Tres fechas para el archivo mental de quienes vibran y penan con los avatares del Baskonia. La primera, el 28 de junio de 2024. Poco … después de que el Bayern comunicase de par de mañana la marcha anticipada de Pablo Laso, el club vitoriano anunciaba la vuelta del hijo pródigo a la casa del padre, el retorno de ‘uno de los nuestros’. Tras un curso decepcionante, la parroquia de Zurbano tendía a recuperar la fe a lomos del mejor emblema del baloncesto vitoriano en toda su historia. Optimismo para revertir un ánimo alicaído, el tranvía mostrando en su traqueteo dinámico entre Angulema e Ibaiondo su rostro agigantado y el de Markus Howard… Preludio de buen vino al olor de las rosas.
Segundo hito en el calendario. El 8 de julio de 2025, tal que este viernes hace un mes, Josean Querejeta informaba a su excompañero en pantalón corto y camiseta de tirantes que el teórico acuerdo de tres ejercicios se reducía a sólo uno. En un año y diez días, las ilusiones desatadas ante el hipotético renacimiento deportivo mojadas por la lluvia del desencanto. De un baloncesto átono, falto de identidad y lejos del célebre carácter.
Tercera chincheta, 8 de agosto. La entidad de Betoño resuelve en otro breve comunicado de ‘corta y pega’ la ruptura con Laso y se explaya bastante más en la bienvenida a Paolo Galbiati, quien aguardaba su turno detrás de la cortina. El hombre que se sentará desde finales de septiembre en el banquillo eléctrico del Fernando Buesa Arena.
Cabe interpretar el serial entero como un fracaso colectivo que implica a la gerencia, al propio damnificado y a los jugadores. Queda la impresión de que el preparador vitoriano hubo de manejar un plantel insuficiente, escaso de pegamento y descompensado para asumir dos frentes tan arduos como la Euroliga y la ACB. Pero también que todos esperábamos el sello del laureado técnico en el Real Madrid -veintidós títulos en once años- dentro del cuadro azulgrana. O escrito de otro modo, que la afición confiaba en alentar un mejor cesto bajo la batuta de Pablo aun con los mimbres que actuaban sobre la cancha.
El deporte profesional no acostumbra a deparar demasiados finales felices con los que abrochar los cuentos de hadas. Tampoco ha ocurrido en este caso, pese a la jerarquía emocional de Laso dentro de la hinchada. Al menos la que componen las socias y los aficionados veteranos que rememoran a aquel chaval echado para adelante. El adolescente que debutó en Mendizorroza cuando entrenaba al equipo el añorado Xabier Añua. El capitán que levantó al cielo de Granada la primera Copa en azul y grana.
Recuerdo asistir tiempo atrás como un árbitro de tenis moviendo la cabeza de un lado a otro al debate sobre las cualidades o no de un pívot del Barça. Sacaba Pablo y restaba Perasovic. O viceversa. Ahora que Laso se va, guardo aquella conversación entre dos leyendas del club vitoriano en mi particular archivo mental.