Su mirada artística rezuma originalidad e identidad. Sus maneras son determinadas y, a la vez, sensibles. Svetlana Kalachnik acaba de trasladar su estudio de pintura … y grabado al barrio de la Victoria. Y ha otorgado alma a un espacio del que pocos hubieran imaginado tal metamorfosis. El local desprende una personalidad apabullante y en él seguirá habiendo clases y mucha creación. Del mismo modo, pretende que sea el origen de un movimiento asociativo en torno al grabado. Y que SK ART Talleres arraigue en la zona y sirva, de algún modo, para hacer barrio. Abre las puertas a SUR en este lugar que huele a nuevo y ante las atentas miradas de Manu y Manuela, marido e hija respectivamente.

– ¿Cómo empezó a pintar?

– Con cinco años. Mi madre veía que yo era muy movida e inquieta pero que me calmaba mucho cuando me ponía a pintar. Se llegaba a parar el tiempo y estaba muchas horas en ello. Ella quiso enfocar mi energía en el arte desde un primer momento. No se equivocaba. Al terminar en la escuela de niños continúe estudiando en una escuela de arte en mi ciudad (Voronez, Rusia) cinco años y luego fui a la Academia de Bellas Artes. Y desde entonces nunca he parado de pintar.

– ¿Tuvo algo que ver el arte en su llegada a Málaga?

– Ya hace 26 años… Yo traje conmigo el arte [risas] y, a su vez, descubrí que Málaga está llena de arte, así que el encaje fue fácil.

– A propósito de esto, ¿qué recuerda de aquella Málaga en el plano artístico?

– Fue brutal. Me llevaron directamente del avión a ver un concierto de flamenco. Y a comer jamón [risas]. Fue un impacto maravilloso más allá de la anécdota. Sentí la necesidad de quedarme. Y, evidentemente, desde entonces, se han ido incorporando muchas cosas.

– ¿Qué representa Málaga para usted?

– Todo. Es una ciudad llena de luz, de buena gente… Aquí está mi familia. Las playas, la gastronomía, el vino, el arte, el flamenco, calles y rincones increíbles…

– Acaba usted de embellecer la puerta del garaje de al lado de su taller con una pintura de la Catedral…

– Me gustaría hacer más intervenciones así si surge la oportunidad.

– ¿Se siente victoriana?

– Sí, a lo bueno te acostumbras rápido.

– Ha mudado recientemente su centro de operaciones desde el Soho a la calle Paco Miranda, ¿qué se propone en la nueva andadura?

– Pretendo consolidar un espacio cultural, hacer exposiciones pequeñitas acordes al espacio con lo que crean mis alumnos. Es además mi lugar de trabajo. Quiero que tenga magia, que sea un sitio con mucho encanto, con mucho arte, con tranquilidad y buen ambiente. Me da mucha alegría cuando alguno de los alumnos expone después de manera independiente.

La artista junto a la pintura de la Catedral que ha realizado junto a su estudio.

La artista junto a la pintura de la Catedral que ha realizado junto a su estudio.

Ñito Salas

– Pero usted también tiene mucha conciencia de barrio, de tratar de aportar con su estudio y taller al entorno…

– Sí, efectivamente. Tenemos un taller ecológico. Reciclamos el papel y hago mis grabados, que no requieren de ningún tipo de ácido. Se hace también pintura al óleo, sin disolventes, solo con aceites. El grabado que practico es el de mesotinta, a la manera negra, que se hace totalmente manual. Con unas herramientas especiales, se hacen incisiones en una placa de metal. Se van sacando blancos manualmente. Ya digo, sin una gota de ácido. Los niños, por ejemplo, usan papel reciclado de calidad, de manera que es mucho mejor también para su salud.

Otro detalle del taller, con el ingenio para los grabados de fondo.

Otro detalle del taller, con el ingenio para los grabados de fondo.

Ñito Salas

 – ¿Ha llegado a su obra maestra?, ¿es autoexigente?

– No, no. ¿Qué artista puede llegar a pensar que ha llegado a eso? Ninguno. Cuando estás en el proceso de pintar una obra, muchas veces sientes que es la mejor de tu vida. Y, cuando terminas [resopla], siempre ves mucho margen de mejora. Lo mejor está siempre por llegar. Ésta es la esencia del proceso artístico y lo que impulsa a crear más y más. Es una especie de adicción que, al final, te lleva a mejorar tu obra gracias a esa inquietud que no te permite parar. Siempre sabes que lo puedes hacer mejor.

– De toda su obra, ¿alguna especialmente significativa, ya sea por lo artístico o por otros factores?

– Yo me quedo con mis grabados porque su acabado es para mí algo increíble. El acabado de mesotinta a la manera negra me parece de lo más perfecto que hay en el mundo entero. Además es muy especial porque la máquina está fabricada por mi marido, Manu, tardó un año en hacerla. Es un ejemplar muy grande y de ella salen cosas que a mí me apasionan.

– Ha estado muchos años con su estudio en la Alameda de Colón. ¿Coincide con esta visión que se está instalando de que Málaga tiene ya demasiada masificación, turismo, precios al alza…?, ¿el Centro se ha convertido en algo hostil para el malagueño?

– Está muy bien que vengan los turísticas. Todo es bienvenido. Espero de todos modos que las cosas cambien, que haya mucha más apuesta artística. Es cierto que se ha alejado todo un poco de los malagueños, de los lugareños, pero creo que eso se va a corregir.

– Sobre la política cultural de la ciudad, ¿cómo la ve?

– Habría que cuidar más la microcultura. Tiene que volver la esencia cultural malagueña.

– ¿Cuáles son sus próximos planes?

– Acabo de exponer en Barcelona. He estado haciéndolo varios años en Taiwán, Dinamarca… Ahora mi proyecto es exponer en la Galería Benedito, en pleno Centro Histórico. Acaba de ser reformada y me han invitado a exponer. También voy a ir a Londres, ya pronto daré más detalles.

– Hizo un libro ilustrado con un cuento, ‘El Gato, el ratón y la pequeña Manuela’ (Azimut). ¿Habrá más?

– La ilustración es una parte muy importante de mi vida y seguiré. Ahora, de hecho, estoy haciendo un segundo libro. No va a ser un cuento, va a ser algo mucho más completo e interesante…

– ¿Se ha sentido alguna vez rara en encontrado con prejuicios en Málaga por ser de fuera?

– En absoluto. Desde el primer momento, me han aceptado divinamente. La gente es muy abierta y acogedora. Yo me siento privilegiada. Estoy juntando dos culturas. Tengo la suerte de compartir mi propia cultura rusa con lo que he podido absorber de aquí. Y eso lo aúno en mi arte y resulta que a la gente le gusta. Considero por ello que tengo ventaja.

– Usted pinta pocos paisajes. Pero, ¿qué rincón de Málaga inmortalizaría?

– Los Baños del Carmen. Y, de hecho, estoy planeando pintar varios cuadros, con atardeceres y mucha gente comiendo [risas], eso no puede faltar.