Segundo día de toros en La Malagueta con la segunda de las semifinales del XVIII Certamen Internacional de Escuelas Taurinas. En esta ocasión, se contaba con un cartel de ‘gallitos’, algunos de los alumnos más aventajados coincidían en un cartel que, para los entendidos en la ‘cantera’ taurina, reunía a algunos de los más serios aspirantes a la gran final del próximo miércoles. Ninguno quería dejarse atrás, como se demostró en el ruedo.

En la previa, los ‘benjamines de la Escuela de la Diputación volvían a deleitar a los aficionados que iban llegando con su ilusión desbordante ante una vaca de Reservatauro. Al abrirse el paseíllo, volvía a sonar el ‘Pan y toros’ con una más que nutrida Banda de Miraflores y Gibraljaire que, esta temporada, vuelve a ser lo que siempre fue.

Nadie quiere quedarse atrás en el Certamen de Escuelas Taurinas

Garibay. / Eduardo Nieto.

Abría cartel, en representación de la Escuela de Málaga, Jaime Padilla. En seguida quiso caldear el ambiente marchando a la puerta de chiqueros y luego encadenando largas cambiadas de rodillas hasta el centro del anillo. También arrancó de hinojos la faena, para proseguir dándole alegría al novillo que le correspondió, justito de raza. Firme y con mucho oficio, lo exprimió a favor de querencia. Lo perdió todo con los aceros.

Le seguía Daniel Moset, de la Escuela de Guadalajara, solvente con el capote, y más que solvente en banderillas, con las que levantó al público de sus asientos. Brindó a Fortes, y presentaba sus credenciales plantándose de rodillas y tirando largo de él por el pitón derecho. Ya de pie, le supo tocar las teclas al novillo, a media altura, para sacarle tandas templadas con las dos manos en una faena bien estructurada. Se mostró como un novillero muy capaz, y tras pinchazo y estocada cortaba una oreja de peso.

Tuvo mala suerte el representante de la Escuela de Madrid, el torero de saga mexicano Ignacio Garibay, al que le correspondió un novillo que se descoordinó de salida y al que era una odisea mantenerlo en pie. Atisbó clase en su toreo, a pesar que tener que muletearlo siempre por alto. Será difícil ver una mejor estocada en el certamen, tanto que fue premiada con un apéndice.

Nadie quiere quedarse atrás en el Certamen de Escuelas Taurinas

Rojas Ramírez. / eduardo nieto

El cuarto del rondeño Cayetano Rojas Ramírez era todo un regalito. Se colaba repetidamente a todos los capotes, haciendo pasar un mal rato. Había que darlo todo, como ya había demostrado marchando a porta gayola de salida. Con la muleta no se dejó nada dentro, todo pundonor, hasta terminar con un arrimón (voltereta incluida) con el toro totalmente entregado. Otra estocada contundente que se traducía en otro trofeo.

Elegante en el manejo del percal, cerraba cartel Manuel Domínguez, de la Escuela de Sevilla. Le correspondió un torete jabonero que desarrolló nobleza y al que logró templar sobre todo por el pitón derecho. Gustó su concepto elegante del toreo, en una faena en la que supo medir los tiempos para construir un interesante conjunto rubricado con una estocada. El animal tardó en rodar, enfriando el ambiente. Una chiquillería descontrolada despedía en el ruedo a los toreros, convertidos por un día en sus ídolos.