inquietan las heridas profundas del antiguo claustro del siglo XV», afirmaban los entrevistados.
No era la única noticia que radicaba en el casco antiguo de la ciudad, pues sobrecogía la historia de un señor que vivía en una cueva en el barrio, donde el antiguo portón, a 200 metros de la Explanada, la zona más exclusiva, turística y cosmopolita. Aquel hombre llevaba tres años sin salir, sin luz, agua ni nada parecido. Se creía que en 1968 había ingresado en un hospital psiquiátrico, pero se escapó y sólo salía de la cueva de noche para alimentarse de algún contenedor.
El Hércules continuaba su preparación estival y se imponía 1-0 al Sparta de Rotterdam con un gol de Barrios; el partido, una dura batalla de pierna fuerte. El equipo vecino conseguía el fichaje del mejor jugador peruano del momento, Oblitas, pero apenas disputaría un encuentro como franjiverde. Precisamente Elche esperaba la llegada de sus fiestas y tal domingo como éste se hacía la prueba del ángel en la Basílica. En el Gran Teatro actuarían José Luis Moreno y sus muñecos y después Cecilia. No era el único municipio en fiestas, 600 festers ya calentaban motores para la entrada de moros de Cocentaina.
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