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Pronto se tenderá un hilo invisible que unirá a Canarias con Tarfaya, en Marruecos. No será de seda ni de acero, sino de fibra óptica: un corredor lumínico capaz de transportar información a velocidades que rozan lo instantáneo.
Se trata de un proyecto impulsado por Canalink, que ya ha asegurado 7,5 millones de euros procedentes de fondos europeos para iniciar las obras en 2025, con el respaldo institucional del Cabildo de Tenerife y el objetivo de atraer también la participación del Gobierno de Canarias y del Estado.
Más allá de los discursos oficiales, la iniciativa representa una pieza clave en la estrategia tecnológica del archipiélago: conectar con el norte de África para diversificar rutas de datos, mejorar la resiliencia de la red y abrir nuevas oportunidades de negocio digital.
Sin embargo, su trazado ha encendido algunas chispas políticas al atravesar aguas cercanas al Sáhara Occidental, un territorio cuya soberanía sigue siendo objeto de disputa internacional.
¿Cómo funciona?
En términos técnicos, un cable submarino como este es mucho más que un tubo sellado. Es una estructura compleja compuesta por fibras de vidrio ultrafinas recubiertas por capas de aislamiento, protección metálica y revestimientos diseñados para soportar presiones abisales, corrientes marinas y hasta la curiosidad de criaturas oceánicas.
Cada fibra transporta pulsos de luz modulados (miles de millones de bits por segundo) que pueden sostener el tráfico combinado de voz, vídeo, datos financieros o aplicaciones científicas. Este nuevo enlace ampliará el mapa de conexiones internacionales de Canarias, que ya incluye sistemas como el ACE (Africa Coast to Europe), el WACS (West African Cable System) o el 2Africa, integrando a las islas en redes globales de telecomunicaciones.
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El despliegue se enmarca en una visión más amplia que abarca proyectos de alto impacto como la constelación de satélites Alisios, el telepuerto de control espacial, la ampliación del supercomputador del ITER o la creación de nuevos espacios tecnológicos en Tenerife. Todos ellos buscan consolidar al archipiélago como un polo de excelencia en investigación y tecnología y generar empleo cualificado para las generaciones jóvenes.
Además de la conectividad internacional, el cable aportará una ventaja crítica: la redundancia. En telecomunicaciones, esto significa que si una conexión se ve interrumpida por un fallo técnico o un evento fortuito, la red puede desviar el tráfico por otra ruta sin afectar a los usuarios. Esta capacidad es esencial para un territorio insular como Canarias, donde gran parte de la economía depende de la estabilidad digital, desde el turismo hasta la investigación científica.
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El proyecto también se inscribe en un momento de transformación global del tráfico de datos. El crecimiento de los servicios en la nube, el auge de las plataformas de streaming, la proliferación de dispositivos conectados y la expansión de la inteligencia artificial están multiplicando la demanda de ancho de banda internacional. Los cables submarinos, que transportan más del 95% del tráfico global de Internet, se han convertido en infraestructuras tan estratégicas como los oleoductos o los corredores ferroviarios.
Controversia
No obstante, el trazado del futuro cable no está exento de controversia. El trazado del futuro cable submarino, previsto para entrar en funcionamiento en 2026, se adentrará en aguas adyacentes al Sáhara Occidental, un territorio que la ONU reconoce como no autónomo y pendiente de descolonización.
Al no contar con el consentimiento del pueblo saharaui, su despliegue se sitúa en un terreno jurídico incierto, tal y como abunda en ello un reportaje de investigación de El Español, pues contravendría el principio de autodeterminación y las resoluciones internacionales que garantizan el derecho de esta población a decidir su futuro.
Así, más allá de su carácter tecnológico, la infraestructura podría ser interpretada como un acto que consolida de facto el control administrativo y marítimo de Marruecos sobre una zona cuya soberanía sigue siendo objeto de disputa, integrándola en sus redes nacionales como si se tratara de un territorio plenamente reconocido.
El reto ahora está en coordinar la ejecución. Con la financiación europea asegurada, las autoridades insulares y regionales trabajan para integrar fondos estatales y asegurar que la obra se ejecute dentro de plazos y sin contratiempos técnicos. Paralelamente, el sector privado analiza oportunidades derivadas de esta nueva conexión: centros de datos, servicios financieros de baja latencia, redes de distribución de contenidos o incluso sistemas de observación y monitorización ambiental.
Desde una perspectiva histórica, Canarias siempre ha sido punto de encuentro y cruce de rutas. Hoy, ese papel se reinventa bajo el mar: las rutas ya no transportan especias o viajeros, sino haces de luz que condensan el pulso digital del planeta.