Si atendemos a su prolífica producción, parece que Fito Páez (Rosario, 1963) haya vivido varias vidas. Y seguramente así sea. Desde luego, en el rockero maduro con gafas de sol que me encuentro hoy frente a mí, no parece haber habitado aquel joven melenudo que nos dejó boquiabiertos con su El amor después del amor en 1992. De ahí vienen mis primeros recuerdos de su música y el inicio de su idilio con nuestro país, donde vivió a ratos, durante su matrimonio con la actriz Cecilia Roth.

Pero volvamos a Páez, que acaba de lanzar un disco, Novela, que es mucho más que eso en realidad. Es una suerte de ópera rock, que también será una película (el guion está escrito antes que el disco), en la que se mezcla narrativa con música y arte y en el que “pinta” un mundo imaginario lleno de capas que, aunque está inspirado en su barrio natal en Rosario, Argentina, bien podría ser Carabanchel o Poblenou. Eso sí, con circo ambulante y brujas incorporadas.

¿Qué te hizo retomar este proyecto cuarenta años después?
Cada vez creo más en el inconsciente. Creo que por alguna razón, no legible a primera vista, esto se demoró. Obviamente tenía el marco del guion de la película, así que sabía que iba a ser una historia y hubo una tarea de armado de lo que sería la narración y cuando terminé todo, encontré muchas de las cosas más elementales de los lugares que conozco: de mi aldea, de Argentina, de Rosario, del lugar de donde fui criado, de cómo fui criado… Te diría que un oyente o un lector atento puede descubrir que en Novela está recogido lo que piensa una persona, en este caso yo, sobre el mundo a todos los niveles: ¿Dónde está presente el amor y de cuántas maneras?, ¿dónde está la erudición?, ¿y lo pagano?, ¿qué pasa cuando un pueblo se vuelve loco?, ¿y cuando llega un circo a un pueblo? Un espectáculo con gente desconocida que trae cosas desconocidas… ¿Qué sucede cuando llega el amor? ¿algo mágico o es más bien un fenómeno meteorológico? Todas esas cuestiones, muchas de ellas centrales en nuestra vida, están ahí definidas en un esquema que podría sobrevivir a cualquier coyuntura política, incluida la actual, que es un caos. Tuve que esperar a tener el tiempo de organizar todos esos elementos en una novela.

“Las personas somos tan singulares que cuando nos salimos de las normas es cuando somos más nosotros, más auténticos“

En esa línea, un escritor español al que he entrevistado recientemente me dijo que es difícil escribir una gran novela antes de los 40, así que imagino que era cuestión de edad. ¿Estás de acuerdo?
Déjame pelear un poco con esa idea, porque a algunos les encanta poner pautas y axiomas sobre cómo deben hacerse las cosas. Rimbaud escribió una obra maestra con 21 años y después no escribió nada más. Las personas somos tan singulares que es precisamente cuando nos salimos de esas normas cuando somos más nosotros, más auténticos. Coincido en parte con eso, pero seguro que hay casos que lo desmienten: ¿Qué edad tenía Hemingway cuando escribió Por quién doblan las campanas? No era un hombre muy grande… [Tenía 41 años, pero efectivamente su primera novela, Fiesta, la escribió a los 27 años]

Pero es verdad que las vivencias te dan una profundidad y ciertas habilidades que no se tienen con 20, aunque la genialidad no entiende de edades imagino…
Cuando ves la biografía de Mozart y descubres que a los tres años ya compuso su primera pieza. O cuando ves a Charly García, cómo hacía música… Estaba hablando, fumándose un cigarrillo y a la vez te estaba tocando una pieza. Y si estabas atento a lo que estabas escuchando era la música de Dios. Y todo eso en medio de una fiesta [risas]. Existen esas personas, por suerte.

¿Qué referentes literarios y musicales están presentes en tu Novela?
Recuerdo que Horacio González, un gran filósofo argentino ya fallecido y gran amigo, cuando escribí el primer boceto me dijo que todo lo que yo contaba estaba en una de las estructuras de Propp, un estudioso de las estructuras de los cuentos fantásticos de Europa del Este. Me pareció fortísimo, porque yo no había leído nada de esa literatura, lo escribí a los 25 años y nunca fui un erudito en esas cuestiones, ni en ninguna, pero en esas menos [risas]. Ahí podés pensar si algún gen humano de alguna familia equis de allí se te ha colado, lo tenés en la sangre y por eso escribes eso.

¿Te ha sucedido lo mismo en otras ocasiones?
Me ha pasado con otras cosas también, como con mi canción Yo vengo a ofrecer mi corazón. Vi la película de Scorsese, basada en la aparición de Cristo, en la que se saca el corazón de forma literal del pecho. Yo había hecho la canción mucho antes, pero resulta que este pasaje ya estaba en la Biblia, ¿sabes? Quizás hay cosas que necesitan ser escritas, porque la genética humana las tiene dentro de uno. También me ha influido The last picture show, la película de Bogdanovich o Twin Peaks que, como pasa en Novela, era un pueblo de día y otro de noche. Hay influencias del cine, de la literatura y de los cuentos que me contaba mi tía Charito sobre el hombre sin cabeza o las brujas que andaban dando vueltas por el pueblo cuando vivíamos en Cepeda, que es un pueblo más rural. Todas esas fantasías de niño se quedan ahí dando vueltas, y después el inconsciente desordena.

fito paez nuevo disco novela

Sony Music//Esquire

Quizás estás en un momento de tu vida en el que ya toca hacer revisión de lo vivido y volver sobre el camino andado. Cuando uno es joven no quiere saber nada del pasado, sino escapar hacia delante ¿no?
Sí, eso sucede, como también sucede la deriva per se. Pienso en Juan L. Ortiz, que vivió siempre en su casa de Paraná, en la provincia de Entre Ríos. Era amigo de Mao y este le mandaba opio. Sus libros son de un hombre sin pasado y sin futuro, son simple contemplación y eso curiosamente le da una extraordinaria juventud y vitalidad a su obra. Juan L. no tuvo que volver a ningún lado. Me gusta mucho la gente que escapa hacia delante también, encuentro cierta valentía en eso, escapar de algo que no sabes muy bien qué es, posiblemente tú pasado. Y a otros les gusta mucho cerrar el círculo. Yo me parezco más a esos.

¿Este trabajo es una forma de cerrar el círculo?
Sí, a ratos lo pensé hasta como un legado. No como un último disco ni como un disco póstumo, pero me parece que resume muy bien lo que pienso del mundo.

“Mi mamá se murió cuando yo tenía ocho meses, así que desarrollé una especie de percepción extrasensorial de lo materno, para poder conectarme con ella de alguna manera”

¿Eso significa que tienes una visión fantástica del mundo? Te advierto que a veces la fantasía es mejor que la realidad…
No sé si es mejor, pero yo creo que forma parte del mundo, que todo lo que trajo Hawking en la ciencia o lo que traen las últimas investigaciones de la neurociencia sobre el estadío de varias dimensiones en el mismo espacio a la vez, lo sabíamos ya en Rosario [risas].

Érais unos adelantados
Hace muchos años y sin haber estudiado a Hawking, ni siquiera a Einstein… [risas] ya lo sabíamos. Viví toda mi vida con la fantasía y la sensación de saber que está pasando algo que está fuera del orden, que es extraordinario. A lo mejor porque mi mamá se murió cuando yo tenía ocho meses, así que desarrollé una especie de percepción extrasensorial de lo materno, para poder conectarme con ella de alguna manera. La veía en todos lados y eso desarrolló la imaginación. Realidad o no realidad, ¿qué es real? No lo sabemos…

¿Y hubo algún disco que te hiciera cambiar tu concepción del mundo?
Muchos. El formato de Quadrophenia, el disco de The Who, ha sido la base para hacer Novela. También el primer disco de La máquina de hacer pájaros de Charly García con esa agrupación; Pequeñas anécdotas sobre las instituciones de Sui Generis, el disco de su banda anterior. También el disco Invisible, de Luis Alberto Spinetta, Pomo y Machi. Y el disco de Troilo, Troilo for Export, que tenía mi padre en la discoteca de Rosario; El americano en París de Gershwin; La consagración de la primavera dirigida por Stravinsky… Y el descubrimiento de Mahler a mis tardíos 50 años o el Blue de Joni Mitchell. Son discos que cuando los escuché algo se movió de lugar, me causaron un gran impacto.

¿Y de lo nuevo? ¿hay algo que hayas escuchado últimamente que te haya impresionado?
Impresionado no. Sí me interesan algunas cosas, pero tengo que ser honesto, otra cosa sería confusión e hipocresía. De hecho, estoy terminando un ensayo, La música en tiempos de demencia masiva, para intentar comprender qué está pasando hoy en día con la música. Y hay algo que está haciendo mucho ruido, que es la ausencia de lo diferente. No soy un experto en todo lo nuevo, pero sí tengo a mis hijos, a mi novia… Y no encuentro ahora, en este momento, nada que digas ¡wow! Por ahí me interesa alguna gente de Argentina, como Paco y Catriel, que dentro del movidón son dos chicos que heredan la cultura rock, son chispeantes y tienen un potencial infinito. Creo que Naty Peluso también tiene un talento infernal y una voz descomunal. Y Mon Laferte es una mujer que me llama mucho la atención por su artisteo: pinta, baila, canta… Tiene muchas inquietudes. Ahora, va a tener que pasar tiempo y ver cómo desarrollan sus carreras. Pero a mí me faltan compositores, una Joni Mitchell, una Aretha Franklin, una Sarah Vaughan, un Charly García, un Gustavo Cerati, un Lennon o un Prince.

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Sebastian Arpesella//Esquire

Bueno, ahora estamos en el momento de la música urbana, que parece que todo tiene cabida ahora bajo ese paraguas….
Yo creo que esa capacidad la tiene la cultura rock. Porque, para contener multitudes, como decía Whitman, hace falta tener espacio y el espacio lo tenés cuando tenés una cabeza muy abierta y mucho conocimiento de la vida y del lenguaje. No creo que sea el caso de estos chicos. Es que no sé lo que es urbano, necesito que me hablen bien y no digo vos, sino ellos, que se comuniquen mejor conmigo porque yo entiendo bien las palabras. Entonces, ¿qué quiere decir urbano? Es de la ciudad, de una metrópolis, de una capital, de un centro urbano… ¿Es del cono urbano? A lo mejor puedo entender bien de qué se trata y comprender un poco si me lo explican.

Pero hay una parte de esta nueva generación que está muy preparada musicalmente hablando, que tienen las herramientas y todo un universo al alcance de la mano ¿qué echas en falta?
Creadores, que hagan cosas diferentes y sean únicos, que nada se les parezca a ellos. Hay que vencer el miedo a hacer cosas diferentes. Yo crecí con músicos de verdad, con cantantes de verdad, no fui con la manada. Te puede funcionar o no y puede sonar como suene, pero te aseguro que no hay otra manera que arriesgarse. Y es que tenés que hacer mucha fuerza para aburrirte con la música y lo están logrando. En el ensayo me extiendo un montón en eso, va a montar mucho revuelo. Novela, por ejemplo, es un disco que está pleno de músicas, de diferentes timbres, colores, ritmos. Quiero encontrar eso en los jóvenes.

Vivimos un mundo, decías tú antes «demenciado», y sin embargo no hay ni rastro de eso en la música. Porque en tu generación había mucha más gente comprometida con su tiempo, con su sociedad, con su entorno
Exacto. Y eso tiene que ver con el fracaso de las izquierdas, el marxismo y el progresismo. Fracasó la utopía. Y para dibujar los motivos del fracaso y no echarle toda la culpa al progreso, a la revolución tecnológica y a los medios, que también están implicados, ni a los poderes financieros de turno. Ahí está la clave para poder pensar en un posible futuro diferente a este páramo helado y enloquecido en el que se transformó el mundo, alejado de todo lo que sea sentimentalidad, cariño, amor, beso, contacto… Entonces, ¿cómo se vuelve a lo otro? No mintiendo. Se trata de ir con la verdad, de hacer un trabajo en serio con eso de comprometerse. De saber de la importancia, en el caso de la música, que tiene la formación, te hace mejor persona. La música cura y es un instrumento sanador.

Bueno, si algo puede salvarnos, eso podría ser la música, desde luego
Sí, la música como arma contra todos los males de este mundo. Cierro capítulo.

“Lo próximo que voy a hacer, apenas termine todo este disparate de la película, la gira y el libro, es estudiar dirección de orquesta”

Y después del esfuerzo monumental que ha sido Novela ¿tienes algún proyecto en marcha en breve?
Acabo de terminar mi primer libro de poemas que se llama El hombre del torso desnudo. Lo publica Planeta el 11 de agosto en Buenos Aires. Es un libro que trata sobre el tiempo, la muerte, la locura, el amor. Y llevo muchos años trabajando en él, es una especie de declaración: «Acá es donde estoy». Y el año que viene empiezo nueva gira que ensayé ya durante un mes como si fuera la primera, van a ser los conciertos más hermosos de mi vida. Después estoy preparando la película y hasta el último día que se mande a la imprenta, voy a seguir agregando capítulos al ensayo.

Este es tu disco número 29. Si tuvieras que definir tu carrera, algo que la englobe de alguna manera ¿qué sería?
No sé, después la gente lo encaja en un lado y lo llama estilo, pero son formalidades. Yo todos los días aprendo algo nuevo. Llevo con esta última banda muchísimos años, más de quince, y sin embargo encontré ahora una manera alucinante de trabajar con ellos. Y lo próximo que voy a hacer, apenas termine todo este disparate de la película, la gira y el libro, es estudiar dirección de orquesta. Ya me falta eso nada más. En la música siempre se aprende y terminás siempre no sabiendo nada. La música tiene muchas cosas para darte, para poder seguir aprendiendo, no entiendo a una generación que se niegue a los saberes y a las mieles de la música, que viva de la música vampíricamente y no quiera conocerla. Porque yo estoy en mis 62 y voy a seguir estudiando y haciendo cosas nuevas permanentemente. Después, una vez que me muera, ya verán desde lo primero que hice hasta el final. Libros, películas, poemas, canciones… Y si queda alguna cabeza viva, hará un análisis que posiblemente no le interesará a nadie.

Headshot of Ana Pérez

Ana es experta en temas de coches y automoción en Esquire, con una experiencia sobre esta temática que abarca más de 20 años. Es la responsable de la sección Motor de la web y escribe habitualmente sobre las últimas novedades y las curiosidades más sorprendentes para amantes de la automoción. Así, no es raro verla escribiendo de los coches del futuro ni de los vehículos clásicos que nunca pasan de moda.

Su amplia trayectoria como periodista le ha llevado también a escribir de otro tipo de contenidos, como Ciencia, Música o Gastronomía. Pero si algo le apasiona, eso son las entrevistas. Iñigo Errejón, C. Tangana, Luis García Montero, El Sapo, Aitana, Sebastián Yatra o Luis Fonsi. Nadie se le resiste.

Ana se define, sobre todo, como una “mente inquieta”. Empezó su carrera como becaria en la revista Car and Driver (bueno, ya había hechos sus pinitos en Radio Intecontinental en un programa de cultura local), de manera que lleva probando y escribiendo sobre coches más de 20 años. En el año 2000 pasó a formar parte de la de la revista QUO, donde escribía sobre motor, tecnología e hizo mucha divulgación científica durante 16 años. “Lo mismo hacía un reportaje de neurología un mes, que uno de paleontología al siguiente”, le gusta decir.

Y no lo debió hacer tan mal cuando fue galardonada con algunos de los premios de divulgación más prestigiosos del país, desde un accésit del Premio de Comunicación del Colegio Oficial de Psicólogos de Madrid a convertirse en ganadora de la primera edición del premio de periodismo IVI en la categoría de Salud materno-fetal [también fue dos veces finalista de los Premios de Periodismo y Divulgación de Salud Boehringer Ingelheim]. Es autora del libro de divulgación científica El porque de las cosas (Ed. Ma Non Tropo) y ha sido colaboradora de radio en programas como Ser curiosos (Cadena Ser) y No es un día cualquiera (RNE). En su última etapa en QUO puso en marcha las secciones de gastronomía, tendencias y estilo de vida, lo que la llevó a colaborar también en la revista EGO y recalar después como jefe de sección en Esquire, donde escribe desde 2017.

Ana Pérez es una adicta a la tele desde niña, así que fue viéndola como descubrió que quería ser periodista. El programa Informe Semanal y Julia Otero fueron sus primeros ‘crush’ en esto del periodismo. Así que se licenció en Periodismo en la Facultad de Ciencias de la Información de la Universidad Complutense de Madrid en 1998 y después se ha apuntado a un bombardeo haciendo cursos de Información Internacional, de radio, de edición de vídeo, etc. Porque está convencida que el saber no ocupa lugar, sólo espacio en la nube…