Un accidente dramático: André pierde la vida cuando, una mañana, cae sobre él el cuerpo de su vecino, que ha decidido quitarse la vida tirándose por la ventana. Este es el punto de partida de ‘Si no fuera por las sílabas del sábado’, obra con la que Mariana Salomão Carrara (São Paulo, 1986) ahonda en cuestiones como la culpa, la maternidad y la amistad. Se trata de una novela que se pregunta sobre la vida después, sobre la vida que comienza para Anna cuando su marido muere a causa del suicidio del esposo de su amiga y se queda sola al cuidado de su hija.

La experiencia como defensora pública es clave para Salomão Carrara, que reserva los fines de semana y las vacaciones para escribir. «Estos 14 años como defensora pública han dado forma a mi visión del mundo», reconoce la autora, que ha decidido narrar la vida de «dos viudas de clase media o media-alta que viven una al lado de la otra en un edificio confortable», dos mujeres muy alejadas de las personas de vidas precarias a las que diariamente trata de ayudar. Sin embargo, su libro aborda cuestiones que trascienden la condición de clase.

«Escribo a sabiendas de todo lo que sé sobre Brasil gracias a mi trabajo cotidiano como defensora pública», apunta Salomão Carrara, que indaga en el sentimiento de culpa que encierra y paraliza la vida de Anna, que se ha quedado «atrapada en ‘las sílabas de aquel sábado’, en cada detalle que lo construyó y en cada cosa que, si hubiera sido diferente, habría salvado todo el proyecto de vida de André y su vida conjunta».

La culpa del superviviente

La de Anna «es la culpa del superviviente» –se recrimina el haber insistido a André para comprar su apartamento, a pesar de que él prefería otro, más cerca del trabajo– y es también la desencadenante de otras, ante todo de la culpa vinculada a la maternidad. «Anna se culpa por no poder sentir lo que esperaba sentir con la maternidad, por no estar completa por su hijo», porque ella, que había soñado siempre con ser madre, se enfrenta a una vida que ya no es como había deseado y «es incapaz de sentir, como madre, aquello que esperaba sentir, con todas sus emociones reprogramadas por el luto«.

La protagonista se queda sola y en una situación económica vulnerable, como tantas otras mujeres: en su trabajo, la autora ayuda a «centenares de mujeres que buscan responsabilizar a los padres de sus hijos de al menos una cantidad modesta de la manutención infantil. La carga es enorme», como también lo es la soledad de la maternidad. Y es la amistad la que le permite salir adelante: «El vínculo de amistad no tiene que ser ni tendría que ser subsidiario, secundario respecto a aquellos que reconocemos –y la ley reconoce– como familia», insiste. La amistad entre Anna y su vecina, «criando a Catalina prácticamente juntas, incluso sin conexión romántica», hace que se conviertan «en un tipo de familia», como la podemos tener muchas de nosotras «con nuestras grandes amistades».

Mientras que Marina Garcés reconoce la fuerza de la amistad al ser una relación no reglada en términos jurídicos, la escritora brasileña ve en ello un obstáculo: «Escapar de la regulación no es exactamente una ventaja, puesto que no podemos adoptar hijos juntas, poner nuestros amigos como dependientes en la póliza de salud, etcétera. Sería interesante que la ley empezara a regular estas situaciones», concluye.

Si no fuera por las sílabas del sábado / Si no fos per les síl·labes de dissabte

Mariana Salomão Carrara

Traducción: Regina López Muñoz / Pere Comellas Casanova

Tránsito / Les Hores

208 / 180 páginas. 19,95 / 19,90 euros