Ahora que tenemos las fiestas recientes viene a cuento recordar el añejo lema del circo. Ese ‘más difícil todavía’ que proclama con su voz cantarina … el jefe de pista cuando la siguiente actuación supera en reto a la anterior. Algo que bien puede aplicarse al número de trapecio de un Baskonia que ha de eludir la caída al vacío desde la elevada altura a la que la Euroliga tiende la cuerda. Al menos, y por la constancia dirigente con Josean Querejeta en su afán por atornillar el proyecto azulgrana dentro de la élite, existe la red que evita el accidente fatal. Si el equipo vitoriano ya arrastró los pies la última temporada, la ampliación de dieciocho a veinte participantes el próximo otoño incrementa el tamaño del desafío. Y no sólo porque dos competidores más aspiran a los puestos de honor. También, desde luego, por la notoria identidad de los mismos.

Eso sin mencionar hasta la fecha el retorno al máximo torneo continental de un Valencia envalentonado. El conjunto taronja estrenará el flamante y modernísimo Roig Arena, que lleva el apellido de un mecenas que vuelca parte de los beneficios de la fértil Mercadona en su deporte predilecto. Me refiero en este artículo, fundamentalmente, a la mano que abre el mejor campeonato europeo al muy pujante Hapoel de Tel Aviv y al poderío económico del novedoso proyecto en Dubái. Ese sector geográfico de riñón bien cubierto dentro del mapamundi que seduce a base de talonario al fútbol, el golf y ahora al baloncesto entre todos los caprichos que se le ocurran. Una región que atraerá a través de cantidades indecentes todo aquello que se proponga. La última ‘Final Four’ ya se celebró el pasado mes de mayo en Abu Dabi, uno de los siete territorios que forman los Emiratos Árabes Unidos.

Frenar la involución

Dentro del concierto internacional, el Baskonia estira el prestigio que se ha labrado como entidad desde su revuelta contra la FIBA en el año 2000. Pero los resultados deportivos de un tiempo a esta parte hablan de cierta involución por la falta de tino en algunas contrataciones y también debido, desde luego, al enorme músculo financiero de adversarios que ensanchan unas brechas salariales cada vez menos difíciles de soportar para las cuentas azulgranas de los misterios dolorosos.

Los males no han de localizarse sólo en cuestiones ajenas. Es cierto que los clubes de fútbol, los gigantes griegos, la jerarquía turca y ricos de ayer, hoy y mañana como el Mónaco lastran las opciones alavesas. Como también que existen pecados propios, traducidos en clasificaciones europeas menguantes. Desde hace cinco temporadas ninguna primavera veía al grupo vitoriano tan rezagado. Décimo del máximo torneo continental en 2021, noveno los dos ejercicios siguientes con traspié punzante a última hora en aquella campaña de baloncesto lúdico con Joan Peñarroya, octavo en 2024 con ingreso en el novedoso ‘play in’ y decimocuarto (balance de 14-20) en la reciente edición.

La Euroliga que arrancará el 30 de septiembre en el Fernando Buesa Arena ante el potente Olympiacos se sacude al muy poco competitivo Alba de Berlín, que apuesta por el campeonato de la FIBA, para acoger de nuevo a un Valencia de chequera amplia al abrigo de su nueva y lujosa residencia. De momento, otra piedra adicional en el camino del Baskonia. Claro que no la única porque la ampliación a veinte comensales coloca cubiertos a dos nuevos ricos. Lo demuestran con los datos a la vista, a través de las plantillas que van conformando. En muchos casos, jugadores que quedan muy a desmano de las posibilidades económicas azulgranas.

Petrusev y Musa, a Dubái

Bastan unos cuantos ejemplos rotundos y significativos. Dubái, potencia del Golfo Pérsico de estándares morales lejanos a la Vieja Europa como el severo castigo a la homosexualidad, pesca baloncestistas de buen nivel en los caladeros de Belgrado y de la ACB. Del vivero del Partizan llegan al desierto Avramovic y Andjusic, trae del Estrella Roja al exbaskonista Petrusev, firma desde Mónaco a Jaiteh y a Bacon en Atenas. Y compra la anotación del madridista Musa, el talento de Prepelic (Valencia) y la pasión cancerbera del secante Anderson (Barça).

Mientras, el Hapoel le discute la jerarquía en Tel Aviv al mismísimo Maccabi. Y lo hace desde el vértice de la pirámide, con Dimitris Itoudis (entrenador bicampeón en el CSKA de Moscú) sentado en su banquillo. Desde allí dirigirá a hombres de gran nivel, empezando por el regreso a Europa de quien la abandonó como el mejor base del continente (Micic) y siguiendo por su mirada a Estambul. Junto a él Bryant y Oturu (Efes), Ennis y Motley (Fenerbahce), Chris Jones (Valencia), Caboclo (Partizan) y tres ‘robos’ al archirrival israelí. Más difícil todavía.