A Paolo Galbiati (Vimercate, 1984) le conocen en Italia como el ladrón del baloncesto. El término se lo asignó él mismo en 2018 tras su … primer gran éxito. «Soy un ladrón», confesó tras ganar la Copa a los doce días de ser nombrado por primera vez entrenador principal de un equipo profesional. «Robé de muchos. De Luca Banchi, cómo explicarse para sacar el máximo provecho; de Repesa, cómo interactuar con los jugadores y algunas ideas tácticas; de Scariolo, la meticulosidad. Larry Brown me dio muchas ideas sobre cómo sorprender a los jugadores, dándoles lo que necesitan…».
A todo ello, el nuevo técnico baskonista añadió una virtud de serie, el poder de convicción. Quien fuera su jugador en Cremona y Trento, el exbaskonista Daulton Hommes, reconoce que el nuevo entrenador azulgrana es de esos en los que se confía hasta el extremo. «Si me pidiera que atravesara un muro de ladrillos, lo haría», asegura.
El técnico de 41 años, anunciado anteayer y contratado hasta 2027, tiene fama de casar bien con su plantilla. «Es una persona que crea mucho contacto con el vestuario, psicológicamente es muy bueno», le atribuye Hugo Sconochini. Una mañana cualquiera de 2002 en Milán, a donde el argentino volvió tras salir de Vitoria con los títulos de Copa y Liga ACB, se cruzaron por primera vez. «Él ya entrenaba a algún equipo de las inferiores. Empezamos con un ‘hola, qué tal, cómo estás’, como solía hacer con todos, pero de él me llamó la atención que siempre lo vi trabajar muchas horas». Esa pasión y dedicación también la dejó patente el propio técnico en una entrevista reciente en ‘Il T Quotidiano’. «Vivo para el baloncesto, cocino para sobrevivir».
Pasional
«Tiene un espíritu muy contagioso», recuerda Hommes, al que convenció para fichar al final de la temporada 2023-2024 (4 partidos y el play off), tras operarse de la rodilla que le lastró como baskonista. «Te gana con sus ganas de competir, de trabajar, de esforzarse», añade. Tan pasional y emocional, que un intercambio de pareceres con el director deportivo del Trento tras una derrota a principios de enero le hizo romper su contrato hasta 2027 sin ni siquiera haber negociado antes con ningún otro club. «No digerí en absoluto sus comentarios», contó en ese mismo medio transalpino. Un carácter irascible que también conocen los árbitros italianos. Desde la grada, su padre, Giuseppe, le calma llevándose el dedo índice a la boca cuando cruzan miradas.
Galbiati creció en el seno de una familia muy unida que vive en el extrarradio de Milán. Se crio en Concorezzo, más conocido por su parque acuático que por la pista verde en la que el joven Paolo se despellejó las rodillas junto a su hermano Francesco. A los 14 años, ya casi medía los 178 centímetros que luce ahora en la banda. Llegó a jugar dos temporadas en las categorías inferiores del Armani, sin mucho éxito en el arte de imitar a su ídolo, Kobe Bryant, cuya influencia traspasa las canchas. Ni la estatura ni las lesiones provocaron su retirada prematura. «Tomé algunas malas decisiones, malos comportamientos», reconoce en Pasión NBA.
Como estudiante tampoco era aplicado. A su amigo Andrea Trinchieri le llegó a reconocer que a su madre se le caían las lágrimas cuando salía de hablar con los profesores. «Me arrepiento mucho», confiesa quien ahora es licenciado en Ciencias del Deporte. Antes de empezar el grado, Galbiati pidió un favor a sus padres. Al igual que en España, en Italia se celebra acabar el instituto. Ibiza, Mallorca, Salou, playa, discotecas… Galbiati eligió Atenas. Por los Juegos Olímpicos de 2004. El viaje le marcó de por vida, le hizo enfilar el camino de la madurez y así comenzar a cambiar la imagen que tenían sobre su figura. Especialmente de aquellos que detestan la extrema sinceridad, una de sus señas de identidad.
«Empecé con la etiqueta de ser un ‘testa di cazzo’. Un capullo reconocido. Un presidente de un club muy importante de Italia llegó a decir que era tan ambicioso que nunca sería entrenador de la Serie A», ha rememorado en alguna ocasión Galbiati. Y por momentos así lo creyó. El mejor técnico de Italia en 2025 entrenó en minibasket en Milán, Robbiate y Bernareggio antes de volver a la capital de la moda en 2010. Estuvo otros seis años, ganó el prestigioso campeonato sub’17 y no tenía prisa en llegar. La enseñanza de jóvenes y el cariño que le profesaban le llenaba.
Pero ejerció también como asistente de vídeo y técnica individual del primer equipo y conoció a Luca Banchi, el hombre que le llevó en el verano de 2016 a Turín y le cambiaría la vida. Quien fuera también pretendido por el Baskonia, dimitió tras una victoria debido a los problemas institucionales. Llegó Recalcati y también se fue a los pocos días. A Galbiati le propusieron un ascenso, aceptó y ganó la Copa «con un equipo no muy bueno», recuerda Sconochini, a quien la directiva azulgrana pidió referencias antes de su contratación.
También consultó con Luis Scola, que le contrató como asistente de Matt Brase en Varese en 2022 tras sus pasos en solitario por Biella y el Cremona (descendió en el segundo año, ya sin Hommes). Fue el trabajo que más le ha costado conseguir a Galbiati. No por sus capacidades, si no por encontrar una cafetería discreta en Milán como le pidió el ahora dirigente argentino para reunirse. Aquel curso terminó por aprender a distanciarse de los jugadores y perfilar su gusto por el baloncesto rápido, con muchos tiros en los primeros segundos de posesión. «No te da la posibilidad de plantarte defensivamente para obligarlos a jugar mal», apunta Sconochini.
«Un caos organizado»
El argentino reconoce su fascinación tras comentar muchos de los partidos de sus partidos con el Trento. «El último año jugó con dos interiores capaces de cambiar y defender exteriores, entonces complicaba a los otros equipos atacarles y defenderlos, porque abrían mucho la cancha y tiraban bien. Jugaban a penetrar y descargar, de dentro a fuera», explica. El exbaskonista lo denomina «caos organizado», indescifrable para los rivales. También lo son algunos datos. Su equipo fue el mejor lanzador de triples (38,6%) y el mejor defensor de perímetro (32,7% los rivales) en la Serie A, y de los peores en la Eurocup (31% de acierto frente al 38,6% de los oponentes).
Profeta del baloncesto moderno y capaz de sacar petróleo de cualquier plantilla (presupuesto de 1,5 millones en salarios en Trento, similar al Bilbao Basket), en Vitoria deberá mostrar su capacidad de adaptación en su primera vez fuera de Italia. Para él un ejemplo es su madre. Aurelia hubiera preferido que fuera fisioterapeuta o profesor, un oficio más relajado, que alterara menos las pulsaciones de su hijo, carismático, con gusto por las zapatillas, la comida dulce y los entrenamientos con música. Así cree favorecer la comunicación entre los jugadores durante los partidos. Aún no ha sido presentado y ya se cruzan apuestas sobre cuál será su suerte en un banquillo tan eléctrico. «Creo que merece la oportunidad, va a estar bien, va a ir bien», defiende Sconochini. Como el Baskonia, pide creer.