Jueves, 7 de agosto 2025, 19:05
‘Mi postre favorito’ se toma su tiempo, con planos contemplativos. No es cine adrenalítico, de ritmo obvio. Es un buen título para ver en la sala en comandilla y después montar un cine-fórum, en la puerta de la sala o en un bar cercano, un formato a reivindicar. Uno de los placeres de ver una película en el circuito de exhibición convencional, pasando por taquilla, en grata compañía, es debatir con posterioridad sobre lo acontecido en pantalla grande. Coloquios que no versan, necesariamente, sobre la técnica cinematográfica. El fondo importa tanto como la forma. O más. El arte plantea cuestiones, a veces sin respuesta. Esta producción, de nacionalidad iraní, un label denostado gratuitamente por quienes reniegan del toque autoral, y la inevitable vertiente política, en cualquier obra de arte, habla del amor en la edad adulta, en tiempos de edadismo. De la soledad, la represión y la resistencia a convenciones trasnochadas.
Nominada al Oso de Oro en el Festival de Berlín el pasado año, también vista en la Seminci de Valladolid, donde aspiraba a la Espiga de Oro a Mejor Película, este drama con tintes de comedia, y trazas de romance, tiene claro quién es su público potencial desde el inicio del relato, con la descripción del vivir cada día de la protagonista, una mujer septuagenaria que perdió a su marido y afronta cada día desafiando el conservadurismo imperante en la sociedad que le rodea. Se levanta tarde de la cama, le cuesta coger el sueño y deja pasar el tiempo frente al televisor. Hay escenas cotidianas en silencio. Atiende a las llamadas de su hija, afincada en Europa, aceptando una aparente existencia desordenada que, en realidad, responde a innumerables rutinas, como desayunar o regar las plantas. En ‘Mi postre favorito’ apenas hay banda sonora, predomina un sonido de ambiente que enfatiza el mensaje. Compartimos la vida de la protagonista, empatizamos con su estado de ánimo, en un entorno desafiante, donde se lleva fiscalizar a los demás. Inesperadamente, se abren las puertas al amor, en plena madurez, un giro interesante según se va desarrollando el planteamiento de un filme muy bien interpretado, bajo la dirección de Maryam Moghaddam y Behtash Sanaeeha, responsables de la película ‘El perdón’.
Los cineastas inanís fueron acusados de «propaganda contra el régimen», «producción, distribución y duplicación de una película con contenido obsceno», «ofensa a la decencia y moralidad pública» y «proyección de la película sin obtener la licencia correspondiente para su exhibición y distribución». No tardaron en recibir el apoyo internacional de la profesión tras una cita judicial que corrobora y enfatiza el sentido de ‘Mi postre favorito’, una propuesta que diversifica la cartelera en e´poca estival. No todo van a ser películas familiares. Hay otros mundos que están en este.
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