El Programa de Prevención y Detección Precoz del Cáncer de Cuello de Útero terminó el año pasado con 12.102 pruebas realizadas en Burgos, entre citologías y determinaciones del virus del papiloma humano (VPH), lo cual supone un incremento del 16% con respecto a los datos del 2023 y casi la equiparación con el 2022 (que fue un año de récord tras la caída de participación provocada por la pandemia), según datos oficiales. Ahora bien, la Consejería de Sanidad destaca en la última actualización de este programa -en constante cambio- que uno de los objetivos prioritarios es conseguir que, al menos, la mitad de las mujeres de entre 25 y 65 años respondan al llamamiento y acercarse así al 70% de participación que recomienda el Ministerio de Sanidad. Pero teniendo en cuenta que apenas tres de cada diez mujeres de la cohorte responden a la invitación de la Junta, queda mucho camino por recorrer.
Este cribado pretende detectar en fases iniciales lesiones en el cuello uterino (o cérvix) para evitar que acaben provocando cáncer. Y lo hace mediante dos pruebas: una citología, que es la extracción de tejido para analizar las células, y/o una determinación de posible infección por VPH. Y los datos de 2024 indican que, en efecto, es importante incrementar la participación porque confirman que hay un ligero aumento de las citologías positivas, en las que se constata que hay anomalías en el cérvix que deben estudiarse. En lo relativo a las determinaciones de infección por VPH hay más estabilidad y, sobre todo, en los estudios que analizan si la infección la han provocado los dos tipos de virus más relacionados con el desarrollo del cáncer de cuello uterino, que son el 16 y el 18, con un resultado de pruebas sospechosas que ronda el 19% desde hace años. Es decir, casi dos de cada diez análisis.
Castilla y León implantó este programa preventivo en 1986 y, desde entonces, no ha dejado de actualizarse y de incluir cambios para aumentar la participación a la vez que la eficacia del programa. En 2023, por ejemplo, se cambió el tipo de dispositivo para hacer las pruebas -citología y determinación de VPH «líquidas»- y afinar más en los diagnósticos, lo cual explica en parte el incremento de resultados positivos. Pero los cambios más relevantes para ganar en participación y ‘eficacia’ se introdujeron en 2021, cuando la Consejería de Sanidad optó por enviar cartas a las mujeres que pueden hacerse estas pruebas en las que se les invita directamente a participar, en lugar de confiar en que de alguna manera se enteraran de la posibilidad de hacerse las pruebas. Pero pasados tres años se comprueba que apenas ha habido cambios en la participación, ya que en esa ‘invitación’ inicial no hay cita para la citología y/o determinación del VPH, como sí se hace con el cribado para el cáncer de mama.
En función de la edad. En este caso, debe ser la mujer quien pida cita con la matrona de su centro de salud para que, si tiene entre 25 y 29 años le haga una citología (extracción de tejido del cuello uterino para analizar las células) cada tres años (si no está vacunada del VPH y con periodicidad variable si sí se ha protegido) o, si tiene entre 30 y 64 años, una determinación del VPH cada cinco años si el primer resultado es negativo. Si no, la periodicidad de las revisiones depende de los resultados del examen más exhaustivo que se hace en el hospital. Hasta noviembre del 2021 se hacía citología a toda la cohorte, con independencia de la edad, pero entonces se decidió que era más eficaz cambiar de criterio y hacer citologías sistemáticas a las mujeres más jóvenes y, en las de más edad, solo como complemento de la determinación del VPH.
La eficacia de este cambio de criterio se comprobará, como señala la Consejería de Sanidad en la información oficial, a medida que pasen los años, pero en lo relativo a las citologías sí se observa un incremento progresivo de las pruebas ‘sospechosas’ con una cohorte más reducida.
En estos casos, se hace también una determinación del VPH -aunque por edad no les correspondería- en busca de infecciones por este virus que puedan acabar provocando una lesión cancerosa. Hay más de un centenar de subtipos de este virus de transmisión sexual, pero en el cribado se estudia si hay contagio por alguno de los considerados de «alto riesgo» de causar cáncer (entre 12 y 15). Y, dentro de este grupo, en el cribado también se examina si la infección la causan los dos tipos más relacionados con el desarrollo de cáncer del cuello uterino: el 16 y el 18.
De esta manera se hace una valoración individualizada del riesgo de cada mujer participante en el programa de desarrollar cáncer en el cuello del útero y, a partir de ahí, se le programa la periodicidad de las revisiones.