“Trabajar con madera maciza fue en sí mismo un proceso de aprendizaje: la madera es un material vivo; se mueve, se desplaza y responde a su entorno. Tuvimos que escuchar con atención y aprender de los artesanos de Kalpa Taru antes siquiera de comenzar a diseñar. Construir con madera maciza requiere una comprensión profunda de sus fortalezas y limitaciones, y muchas veces fue el propio material el que guio el diseño, no al revés”, recuerda Blanco.

La estructura de la casa, que utiliza maderas tropicales recuperadas, responde a la arquitectura balinesa vernacular. Así, el tejado se apoya en vigas independientes (es decir, no descansa sobre los muros), lo que crea un espacio entre el tejado y el techo donde se acumula el calor, lo que logra mantener más frescas las estancias inferiores. Además, la casa está dispuesta en torno al patio, lo que fomenta la ventilación cruzada.

Cada grieta y cada borde irregular se respetó y conservó como recordatorio del carácter vivo de la madera.