Natural de Morante de la Puebla a Arrojadizo, el toro jabonero de Cuvillo al que desorejó en la Plaza Real. EMILIO MÉNDEZ
Otra formidable, arrebatada, artista, valiente y pura actuación de Morante encontró la réplica de Roca Rey a base de arrestos y valor, y la del local Daniel Crespo, que toreó de fábula con el capote y se unió al triunfo con una faena al ralentí al sexto de un gran encierro de Cuvillo
Sábado, 9 de agosto 2025, 23:24
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9/ 8/ 25
Lleno de «No hay billetes» en tarde luminosa y de sofocante calor -
Ganadería
6 toros de Núñez del Cuvillo, de armónicas y parejas hechuras. Noble el jabonero 1º; de gran juego con un excelente pitón derecho el 2º; de gran tranco el 3º; bueno el 4º; geniudo el 5º; y excepcional el 6º -
Morante de la Puebla. Nazareno y azabache
Soberbia estocada (dos orejas); y estocada defectuosa casi entera y tendida (ovación con saludos) -
Daniel Crespo. Sangre de toro y oro
Pinchazo y estocada tendida, caída y atravesada (ovación con saludos); y gran estocada (dos orejas). -
Roca Rey. Azul marino y oro
Estocada contúndete que tira sin puntilla (dos orejas); y pinchazo y estocada (saludos tras aviso).
Morante puso la tarde en efervescencia desde que se abrió de capa. Fue la antesala de una faena completísima que certificó de una estocada monumental, por la lentitud con la que entró, por la rectitud con la que hizo la suerte, y por la colocación del estoque. Fue el broche a una obra sublime, abierta con un gran saludo de capa a la verónica, ganando pasos y saliéndose al tercio, espléndidas por el ajuste, el trazo y la altura las del pitón derecho. Fantástico el quite por delantales, con una media a pies juntos de la que saltaron chispas. Un solo puyazo, pero magistral, de Aurelio Cruz, en la yema. Torero inicio de faena saliéndose más allá de las rayas, por el asiento y el temple en la primera tanda y monumental la segunda con el toreo roto, abandonado y contundente. En la cuarta se la echó a la izquierda y por allí todo fue genial, toda la intensidad que le faltaba al toro la puso el torero, que se adornó en las entradas y salidas de las series con detalles de enorme torería, variados, graciosos, airosos y todo con un ajuste escalofriante.
Saludó Morante por chicuelinas usando solo medio capote, tomándolo por la esclavina, al cuarto. Tanto rizó el rizo, que en pleno éxtasis y con las embestidas cada vez más cortas, limitado de facultades el torero (pasó a la enfermería a la muerte del primero para ser infiltrado tras el percance del viernes), cayó en la cara y el toro por suerte no hizo por él. Derribó a Ángel Rivas, que se empleó en fuerte y largo segundo puyazo. Otro más al relance. Roca Rey firmó un arrebatado quite por caleserinas. Sin brindis. Tras el inicio de faena, se fue Morante a la boca de riego para cuajarlo pronto con la derecha. Sin continuidad firmó naturales prodigiosos que valieron la faena entera. E igual sucedió con la diestra. Hubo muletazos que resultaron acontecimientos. Fueron cinco tandas que resultaron tan intensas que no hizo falta más. El palco se agarró a la estocada defectuosa para no conceder el trofeo.
Roca Rey plantó cara a Morante con sus armas de apuesta y espectacularidad. También de riesgo. Pese a que no se comprometió en el saludo de capa al segundo sí lo hizo de muleta, con un explosivo inicio de rodillas. Lo cuajó a placer de inicio con la derecha, aunque rápido cambió a la izquierda, por donde el toro le costó más. Se lo ratificó siempre en los remates de las series por el derecho, pero siguió terco en la suya el peruano. Y a partir de ahí apostó por los efectos de cambiados y circulares por espalda que calentaron el ambiente, así como las ajustadas bernadinas. Con la espada no dejó dudas. Brindó al público el quinto, que inició por estatuarios. Noble y bueno el Cuvillo en los primeros pasajes rápido se puso protestón y sacó genio. Por la izquierda también duró un suspiro. Poderoso Roca, alargó la faena en terrenos de cercanía a merced del toro. Comprometido, valiente y ajustado, se terminó embarullando por pasar los límites. Entre ellos el del tiempo. Escuchó un aviso toreando.
Daniel Crespo firmó una tarde de fábula con el capote. Dejó detalles en su primero que se le atragantó frenando así la euforia de la primera parte de la función. Lo del sexto fue de ensueño. Se fue a porta gayola como antesala de un prodigioso saludo de capa. Puso la plaza en pie. Cadencioso, con gusto, empaque y brillante. En la faena le costó cogerle el pulso y el ritmo a la formidable embestida del Cuvillo pero lo terminó cuajando de manera maravillosa. Asentado, templado, puro y con un gusto excelente en pasajes de una enorme torería y al ralentí. Una obra a la altura del acontecimiento.
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