Como viene siendo habitual en los últimos años, Apple Tv sigue avanzando en robarle el trono de la reina de la televisión de prestigio a HBO Max, y con series como Smoke no hace más que confirmarlo este 2025, con una propuesta inusual en su catálogo, pero que demuestra que cuenta con el talento de más alto nivel, continuando una relación simbiótica con el actor Taron Egerton tras su impresionante Encerrado con el diablo, una de las mejores miniseries de la presente década, que estableció una alianza que empieza a tomar color dorado.

Y es que el escritor Dennis Lehane, al que muchos les sonará por unas tal Mystic River o Shutter Island, ha tenido una feliz transformación en showrunner televisivo y en su nueva aventura no ha querido separarse del que parece haberse convertido en su actor fetiche. En su nuevo trabajo en común vuelven a un caso real esta vez basándose en la cobertura de este en el aclamado podcast Firebug. En su versión de miniserie nos presenta a un detective y a una investigadora de incendios provocados que se unen para atrapar a dos pirómanos en serie.

Y, aunque comienza como una caza criminal, la trama acaba convirtiéndose en un fascinante thriller psicológico, que explora el fuego como una expresión del trauma y el lado más oscuro de los personajes. Pero antes de llegar a ella, retomemos qué ha hecho falta para que Egerton haya llegado a su papel más complejo, quizá el que estaba llamado a hacer desde hace más de una década, cuando le vimos en Kingsman: Servicio secreto, en la que demostraba que podría hacer de un chaval de la calle capaz de convertirse en agente juvenil.

Taron Egerton, de ‘Kingsman’ a ‘Smoke’

El galés bordó a su «Eggsy» sin ser un tipo alto y proyectando una energía barriobajera que contrasta con sus facciones, pero Matthew Vaughn supo ver algo en él, quizá una vulnerabilidad de rebelde capaz de asumir un rol más psicopático que elegante, pero quedaba el desafío de expandir su registro. Eddie el águila fue la clave que permitió ver que era más que un chico guapo, más bien un actor abocado a los papeles al límite, a los que se aproxima siempre tomando como base una personalidad real.

Mientras, trataba de alternar con intentos de llevar bajo sus hombros un blockbuster como Robin Hood, que fue un desastre, pero con la otra mano, seguía buscando el proyecto que realmente le permitiera explotar todo su potencial, y ese fue Rocketman. Interpretar a Elton John en un biopic musical biográfico mostró que podía actuar, cantar y bajar a los infiernos para entregarse completamente a un personaje que es más grande que la vida y las drogas que se tomó, que no fueron pocas.

Pero lo que logró convencer a los más escépticos fue su capacidad para plasmar megalomanía y fragilidad sin pudor y con una extraña pulsión cómica que no casa con su perfil de facciones perfiladas. El Globo de Oro que se llevó estaba merecido, pero su carrera no acabó de despegar en el cine en la gran pantalla, aunque sí nos regaló buenos papeles en la divertida Tetris, un curioso experimento que selló su buen trato con Apple y Equipaje de mano en Netflix, que le revalida como un buen aspirante a John McClane de andar por casa.

Pero la televisión no solo mostró que aún tenía mucho por dar, sino que lo mejor estaba por llegar. Su primera serie con Lehane fue todo un éxito y, aunque el éxito se lo llevó Paul Walter Hauser, Egerton le hacía frente con un perfil más gris de lo que nos tenía acostumbrado, un criminal con maneras de chulo, temple violento y una dualidad entre nobleza y macarrismo de baja estofa que parecía prepararnos para lo que tenía en la recámara en Smoke, la «continuación» lógica de su trabajo con el escritor.

Basada en hechos reales

La serie de Apple es un punto de inflexión, y a priori no hay nada especial en la vida de un investigador de incendios, pero lo realmente interesante es que más allá de su premisa y estructura aparentemente convencional, la adaptación explora territorios moralmente pantanosos que tienen un reflejo clave en la interpretación del actor. Y es que su papel está inspirado en el personaje real de John Leonard Orr, un respetado detective del Departamento de Bomberos de Glendale, que aterrorizó a la zona durante años, ya que era él mismo el pirómano en serie.

Orr utilizaba su conocimiento y posición para iniciar incendios con materiales y temporizadores, logrando que parecieran accidentes, mientras se labraba una reputación de ser el mejor en su trabajo. Un narcisista de libro que resulta perfecto para que Egerton se desparrame con todo tipo de muecas, gestos y cambios de humor radicales que van más allá de una complejidad ética, sino que opera en el rango de un Teniente Corrupto, el rango del riesgo de los grandes, como Nicolas Cage o incluso un Christian Bale en su época Patrick Bateman.

No solo nos presenta una ambigüedad moral típica de alguien que ha desarrollado su propio código ético trabajando en los márgenes del sistema, sino que exuda una impotencia de macho frágil, un intento de tipo genial al que le es imposible caer bien a la gente, trabajando una serie de máscaras que Egerton teatraliza de forma incómoda: su histrionismo es el de una persona encerrada en su propia incapacidad para relacionarse, puro cringe que se convierte en algo tan fascinante de ver como las llamaradas incontrolables de los fuegos que provoca.

Smoke es sorprendente no por la singularidad del caso, o por su cualidad cinematográfica, sino por cómo utiliza un hecho real para establecer un perfil psicológico adictivo, que deja manga ancha al actor para mostrar un potencial sin límites. Representa, en muchos sentidos, la mayoría de edad artística de Taron Egerton, quien por cierto, tiene algunos momentos de ira donde no cabe duda sobre quién debería acabar haciendo del nuevo Lobezno en el MCU. Marvel debería hacer caso a las especulaciones, porque tienen aquí a su perfecto nuevo Logan.