Javier Lorenzo

Viernes, 8 de agosto 2025, 17:56

Morante tiró el anzuelo y Roca picó para dejar al descubierto una guerra que se vivía entre bambalinas y que ha puesto el toreo patas arriba. El cigarrero pasó sin suerte por Santander, el segundo cartel de Roca quedó al descubierto por la baja de Cayetano y el de La Puebla se ofreció a torear gratis donando sus honorarios para una entidad benéfica de la ciudad cántabra. Una jugada maestra para destapar todo el conflicto. Morante le hizo saber al empresario y a la alcaldesa su propuesta; pero era Roca quien sopotaba el peso y el mando del cartel y no renegó de Morante públicamente pero abrió la puerta a El Cid que el día antes en el mismo escenario había desorejado a un victorino. Hay muchas formas de decir que no. Roca no quiere ver ni en pintura a Morante, que es el torero que le arrebató el trono este año de prodigios e hitos continuados del sevillano.

En Santander estalló la bomba y se desveló la guerra que tendría que tener en el ruedo la mejor recompensa para el aficionado y para el toreo. La rivalidad directa entre las dos máximas figuras que ya han aireado sus diferencias debería poner el toreo en efervescencia devolviéndole el pique, la rivalidad, la competencia y la mala hostia que siempre le generó a las figuras cuando llegaba otro a comerle el pan, a quitarle su puesto de privilegio, a decidir en los carteles, a elegir las ganaderías, compañeros y las fechas de privilegio de las ferias. A mandar que se dice. Esa rivalidad desaparecida en los últimos años, por un conformismo de las figuras y un buenismo que empalagó a la afición —que en parte desistió de acudir a la plaza y los que se mantuvieron lo hicieron con la resignación de ver casi siempre lo mismo—, vuelve ahora al toreo.

Roca es el torero con más valor; Morante el más artista y el más valiente. Nada tiene que ver un torero con el otro. Roca es poderoso, Morante también. El cigarrero es el torero más completo de la historia y el peruano, el último ídolo de masas. El último que logró llenar los cosos. A Roca le abanderó la nueva legión de aficionados jóvenes que han rejuvenecido y llenado las plazas, que ahora han encontrado en Morante una versión nueva, más pura, clásica, maciza, arrebatada, poderosa, valiente y genial que no conocían. Y se han deslumbrado con el fenómeno social en el que se ha convertido el de La Puebla en una temporada de ensueño que ha traspasado las fronteras de lo taurino para colarse en la sociedad como hacía tiempo no pasaba.

Ahora, tras la polémica la cita del sábado en El Puerto de Santa María se alza como uno de los acontecimientos del año donde los dos se vuelven a ver las caras. Carlos Zúñiga se apuntó el tanto. El empresario logró el contrato de ambos hace meses, mucho antes de la polémica; y ahora en pleno polvorín, los tiene cara a cara, como en Gijón. Ya no hay entradas, se agotaron hace más de diez días. Ahí está el gran éxito de todos.

Cuatro encuentros

Morante y Roca Rey han coincidido en lo que va de temporada en cuatro ocasiones. En Jerez el 24 de mayo, el sevillano cortó una oreja la tarde en la que el peruano indultó a un toro de Jandilla; ya en junio, el día 19, en Toledo, Morante paseó un trofeo y Roca dos de los toros de Daniel Ruiz y, al día siguiente, en Granada, los dos cortaron dos orejas a las reses de García Jiménez. La última vez que se vieron fue el 9 de julio en Pamplona, donde Morante le robó el trono de San Fermín al peruano, que había tenido ahí en los últimos años su gran fortín.

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