Álvaro de la Torre Araus

Granada

Lunes, 11 de agosto 2025, 23:41

Aunque ya retirado de la labor escultórica, la huella de Antonio Barbero Gor en el mundo del arte es innegable. La figura de este artista se erige como un pilar fundamental para comprender que la escuela granadina de imaginería también ha existido en el siglo XX. Su trayectoria profesional fue un viaje fascinante que abarcó diversas facetas, desde la docencia en institutos y la Universidad de Granada hasta su contribución como escultor, desbordando las fronteras del arte sacro para convertirse en el escultor emblemático de la Facultad de Medicina de la misma Universidad.

Formado en la prestigiosa Escuela de Artes y Oficios, bajo la tutela del renombrado escultor López Burgos, y en la Superior de Bellas Artes de Santa Isabel de Hungría en Sevilla, este artista no solo adquirió habilidades técnicas excepcionales, sino que también absorbió una rica tradición artística que lo acompañaría a lo largo de su carrera. Su obra, embebida de una sensibilidad única, forma parte de una extensa saga familiar de artistas albaicineros, donde casi todos, con pasión y dedicación, se dedicaron a la escultura, dejando una impronta indeleble en la imaginativa granadina. Hoy disfruta del descanso merecido en el barrio del Zaidín con el cariño de sus hijos y el de muchos cofrades que se acercan hasta tu casa para escuchar los recuerdos de una Granada que quiso tener una Semana Santa como la que hoy tiene.

Su legado trasciende la mera creación artística; comparte su amor por la escultura a través de su labor como profesor de dibujo en la Escuela Normal de Magisterio. Con cada clase, sembraba el entusiasmo por la creatividad en sus alumnos, inspirando a nuevas generaciones a explorar sus propios talentos. Además, su entrega a la restauración de piezas escultóricas, especialmente aquellas ofrecidas por las cofradías, demuestra su profundo respeto por la tradición y la historia que las obras representan.

Los años en el Albaicín

A pesar de su retiro, su influencia persiste. Las calles de Granada aún resuenan con el eco de sus enseñanzas y la elegancia de sus esculturas en actos, cultos y en la propia historia de nuestras hermandades y cofradías. Antonio forma parte de esa generación de jóvenes que apostaron por la Semana Santa y la hicieron tal y como es hoy- «Yo trabajaba en el taller de mi padre, inmersos en un mundo de madera y herramientas. En la calle San José baja, cada día era una nueva oportunidad para crear algo significativo. Junto a mi hermano, compartíamos un sueño: hacer piezas que cautivaran a quienes las veían. Un día, después de largos meses de trabajo arduo, le dije a mi hermano que había encontrado a un hombre, un comprador que estaba dispuesto a adquirir nuestras creaciones. ¿Puedes tú también colaborar?», le pregunté. Así nació una alianza entre nosotros: comenzamos a enviarle nuestras obras, confiando en que nuestro estilo, aunque parecido, tenía su propia esencia«, recuerda Antonio a IDEAL en su casa plagada de recuerdos y fotografías.

El Nazareno en su primera salida en 1982 y las réplicas del Perdón y el Señor de la Misericordia

Imagen principal - El Nazareno en su primera salida en 1982 y las réplicas del Perdón y el Señor de la Misericordia

Imagen secundaria 1 - El Nazareno en su primera salida en 1982 y las réplicas del Perdón y el Señor de la Misericordia

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«Con el paso de los años, el taller se llenó de vida. Día tras día, enviábamos piezas, confiando en que cada una llevará consigo un pedazo de nuestro corazón. Las horas pasaban entre risas y armonía, moldeando no solo la madera, sino también nuestro futuro», afirma. La culminación Barbero llegó con la imagen de Nuestro Padre Jesús Nazareno. Este proyecto se convirtió en el símbolo de la recién fundada hermandad de Jesús Nazareno de Granada y en la consagración de Antonio como imaginero cofrade. Su bendición, celebrada el último domingo de enero de 1982 por el P. Fr. Agapito Domínguez en la Iglesia de San José del Monasterio de MM. Carmelitas Descalzas, fue un momento sublime que marcó un hito en su trayectoria. «Recuerdo la emoción palpable en el aire, la devoción de quienes asistieron y la satisfacción que brotaba de saber que, gracias a nuestros esfuerzos compartidos, habíamos plasmado parte de nuestra historia en una imagen que perduraría en el tiempo y el corazón de nuestra gente. Esa gran obra no solo nos dio fama, sino que también forjó nuestros lazos familiares y tejió la historia de un taller que, aunque pequeño, guardaba sueños grandes».

Las réplicas del Señor de la Misericordia y el Perdón

La técnica de puntos ha sido una herramienta mágica en las manos de escultores a lo largo de los siglos, permitiéndoles inmortalizar obras maestras en diferentes materiales y escalas. Aunque sus orígenes se pierden en él tiempo, fue en el siglo XIX cuando esta técnica alcanzó su máximo esplendor, cobrando especial relevancia en la reproducción de esculturas en mármol y madera.

En Granada, dos ejemplos sobresalientes de esta tradición son las réplicas del Cristo de la Misericordia (José de Mora) y Nuestro Padre Jesús del Perdón ( Diego de Siloé), ambas de la parroquia de San José vecina al taller de Antonio en la calle San José baja. Estas obras talladas en los primeros años 80 no solo reflejan la fe y devoción, sino que también son testigos del arte centenario albaicinero que se entrelaza con las tradiciones de la Semana Santa moderna. «Mi padre me enseñó todas estas técnicas. Recuerdo cómo, en el taller, me transmitió su sabiduría. Era un tiempo en que el arzobispado prohibía la salida de imágenes, pero para nosotros, cada punto de talla era un desafío y una forma de expresión. Los puntos no eran simples marcas; eran referencias de profundidad en una obra que debía cobrar vida. Así, con paciencia y dedicación, aprendí que el arte no se imprime, se crea y se siente. La obra final, siempre con matices diferentes, nos mostraba que lo esencial reside en el proceso».

«El Moreno» y la gloria de la Resurrección

Otra maravillosa obra de Antonio es la impresionante figura del Señor de la Lanzada. Creada en 1985, la anatomía perfecta y robusta del cariñosamente conocido como «el moreno», marcada por el peso de la cruz sostenida por tres clavos, cautiva a todos los fieles, especialmente a la juventud cofrade. La mirada del Señor, girada hacia la derecha, refleja una profundidad emocional inigualable, acentuada por su barba poblada y la delicadeza de su sudario ondulante.

Antonio Barbero Gor ha logrado en sus obras no solo plasmar el dolor, sino también la alegría y la gloria. Su Santísimo Cristo Resucitado, con su imponente corpulencia y musculatura reminiscentes del Torso de Belvedere, evoca una nueva humanidad. Por su parte, Nuestra Señora de la Alegría, creada en 1992, irradia valentía y maestría, inspirada en la Niké de Samotracia. Con un tratamiento exquisito en los pliegues de su vestimenta, Barbero transforma la victoria de la resurrección en una celebración visual que resuena profundamente en el alma.

El éxito de Antonio radica en su asombrosa capacidad para conectar con una generación y un tiempo, entrelazando su trabajo con la rica tradición artística andaluza. A través de sus obras, forma parte de la religiosidad popular de Andalucía y muchas de sus obras se veneran en Málaga y Almería. Así, Antonio se convierte en un puente entre el pasado y el presente, dejando una huella imborrable.

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