Donald Trump está empeñado en pasar a la Historia por la resolución diplomática de algunos de los mayores conflictos que salpican el mundo y, de … paso, lograr el Nobel de la Paz, como antes hicieron otros presidentes de Estados Unidos como Barack Obama. Sin embargo, en el medio año que lleva en el poder no ha conseguido poner fin a la guerra de Ucrania, que prometió acabar en 24 horas, y ha tenido que conformarse con solucionar contiendas de menor repercusión mediática. India y Pakistán pactaron un alto el fuego en mayo tras la mediación del magnate y la República Democrática de Congo y Ruanda sellaron un mes después la paz en Washington. Este viernes convocó a Armenia y Azerbaiyán en la Casa Blanca para cerrar una herida abierta desde hace décadas que se ha cobrado miles de vidas a ambos lados.
El dirigente estadounidense presentó la cita como una «cumbre de paz histórica». «Estas dos naciones han estado en guerra durante muchos años, con el resultado de miles de muertes. Muchos líderes han intentado poner fin a ella, sin éxito, hasta ahora, gracias a Trump», presumió en su red, Truth Social, antes incluso de que se reuniera con el primer ministro armenio, Nikol Pashinian, y el presidente azerbaiyano, Ilham Aliyev, que no esconden su enemistad histórica. Ambos estaban invitados a firmar primero, y por separado, sendos convenios de cooperación económica (energía, tecnología, seguridad fronteriza, infraestructura…) con Estados Unidos. El inquilino de la Casa Blanca no desaprovechó la oportunidad de hacer negocios con estas dos exrepúblicas soviéticas consciente de que Rusia ejerce cada vez menos influencia sobre su conflicto territorial, especialmente desde la invasión de Ucrania, que centra ahora toda su atención.
El magnate perseguía prácticamente desde su investidura un acuerdo de paz entre Bakú y Ereván, con repetidas visitas de funcionarios estadounidenses a ambos territorios para acercar posiciones en cuestiones tan espinosas como la demarcación de las fronteras compartidas o la región de Nagorno-Karabaj, el principal punto de tensión entre estos países. El pacto negociado a lo largo de estos meses pretende sentar las bases para la normalización de las relaciones entre las dos antiguas repúblicas soviéticas y contempla beneficios también para EE UU, como los derechos exclusivos para el desarrollo de un corredor de tránsito estratégico a través del Cáucaso Sur bautizado como ‘Ruta Trump para la paz y la prosperidad internacional’. Toda una declaración de intenciones.
Colapso de la URSS
Antes de Trump hubo muchos otros dirigentes y diplomáticos que trataron de cerrar la brecha entre Armenia y Azerbaiyán, cuyo enfrentamiento se remonta varias décadas atrás. En 1988, aún integradas en la Unión Soviética, protagonizaron su primera guerra. En 1994, 2020 y 2023 se desataron los otros tres conflictos con el resultado de miles de muertos y desplazados. La región de Nagorno-Karabaj fue el motivo de disputa en todas las ocasiones. El colapso de la URSS dinamitó finalmente la convivencia en este territorio -con mayoría de población armenia y bajo control de Bakú desde hace un par de años- donde Rusia ha tratado de sembrar la paz. Hace un lustro el propio Vladímir Putin negoció una tregua en la zona y envió allí casi 2.000 cascos azules, que comenzaron a retirarse en abril de 2024.
Trump no desaprovechó la oportunidad para hacer negocios con Bakú y Ereván, y antes de la reunión a tres bandas selló acuerdos de cooperación económica con cada uno de sus invitados por separado
La mediación rusa en este enfrentamiento ha dañado las relaciones con ambas exrepúblicas. Ereván -que aspira a integrarse en la UE- acusa a Moscú de no haber protegido lo suficiente a los suyos, mientras que Bakú se ha beneficiado de las sanciones occidentales a Rusia, que han disparado la demanda europea de petróleo y gas a los azerbaiyanos.