Antonio Buendía Martínez se recuerda pintando desde niño. Cualquier cosa le valía para hacer sus garabatos. Hasta una rama podía ser el valioso lápiz improvisado utilizado para pintar de manera efímera en aquellas calles de tierra de su infancia. Tan efímera que la simple huella de una pisada acababa con unas obras nacidas exclusivamente de un afán que le impulsaba a dibujar de manera irrefrenable. Aquella pasión le valió a aquel futuro pintor un suspenso en un examen que bordó, pero en el que, al haber acabado con tiempo suficiente, decidió agraciar a su profesor de Ciencias Sociales con el dibujo de una playa con sombrilla y bañistas incluidos.

Con el transcurrir de los años, aquella afición al dibujo no hizo más que crecer. En los primeros años de la Transición iban naciendo en los barrios las primeras casas de la juventud. En su barrio se hacía una publicación casera que incluía las noticias del vecindario, y el joven Buendía era el encargado de realizar los dibujos que acompañaban a los artículos que se publicaban.

Intentó aprender de pintores a los que admiraba haciendo cursos y talleres con ellos: Pedro Cano, Cristóbal Gabarrón, Pepe Lucas, Rafael Canogar, Antonio López… Aquel joven se embebía de unas enseñanzas que iban formándolo en un ámbito que siempre le había apasionado.

Pintó muchos retratos y rincones de Murcia. Óleo, acuarela… Le gustaba experimentar con todas las técnicas, con las que cada vez se sentía más familiarizado. Con el tiempo fue pintando de manera más sistemática, y comenzaron también sus primeras exposiciones. Poco a poco fue naciendo un estilo con el que Buendía Martínez se identificaba.

Colorista, positiva y cargada de energía, así es su obra, siempre intentando incentivar la participación del espectador y la generación de sentimientos ante su obra. Su estilo va del realismo a la figuración y de esta nuevamente al realismo. Le gusta el costumbrismo, quizás espoleado por su carácter de indagador en las antiguas costumbres murcianas, aplicadas sobre todo a su barrio.

Su carácter de nazareno estante durante 52 años de la cofradía de Nuestro Padre Jesús le llevó a interesarse por los Salzillos, un tema que ha atraído la atención y la obra de muchos artistas, pero que Buendía Martínez quería pintar con su particular impronta. Finalmente, realizó una colección de 40 obras de los pasos que desfilan en la mañana del Viernes Santo, intentando reproducir, como el propio Salzillo había plasmado en su obra, esa tormenta de sentimientos que concitan sus imágenes: el odio, el perdón, el miedo, la angustia, el amor, la entrega… Unos sentimientos que pueblan en buena medida las actuales composiciones de Antonio. Ahora, ha vuelto con su obra a la figuración, con colores vivos y alegres, intentando transmitir un positivismo que ha sido siempre marca de la casa.

Buendía trabaja mucho los fondos en su obra, que se han convertido en una seña de identidad. Fondos trabajados con minuciosidad por el artista sobre los que aplica el dibujo.

A comienzos de la década del 2000, mientras participaba junto a Carlos Valcárcel en el programa radiofónico La Edad de Oro, fue impulsado por el que fuera cronista de la ciudad de Murcia a investigar sobre el pasado de su barrio. Intentaba mostrar cómo había cambiado este barrio, al igual que el resto de la sociedad murciana, las costumbres… Comenzó a escribir sus recuerdos y, al conocerlo, Carlos Valcárcel se ofreció a escribirle el prólogo. Fue su particular intento de rememorar y de retener aquel pasado que tanto atrae a Buendía.