Cuatro líneas, escuetas como nunca porque casi caben en dos, para anunciar el fin de una alianza matrimonial camino de las bodas de plata. Sinceramente, … me apena que el Baskonia resuelva en una fórmula trillada de ‘corta y pega’ casi un cuarto de siglo de David Gil en las entrañas mismas de la entidad alavesa. Al vitoriano de talla menuda y largo conocimiento del baloncesto se le abre la puerta de salida mediante un breve mensaje que alude a sus irrebatibles «compromiso y profesionalidad» el mismo día en que se le ficha a Paolo Galbiati un alero moderno. Si por tal entendemos al atleta que encaja como un guante a la piel en el concepto ultrafísico de este deporte. Ni siquiera un foco directo para el ayudante en el día del agur. Sólo luz inducida y tangencial.
Está visto que también las lealtades deslucen en su etiqueta la fecha de caducidad. Sólo el ‘eterno’ Oskar Bilbao supera en permanencia dentro de la casa a la de Gil, escudero de doce entrenadores con identidades –muchas de ellas– rutilentes. Ojo a la lista: Ivanovic, Martínez, Maljkovic, Perasovic, Spahija, Tabak, Scariolo, Crespi, Alonso, Prigioni, Peñarroya y Laso. Y a su vera, ni una mala cara y guardando siempre la compostura, el local Gil. Uno de esos eslabones que confieren sentido a toda cadena.
Cierto que durante el último curso se le divisó sentado en los pupitres del banquillo menos próximo al estrado desde donde dictaba las clases el profesor. Por cierto, un ‘tal’ Pablo Laso que negocia su ‘coitus interruptus’ para reducir a un ejercicio aquel acuerdo que, teóricamente, duraba tres. La llegada de Nacho Juan, ya pasado azulgrana con futuro en Manresa, le relegó por detrás del joven Xabier Aspe, quien sí continúa en el Fernando Buesa Arena mientras se aguarda el advenimiento del preparador italiano. Ni siquiera en esa circunstancia se le apreció una mueca de mala leche.
David era el rostro del Baskonia en clínics donde impartía su sabiduría. La que corresponde a un estudioso del baloncesto, la misma que mueve a los apasionados por este divertimento tan serio de las cestas y de los puntos. Él ha encarnado, como otros que merecen anidar en nuestro recuerdo, la figura del tipo leal que aporta desde la discreción esas útiles puntadas con hilo a beneficio de los primeros espadas en tantos combates de esgrima.
La figura del escudero
Nadie nace enseñado y muchos técnicos han ascendido hasta la cima desde sus vivencias en el campo-base. Ahora que ya no veremos la figura recogida de David es buen momento de reivindicar el oficio de escudero que Sancho dignificó en la literatura cervantina.
Hay entrenadores principales que delegan en su cuerpo técnico y valoran a sus componentes. Tal vez nadie como Scariolo, que abrió el campo a Josu Larreategi y José Ángel Samaniego. Aunque, al margen del todavía seleccionador español, se labraron carreras solistas más que notables Natxo Lezkano y, muy especialmente, el vitoriano Ibon Navarro, figura clave para entender el renacimiento del Unicaja. El equipo malagueño que miraba de abajo hacia arriba al vitoriano y ahora lo hace desde su hombro.
A Gil le suelta el Baskonia después de contribuir a la consecución de tres Ligas, otras tantas Copas y cuatro Supercopas. Duele haber asistido desde la distancia a su difuminado paulatino. El hombre que borraba la pizarra en los tiempos muertos al mariscal enérgico pasó la temporada siguiente a ceder su asiento en el banquillo a Aspe. Y ahora, el buque al que ha dedicado media vida le tiende la rampa que le conduce al muelle del adiós. A David, el prototipo de lo que conocemos como ‘un hombre de club’.