Siempre existe una conexión entre personas, Rodrigo no se acordaba de la nuestra que se remonta a nuestros tiempos del instituto, cuando compartíamos alguna clase, aquellas de dibujo donde se supone que tenías que dejar volar la imaginación para despertar tu creatividad. Rodrigo lo hacía y sin saberlo, se convirtió en ese compañero de clase que te hacía reír, siempre sanamente, sin meterse con nadie. Dejas la etapa del instituto y esos momentos pasan a ser recuerdos y a preguntarte ¿Qué habrá sido de Rodrigo? Y de repente reaparece, lo hace como siempre lo he imaginado, con su cámara al hombro, siguiendo los pasos de su familia.
Me alegra comprobar que ese muchacho de nuestra juventud (que se califica como “muy guerrero” a lo que le corregí “guerrero sano”) continúa siendo igual de respetuoso, tolerante como yo lo conocí, y que no solo eso, sino que ha creado en torno a él un mundo libre, familiar.
Rodrigo proviene de una familia cercana a la sociedad de Benavente, querida y respetada por su trabajo algo que han traspasado a sus hijos. Porque su misión es muy importante; captar instantes de una vida, lo hicieron sus padres, lo hacen sus hermanos, lo hace él y tengo que admitir que desde el primer momento que vi sus fotografías, tan cuidadas, con esa luz que acaricia los momentos, como un suspiro en un momento justo que dice tanto, me “enamoré” de su trabajo, perdonadme el atrevimiento queridos lectores, pero a veces el magnetismo de un trabajo artístico me atrapa y ya es imposible olvidarlo, yo que soy tan amante del arte en todas sus formas creedme que puede ser un reto.
Rodrigo consigue eso, atraparte, quedarte minutos infinitos mirando esa fotografía que dice tanto, que capta la realidad social, lo hace con la cercanía de un alma pura, y es que solo así se puede conseguir la excepcionalidad en un trabajo donde en ocasiones parece que tengas que atravesar un campo de minas para llegar al objetivo, en un mundo en el que todo parece estar masificado solo unos pocos pueden encontrar la magia entre las luces y la sombras, elementos con los que Rodrigo consigue jugar y llegar al concepto de FOTOGRAFÍA.
Y llegamos aquí, a este reportaje, ambos sentados en una mesa de la cafetería del Parador con el paisaje de la comarca de Benavente de fondo, hay que reconocer que la profesión la lleva en vena, solo interrumpía su conversación para coger su móvil y fotografiar o fijarse en ese instante que hace que ese momento sea especial, como con la presencia de una mariposa volando sobre nosotros.
¿Quién es Rodrigo?
De espíritu inquieto, Rodrigo García López nació un 7 de julio de 1983, se crió bajo una familia numerosa de siete hermanos Valle, Esther, Nacho, Dani, Juan Carlos y Ana, él es el quinto y sus dos padres fotógrafos Ignacio García y María Jesús López. Cuando le he pedido que me cuente algo de su vida me dice “hay una parte romántica y una parte no tan romántica”. Comienza a relatarme que su profesión viene más allá de sus padres, su abuelo, Jesús López (de ahí el nombre de negocio “Fotos Jesús”) eran fotógrafos y partir de ahí comenzó la generación de fotógrafos “ yo soy el quinto de mis siete hermanos y nací en todo el backstage, en todo el background de lo que era un estudio de fotografía hace 30 años, hace 40 años”.
Si echa la vista atrás recuerda a sus padres siempre trabajando “la gente no disponía de tecnología ni de cámaras para surtir las cosas que tenían que hacer en el día a día. Los talleres de coches, si había un accidente llamaban a mis padres para hacer fotos de los cristales, de la carrocería. Si la Guardia Civil había un atropello, había cualquier incidente, pues también les llamaban y tenían que ir a fotografiar. Luego llegaban los carnavales, las fotos de Navidad, los cumpleaños, bautizos, comuniones y bodas”.
Un trabajo sacrificado, lo era para tener que sacar adelante a una familia tan numerosa pero en aquella época Rodrigo no entendía porqué sus padres no acudían a la función del colegio, o al parque “cuando me portaba mal que yo me portaba muy mal, pero era muy bueno, un poco mi castigo o mi encierro era estar en el estudio, numerando negativos y hojas de contacto. Así fue un poco la visión, el contacto que yo tenía con la fotografía. Era un contacto familiar duro. Y entonces cuando yo empezaba a hacer mis planes de adolescente y de adulto, pues me imaginaba de todo menos fotógrafo”.
Rodrigo se imaginaba de abogado, de médico, arquitecto, pero tampoco se veía en estas profesiones, lo que sí que tenía claro, en esa “bendita juventud” era que ni por asomo iba a ser fotógrafo pero aquí estamos, el destino seguía siendo caprichoso y sabía que su camino era de la mano de una cámara de fotos.
Estoy segura que gracias a la fotografía ha formado una bonita familia, con sus dos pequeños León y Lola y el amor de su día a día Valeria, su aliada perfecta. Son sus pedestales de una vida en construcción continua, porque de eso se trata de seguir construyéndote.
Del instituto a la fotografía
El arte tiene que ser innato, al menos eso es lo que creo, pero lo tienes que saber domar. Rodrigo termina el instituto y comienza a viajar, comenzó conociendo España, buscando trabajos lejos de Benavente. Tarragona fue una de sus paradas, en una tierra como es Cataluña más cosmopolita, con una miscelánea de culturas internacionales, pintoresca, dice Rodrigo “muy diferente a mi”, no querido amigo muy diferente a la ciudad en la que crecimos, “ me puse en contacto con árabes, con búlgaros, con rusos, con chinos, con franceses, con italianos. Y para mí era muy estimulante ver cómo pensaban y cómo actuaban y por dónde iban. Entonces sí tenía en mi bolsillo siempre una camarita compacta y hacía fotos de eso, de manera inconsciente, pero sentía que no tenía la capacidad de expresarme como la puedo tener ahora, porque era como más tímido, quién me ha visto y quién me ve. Y disparaba con la cámara, disparaba pues la comida que me cocinaban, los sitios en los que íbamos. Y me di cuenta que tenía mucha facilidad para meterme en grupos culturales que no tenían nada que ver con el mío. Y la cámara siempre estaba ahí para dar un poco de testigo”.
Pero su viaje no terminaba en Cataluña, Escocia le esperaba, cambió totalmente de ambiente, de culturas “ahí pues pasan cosas maravillosas, paisajes, gente que conozco, costumbres nuevas que veo. Y ahí es por primera vez que llamo a casa y les digo «Oye, papá, mamá, mandadme una cámara». Ya todo digital, ya había cambiado todo”. Y le mandaron un cámara pero también como dice Rodrigo “como buenos españoles” llegó acompañada de embutido.
Fue en Escocia cuando siente que la fotografía de verdad vale para algo más que “un mero negocio en un lugar pequeño, con sesiones pequeñas, con historias pequeñas. Me refiero a historias que ya sabes dónde empiezan y dónde acaban y que tienen un uso muy privado y muy puntual,”.
Su unión con el medio ambiente es uno de sus ejes de conexión con la fotografía, y allí lejos de su Benavente, descubrió un paisaje contaminado, algo que lo sintió como una agresión “porque al final el planeta, estemos donde estemos, es tu tierra”.
Con añoranza recordaba que “en aquel momento vivía con una familia que era muy nacionalista escocesa e independentista. Y me acuerdo que en su casa siempre había cánticos de tiempos pasados, como criticando a los ingleses y a los alemanes, ¿no? Porque la familia en la que vivía habían perdido al abuelo en la Primera Guerra Mundial y en la Segunda a los padres. Había como mucha motivación, mucho fervor patriota de que íbamos a tomar por culo, que no necesitamos a nadie, y cuando yo le enseño estas fotos del lugar contaminado que había visto, le digo, «mira, esto está muy bien, pero no me casa que queráis tanto vuestra tierra y la estéis machacando. Porque el patriotismo empieza por cuidar tu tierra y cuidar a tu gente no por ir contra tu gente o tu propia tierra» esto le dolió tanto a esta persona que ahora ya tiene 89 años que llegara un mocoso de 20 años a él, con 50, y darle una bofetada de realidad. Y me cogió las fotos y las envió a una periodista de un periódico ahí de Edimburgo” en ese momento Rodrigo se dio cuenta el poder que se podía tener con una cámara de fotos en la mano. Los ingleses se encargaron de todo, de darle de alta, de pagarle y de incluso hacerse cargo de los impuestos.
Ahí fue cuando Rodrigo consiguió ver sus fotos por primera vez publicadas, y justo en ese momento que me estaba relatando esa historia, entra una mariposa desde la ventana del parador y capta su mirada y califica ese momento como “bonito, ¿has visto como el planeta nos toca?” y realmente lo fue, la mariposa revoloteó por donde estábamos y volvió a emprender su marcha al exterior y nosotros seguimos con nuestra charla.
Inglaterra-Benavente-Madrid por la fotografía digital
La llegada de la fotografía digital interrumpió la estancia de Rodrigo en Escocia, tenía que volver a Benavente a ayudar al negocio familiar a pasar esa transición del analógico a la nueva era. “había un fervor por abrazar las nuevas tecnologías digitales que estaban irrumpiendo la fotografía, la democratización también de toda la foto. Tuve una llamada SOS de mi familia para venir aquí a echarles una mano en ese cambio, en esa transición. Y lo hice gustosamente, por un lado, por otro, me dio pena dejar mi vida de aventura”.
Eso fue en el año 2004-2005 cuando las cámaras comenzaban a presentarse en el mercado ofreciendo una fotografía de manera digital “ Era un momento muy apasionante, pero también de muchísima desinformación. Entonces, me asenté y estuve dos años aprendiendo un poquito todo lo nuevo que venía, o creyendo que aprendía todo lo nuevo que venía”. Pero se pusieron al día, consiguiendo ser una de las pocas empresas de fotografía que se escapó de desaparecer “prácticamente el 90% de los negocios de fotografía de aquella época quebró porque no tenían cómo darle continuidad al trabajo. Es que cambió todo como en dos meses”.
Tras esta etapa fija en Madrid su destino “Yo no me imaginaba que iba a poner un pie en Madrid porque la fama que tenía de agobio, siempre de Madrid, de ciudad peligrosa, por aquel entonces, heredada de la movida madrileña, además. Me voy para allá y me enamoró el segundo día de estar allí, de la ciudad, de cómo vibraba todo, la cantidad de opciones, la cantidad de experiencias que tenía”.
En Madrid estudió un máster de fotografía que le abrió más los caminos “un abanico infinito de posibilidades y de perspectivas y de enfoques que le puedes dar a la fotografía. Y yo lo apliqué en lo que venía siendo mi base, que era la fotografía social. Entonces dije, voy a hacer lo que quiera”. Entre Madrid y lo que aprendió en Escocia marco el germen de lo que es ahora, de darle el verdadero valor a su trabajo “desde el minuto uno dije, si afronto una producción, la voy a afrontar lo mejor que pueda, lo mejor que sé, lo más divertido que pueda hacer esto y lo tengo que cobrar, porque si quiero vivir de esto, pues tengo que cobrarlo”.
Y su andadura como fotógrafo profesional, estamos hablando de los años 2007-2008 cuando se toma en serio la fotografía “que en España hacerte profesional es pagar las cuotas de la Seguridad Social, de la bendita Seguridad Social y me puse manos a la obra”.
Fotografía artística, fotografía social y la exigencia del fotógrafo
Rodrigo comenzó profesionalmente con la fotografía artística pero pasaron unos meses y vio que ese estilo no avanzaba como él quería, funcionando prácticamente a través de subvenciones, y comenzó a realizar retratos “ me gustó, me apasionó, porque me daba mucho miedo, me imponía y conseguía romper esa barrera y sentirme cómodo y eso me estimulaba mucho, y luego la lectura del luz que tenía, que era algo que realmente me interesaba, porque desde que era pequeñito sí que sentía una atracción enorme por los espacios iluminados, por el cine, por ciertos tipos de secuencias, muy definido además, y eso sin darme cuenta lo apliqué a la hora de retratarlo y me provocaba un placer que podía con esa vergüenza, con esa timidez”.
Su creatividad comenzaba a florecer y empezó a mezclar los retratos con la moda y de repente, llegó la crisis, los estudios de publicidad cerraban al igual que lo hacían las productoras, agencias, lo único que se mantenía eran las bodas. Sus amigos comenzaban a casarse y fue uno de ellos el primero que le pidió a Rodrigo que fuera el fotógrafo oficial de su gran día “me preguntaban si les hacía la boda y esto no tiene nada que ver con, estoy tocando flamenco y me estás diciendo que te suba a tocarte un jazz o a Beethoven y un amigo me dio tanto la chapa que le dije, mira, no voy a ir de invitado, si quieres voy a trabajar y me vas a dejar hacer lo que quieras y encima te voy a cobrar, y me dijo, vale, si es lo que quiero. Fui y me lo pasé sumamente bien, porque la gente era de una confianza total, me dejaron hacer lo que quería y quedaron unas fotos bellísimas”.
Desde aquella boda a ahora han pasado casi 20 años inmortalizando bellos recuerdos de los días más felices, emotivos y que quedaran en el recuerdo no solo de los novios sino de todos los asistentes. Pero es un trabajo que desgasta, y mucho, el interactuar con mucha gente un fin de semana sí y otro también llega a agotar “hablas con las 300 personas, con las 200 personas, con las 100 personas que hay en la boda aquí en España, te vas vaciando, o vas también cansándote del tipo de fotografía que haces y llega un momento que llegas como una especie de precipicio o de túnel oscuro en el que no ves la luz y eso te provoca un sofoco enorme, al menos a mí, y son capítulos muy delicados porque pueden hacerte caer en el pantano de la tristeza y salir de esos pantanos es muy complicado, pueden hacer que abandones la profesión y lo he visto, ahora ya con 42 años”.
Rodrigo tiene una habilidad especial para hacerte sentir cómoda, “no quiero que estén nerviosos, porque si están nerviosos no están relajados, y al no estar relajado, no estás libre y cuando no estás libre, no te puedo cazar. No podemos tener una conversación de tú a tú, vas a estar cortándote. Entonces lo que necesito es que esta conversación pueda ser palabras, cuando estoy mirando a alguien puede ser variada a través de palabras, pero también son gestos, son miradas, es una actitud corporal, es la respiración, me refiero a esa libertad”.
La fotografía más allá de las bodas
Rodrigo en su Madrid sin esperarlo conseguía ver como su trabajo empezaban a ser visible a millones de personas en esa gran urbe, sus fotos aparecían en marquesinas, autobuses, en anuncios de televisión.
De la mano de este tipo de trabajos ha llegado a trabajar para medios tan importantes como El País, El Mundo, The Objective, editorailes como el Tercer Nombre, o Planeta y se ha convertido en el fotógrafo de confianza en España de Dolce y Gabbana, fotografiándoles eventos en Madrid y Barcelona.
Es él, el personaje y entre los dos una cámara de fotos, y es muy importante que se traspase esa mirada para que llegue al otro lado del papel, al lector. Entre los muchos personajes y personas relevantes que ha fotografiado Rodrigo está “Mario Alonso Puig, que es un médico y antropólogo y filósofo y coach porque me gustó mucho lo que hablamos y la energía que tenían. Elsa Punset también, justo la conocí cuando murió su padre y le dije un par de cosas a su padre y se puso a llorar y fue como muy emotivo, entonces las llevo muy presentes en el corazón porque fue muy bonito poner tu fotografía en esas personas con ese tipo de energía con la que me siento muy a gusto”.
Pero sobre todo lo que más le toca el alma es fotografiar a su familia que esta creando junto a Valeria, su pareja “ te va a sonar muy ñoño, pero a Valeria y a mis hijos fotografiarles me parece cada vez más complicado, supongo que ahí se mezcla todo, pero ver cómo va evolucionando mi vida, está siendo súper fuerte y como muy estimulante. Entonces, sí tengo que decir a alguien que me pellizca ahora mismo, son ellos” y ahí pude ver un brillo en sus ojos de cariño, de orgullo por tener a su lado esos soportes que le sustentan y que siempre están ahí formando un hogar sea donde sea, en cualquier rincón de su universo.
Rodrigo y su fotografía de “Inteligencia Real”
Con este ritmo vertiginoso que vivimos ¿Dónde estará la fotografía dentro de cinco años? Para Rodrigo va a suponer volver a la fotografía de antes “creo que vamos a volver otra vez a estar, o eso espero, más pausados, porque esto está siendo una locura al ritmo que va, que es totalmente innecesario, es como comer muy deprisa todo el rato y moverte sin parar, es como, ¿para qué? O sea, siéntate a comer, ¿no? Y cuando te sientas a comer dices, es verdad, si la comida sabe de otra manera”.
Un ritmo de vida demasiado deprisa, sobre todo en las grandes ciudades donde la gente artesana, artist empezará a abrirse camino “ va a reivindicar que haya una frenada y que empecemos a hacer las cosas con conocimiento y con consciencia si queremos seguir dando esa calidad y esa veracidad”. Porque más allá de la inteligencia artificial existe algo que Rodrigo llama “Inteligencia Real”, “porque la inteligencia artificial podrá hacer cosas impresionantes, ya no necesitamos quemar tantas balas, ahora las balas son gratis, más o menos, pero no es real. Creo que hay que saber diferenciar la parte humana del matriz, y hay que recurrir al matriz cuando no quede más remedio, pero no podemos perder valor a lo que sale de nuestras manos, de nuestro cerebro de verdad, sin pedir un apoyo tecnológico, para escribir un mejor texto, para hacer una mejor fotografía, hecha con inteligencia real”.
Y opino como él, yo que me resisto a acudir a la Inteligencia Artificial para hacer mi trabajo reconozco que puede ser una amenaza para cualquier tipo de sector de nuestra profesión sino se utiliza de manera inteligente, así que puede que sea el momento de reflexionar en la verdadera esencia que deja un trabajo real y no artificial.
“Benavente me ha dado autoestima y cariño”
Y para un profesional que ha tenido tanto mundo recorrido ¿qué le ha aportado Benavente? “ me ha aportado cariño y me ha aportado autoestima, porque yo fui muy guerrero, y cuando te dicen de pequeño te repiten tantas veces que eres así, al final te lo acabas creyendo. Y ver al público, cómo se conmueve con las imágenes, el reconocimiento que te da, además en una tierra que todo el mundo está cansado de ciertas monotonías, de mala energía, quizás innecesaria, que de repente ese público te demuestre cariño, pues eso me ha partido el alma.”
Y añade: “Te podría decir que realmente me ha dado una base de seguridad muy grande. Y la siguiente pregunta es, que me hace mucha gente, ¿por qué no te vienes? ¿por qué no te vuelves? Porque no podría estar aquí, pero tampoco en Madrid, ni tampoco en Londres, ni tampoco en Sevilla, no lo sé con lo que tengo me es suficiente. Me gustaría tener una casita para mí más bonita y tener estas tertulias con gente que de verdad quiero, que hay un montón de gente que quiero aquí. Igual no la quiero tanto, pero sí darle las gracias por ciertos apoyos que he visto cuando vivía a miles de kilómetros de aquí y que me han partido el corazón. Entonces me gustaría tener un hueco sobre todo para devolver esa gratitud”.
Finalizamos la charla formal, que no lo fue tanto creedme, fue una charla de amigos, que pusimos sobre la mesa y que hemos querido compartir con vosotros, lectores de Interbenavente.es.
Amigo Rodrigo, porque podamos seguir hablando y arreglando nuestro mundo en muchas más conversaciones. Gracias por la lealtad que se refleja en tu mirada y que conviertes en foto.
Que viva la fotografía de inteligencia real que capta la vida.
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