Vivir cerca de un campo de golf podría estar relacionado con un riesgo significativamente mayor de desarrollar párkinson. Así lo ha advertido la reconocida bioquímica estadounidense Rhonda Patrick en el pódcast The Diary of a CEO, donde ha comentado un estudio publicado en JAMA Network Open que ha desatado un importante debate sobre pesticidas, agua potable y salud pública.

Durante su intervención, Patrick explicó que la investigación —realizada entre más de 5.500 personas en EE. UU.— reveló que quienes viven a menos de 1,6 kilómetros de un campo de golf tienen hasta un 126% más de posibilidades de padecer párkinson. Esta cifra procede de un estudio dirigido por Brittany Krzyzanowski y publicado en mayo de 2025, que analizó datos desde 1991 hasta 2015 en el área de Rochester.

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El hallazgo más relevante, según Patrick, es que el mayor riesgo se concentra precisamente entre una y tres millas de distancia de estos espacios verdes, y que este riesgo disminuye cuanto más lejos se reside del campo de golf. “Eso nos lleva al problema de los pesticidas”, destacó la bioquímica.

Pesticidas en el agua: el verdadero enemigo invisible

Uno de los puntos más impactantes de la entrevista fue cuando Rhonda Patrick explicó que el párkinson puede inducirse en animales mediante el uso de pesticidas como la rotenona, una toxina mitocondrial. “Es importante saber que el peligro no está tanto en inhalarlo, sino en ingerirlo”, aclaró. Según los expertos, los productos utilizados para mantener los campos de golf podrían filtrarse al agua subterránea, llegando después al grifo de los hogares cercanos.

“Las personas que viven cerca de un campo de golf están básicamente bebiendo pesticidas, insecticidas y herbicidas”, afirmó la investigadora, subrayando la importancia de controlar la calidad del agua en zonas próximas a estas instalaciones recreativas.

El estudio de JAMA Network Open refuerza esta tesis al señalar que las personas que viven en áreas abastecidas por pozos municipales dentro o cerca de campos de golf también presentan un riesgo elevado de desarrollar la enfermedad. En zonas con acuíferos vulnerables, las probabilidades aumentan un 82%. Además, los investigadores encontraron una relación clara entre la presencia de campos de golf y la contaminación del suministro de agua con pesticidas, lo que se convierte en una vía directa de exposición.

¿Y ahora qué? Las preguntas que deja el estudio

Las palabras de Patrick y las conclusiones del estudio han reabierto el debate sobre la regulación de pesticidas en zonas urbanas o semiurbanas, especialmente en campos de golf situados cerca de núcleos residenciales. Aunque la investigación no prueba una relación causal definitiva, sí apunta a una asociación estadística muy significativa que debe ser tenida en cuenta tanto por autoridades sanitarias como urbanísticas.

“No se trata de alarmar, sino de informar”, pareció subrayar Patrick, quien lleva años divulgando los riesgos neurológicos asociados a ciertas toxinas ambientales. Este estudio podría convertirse en un punto de inflexión para replantear el uso intensivo de químicos en zonas de ocio y deporte.

El párkinson afecta a millones de personas en todo el mundo y su origen aún no está del todo claro. La evidencia creciente de que factores ambientales pueden jugar un papel determinante —como el lugar donde uno vive y lo que bebe— añade una nueva capa de complejidad al problema. Como advirtió Patrick, “necesitamos más vigilancia sobre lo que llega a nuestras casas a través del agua”. Y si hay campos de golf cerca, tal vez conviene mirar dos veces lo que bebemos.

Vivir cerca de un campo de golf podría estar relacionado con un riesgo significativamente mayor de desarrollar párkinson. Así lo ha advertido la reconocida bioquímica estadounidense Rhonda Patrick en el pódcast The Diary of a CEO, donde ha comentado un estudio publicado en JAMA Network Open que ha desatado un importante debate sobre pesticidas, agua potable y salud pública.