Investigadores proponen medir el calor desde una perspectiva fisiológica que integre variables ambientales y personales para evitar muertes y enfermedades. El objetivo es crear alertas personalizadas y estrategias sostenibles para disminuir los efectos negativos de las temperaturas elevadas

Durante los últimos veranos, una cifra escalofriante eclipsó los titulares europeos: más de 110.000 personas murieron por causas relacionadas con el calor. El fenómeno dejó a la intemperie no solo la vulnerabilidad social, sino también las limitaciones de los sistemas que alertan sobre peligros ambientales.  

La ciencia ha mostrado cómo el calor intenso no solo causa muertes, también genera problemas fisiológicos como deterioro de la salud mental, aumento de episodios de violencia e incluso incidencia de partos prematuros. Los episodios extremos perturban la vida diaria y revelan vacíos en la información que sustenta las decisiones de salud pública.

calor fisiologica muertes/ prensaiberica.es

Autoridades sanitarias de varios países han emitido advertencias apoyadas solo en la temperatura del aire. Las recomendaciones han incluido cambios de rutina, aumento en la hidratación y refugio en ambientes frescos, sin tomar en cuenta todas las variables ambientales o personales que pueden potenciar el daño fisiológico.  

Especialistas piden una transformación profunda en la medición de los riesgos asociados al calor. El análisis tradicional excluye factores físicos determinantes como la radiación solar, la humedad relativa y la velocidad del viento, así como variaciones individuales vinculadas a enfermedades crónicas y medicamentos.  

Modelos avanzados incorporan ahora variables ambientales y datos fisiológicos para ofrecer un panorama personalizado del impacto térmico. La integración de equipo científico y tecnología digital genera nuevas herramientas para la gestión de emergencias y promueve respuestas rápidas ante situaciones de alto riesgo.  

Las cifras del calor extremo exigen respuestas distintas  

calor/ ayudafamiliar.es

En la última década, Europa registró picos de mortalidad inéditos vinculados con olas de calor. Las estadísticas superaron los niveles históricos y forzaron a replantear cómo las autoridades anticipan emergencias sanitarias. El aumento de casos mostró la necesidad de renovar métodos de advertencia y estrategias preventivas.

Los efectos del calor incluyen más que defunciones directas. Investigaciones identificaron incrementos claros en insuficiencia cardíaca, accidentes cerebrovasculares y complicaciones renales. El riesgo se agrava en áreas urbanas con pocos recursos para reducir la exposición térmica, sobre todo en comunidades con menor acceso a cuidados especializados.

Los impactos psicológicos constituyen otro frente de este problema. El calor prolongado ha favorecido episodios de ansiedad, conductas agresivas y déficits de atención infantil. Esta combinación acelera el deterioro de la calidad de vida y multiplica los retos para la planificación de los servicios de salud.

Las afectaciones económicas son significativas. La productividad laboral disminuye en sectores como agricultura y construcción, donde el trabajo al aire libre es obligatorio. A la vez, la demanda hospitalaria crece y genera tensión adicional en presupuestos gubernamentales y en la capacidad operativa del sistema sanitario.

El calentamiento global potencia la frecuencia y severidad de los eventos térmicos. El panorama obliga a adoptar medidas preventivas más sofisticadas y contextualizadas. La lucha contra estos riesgos no puede aplazarse, ya que los costos humanos y materiales aumentarán con cada temporada de calor extremo.

La comunidad científica respondió con proyectos que buscan integrar datos de alta precisión en los sistemas de alerta. La finalidad consiste en proteger a quienes se encuentran en mayor peligro, garantizando que las intervenciones sanitarias lleguen de forma eficiente a las poblaciones más vulnerables.

Modelos de alerta: entre la tradición y la insuficiencia  

temperaturas calor omuertes/ radio.unr.edu.ar

Las alertas actuales dependen casi en su totalidad de la temperatura del aire. Un indicador que no refleja la compleja interacción entre variables ambientales y respuesta biológica. La realidad térmica de una persona va mucho más allá de una cifra captada por un sensor.

Durante años, los sistemas se han basado en correlaciones estadísticas generales entre temperatura y mortalidad. La práctica deja fuera elementos que influyen de manera directa en la resistencia o vulnerabilidad, como radiación solar, humedad y corrientes de aire, así como particularidades clínicas.

Proporcionar avisos generales sin diferenciar perfiles de riesgo diluye la eficacia de la prevención. Poblaciones con enfermedades cardíacas o renales, así como adultos mayores, requieren márgenes de seguridad distintos a los aplicados para individuos jóvenes y sin patologías previas.

Factores individuales como la vestimenta, el nivel de actividad física y el grado de exposición a fuentes de calor modifican la carga térmica real. El mismo valor de temperatura puede representar un riesgo moderado para unos y extremo para otros, según estas condiciones.

Reducir el análisis a un solo dato complica la identificación de peligros específicos y retrasa la implementación de medidas más ajustadas. Superar la limitación implica reconocer la naturaleza multisistémica del estrés térmico y adaptar la respuesta de forma flexible.

Alcanzar un cambio efectivo en los modelos de alerta demanda romper inercias institucionales. La innovación tecnológica y el acceso a evidencia detallada ofrecen el soporte necesario para construir sistemas más inclusivos y capaces de anticipar el impacto real del calor.

Fisiología y vulnerabilidad ante el calor: el corazón al límite  

riesgos sistemas/ theconversation.com

La termorregulación moviliza grandes cantidades de sangre hacia la piel, lo que aumenta la carga sobre el corazón. El órgano debe trabajar con más frecuencia e intensidad, fenómeno que pone en riesgo a quienes padecen afecciones cardiovasculares.

El desvío de flujo sanguíneo hacia la superficie corporal reduce el suministro de oxígeno a órganos como los riñones. El déficit contribuye a lesiones agudas y, con la repetición de episodios, a la aparición de daños crónicos que comprometen la función renal.

La deshidratación disminuye el volumen sanguíneo y eleva el esfuerzo cardiovascular. Un escenario que favorece arritmias, desmayos y, en casos graves, fallo multiorgánico. De hecho, las pérdidas continuas de líquidos destruyen la tolerancia fisiológica al calor.

Tratamientos farmacológicos comunes, como diuréticos o antihipertensivos, pueden intensificar la vulnerabilidad. Los medicamentos modifican la capacidad del organismo para regular temperatura y presión, lo que exige una vigilancia médica más estrecha durante condiciones extremas.

Niños y adultos mayores presentan mecanismos homeostáticos menos eficientes. En estas etapas, un cambio brusco en la exposición al calor rompe el equilibrio fisiológico y multiplica el riesgo de complicaciones y muertes si no hay una intervención rápida.

La prevención médica del daño cardiovascular y renal causado por el calor requiere un monitoreo continuo, atención inmediata ante síntomas y educación específica para grupos con riesgo elevado.

Variables ambientales olvidadas: radiación, viento y humedad  

La radiación solar directa aumenta la temperatura corporal incluso cuando el ambiente registra cifras moderadas. Edificios, pavimento y metales reflejan calor e intensifican la carga térmica en zonas urbanas, lo que supera las previsiones basadas en temperatura del aire.

ambientales / eltiempo.es

La humedad relativa elevada reduce la capacidad de enfriamiento del sudor. Cuando el vapor de agua satura el aire, la evaporación se ralentiza, el calor queda atrapado en el organismo y se alteran los procesos metabólicos.

El viento, incluso en corrientes leves, ayuda a liberar calor mediante convección. Sin embargo, áreas cerradas o protegidas de corrientes bloquean el mecanismo y mantienen un microclima riesgoso para quienes permanecen en ellas por largos períodos.

Las características de la ropa, los materiales de construcción y las conductas sociales influyen sobre el intercambio de calor con el entorno. También la falta de sombra en espacios públicos intensifica la exposición y obliga a estrategias alternativas para reducir riesgos.

Integrar todas las variables en la medición del riesgo permite un diagnóstico más preciso. Las autoridades disponen así de datos concretos para generar respuestas específicas en zonas críticas y para perfiles vulnerables.

Por eso reconocer la interacción entre factores ambientales y fisiológicos abre la puerta a nuevos sistemas de medición capaces de prevenir muertes en escenarios de calor creciente.

Innovación tecnológica

salud aireLas altas temperaturas son una amenaza en trabajos que se realizan bajo el sol / pulserasgolpedecalor.com

HeatWatch ofrece evaluaciones personalizadas del riesgo por calor. El sistema toma en cuenta edad, estado de salud y posibilidades de acceso a métodos de enfriamiento, para generar medidas adaptadas a cada usuario según su ubicación.

Su implementación en Sidney demostró que la personalización de alertas salva vidas. La expansión prevista hacia regiones tropicales busca responder a realidades donde el calor extremo actúa con mayor fuerza y frecuencia.

Entre las soluciones sugeridas se encuentran métodos sostenibles que reducen la tensión fisiológica sin enfriar grandes volúmenes de aire. Entre estas prácticas figuran el enfriamiento directo de la piel con agua, el uso de ventiladores y techos que reflejan la radiación.

Asimismo, la planificación urbana incorpora zonas de sombra y corredores vegetales para mitigar el efecto isla de calor. Las modificaciones logran ambientes más seguros y protegen la salud en periodos críticos.

La tecnología actual permite sensores portátiles, análisis en tiempo real y proyecciones con alta precisión. Los avances facilitan que profesionales sanitarios y autoridades actúen con rapidez y eficiencia.

Conectar la ciencia aplicada con la vida diaria garantiza un modelo de prevención más sólido. Uno en el que las herramientas digitales convierten el conocimiento en acciones concretas que reducen el impacto del calor extremo.

Rumbo a una prevención eficaz y equitativa  

La nueva medición del riesgo térmico favorece alertas más efectivas, en especial para entornos densamente poblados y con menos recursos sanitarios. La visión optimiza el uso de medios y prioriza los grupos que requieren atención inmediata.

Contar con información que refleje la realidad individual fortalece la autonomía ciudadana, dado que las personas pueden tomar decisiones más eficaces y protegerse durante condiciones de peligro.

En este sentido, el reto para gobiernos y sistemas de salud es integrar estos avances en políticas públicas. Igualar el acceso a medios preventivos y asegurar diagnósticos tempranos forma parte de este compromiso.

Dar protagonismo a la fisiología humana en la evaluación del riesgo mejora la capacidad operativa de los sistemas nacionales de salud. La reducción de muertes y enfermedades asociadas al calor extremo es una meta alcanzable.

El trabajo conjunto entre países, centros de investigación y organizaciones civiles fomenta redes de apoyo para anticipar emergencias y compartir soluciones eficaces. Aplicar una mirada integral y multisectorial transforma la gestión del calor extremo en una herramienta para proteger vidas y promover un desarrollo resiliente.

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