«Del poema también me gustó su ética del trabajo, señal de que escribir poesía (o cuentos, o ensayo) tenía tanto que ver con fregar suelos como con los episodios míticos de revelación. En A Raisin in the Sun, la novela de Lorraine Hansberry, hay un fragmento donde un personaje exclama: «¡Quiero volar! ¡Quiero tocar el sol!», y su mujer contesta: «Primero cómete los huevos fritos»». Dosis de casticidad: uno puede ser muy famoso, puede ser conocido, puede desempeñar un cargo importante o ser anómalo en lo suyo, que nunca dejará de ser hijo de su madre.

No es muy probable que Stephen King escribiese esto pensando en Carlos Alcaraz, habida cuenta de que el murciano ni siquiera había nacido cuando tal. Pero, dada su reciente entrevista con el diario británico Financial Times, sí viene más o menos a colación.

«¿Es verdad que sigues viviendo en esa pequeña habitación de casa de tus padres?», pregunta el periodista Raphael Abraham. Alcaraz responde: «Sí. No por mucho más tiempo, pero de momento sigo viviendo en casa de mis padres, como siempre». Carlitos rinde homenaje a su tierra y a su gente: «Ellos son mis verdaderos amigos, porque estaban ahí cuando no era nadie y el tenis no era más que un hobby. Y cuando estoy con ellos me siento normal, siento que no soy ni jugador de tenis ni famoso. Vuelvo a mi niñez, y eso es precioso. Volver a casa es lo que recarga mi tanque de energía».

¿Qué es lo que colecciona?

Sobre este marco, Carlitos confiesa que su habitación y también el salón le sirven para acumular sus trofeos, pero que en casa preocupa más su otra colección: la de las sneakers. «Me encantan. Y ya no tengo más espacio en casa. Mi madre me regaña porque vuelvo de cada torneo con más y más». Las zapatillas. Los huevos fritos.

En cualquier caso, Alcaraz despegó ayer lunes rumbo a Estados Unidos para disputar el Masters 1000 de Cincinnati, cuyo debut se dará o bien sábado 9 o bien domingo 10. Efectivamente, ha pasado algunos días entrenándose en la Real Sociedad Club de Campo de Murcia. Lo extraordinario y original no está más allá, sino más acá confundido con las horas más humildes de nuestra vida, que diría Luis Landero.

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