Carla y Marcos Viñas son los príncipes del tenis gallego. Ella, de 12 años, ha sido campeona autonómica alevín en individual y dobles e infantil en dobles mixtos; él, de 9, ha ganado el título benjamín. Los dos están cosechando grandes resultados tanto en el Head Tour que se disputa en Galicia como en el Warriors Tour, que los enfrenta a rivales internacionales por España. Óscar, su padre, los anima a recolectar aventuras y memoria. Sabe que quizá mañana, si continúan su progresión, habrá que tomar decisiones complicadas. Nadie les podrá arrebatar lo ya adquirido.
«El tenis es el deporte más duro», ha asegurado Frances Tiafoe y otros repiten. Se refieren sobre todo a su complejidad técnica y a los vaivenes emocionales que el jugador afronta en soledad. Pero es también un mundo áspero en sus procesos formativos y en sus canales de acceso. Alcanzada la adolescencia, el tenista emigrará –inevitablemente en Galicia– y se someterá a una rígida disciplina. El envite, sin garantía alguna de éxito, implicará un oneroso desembolso. Lo sabe Óscar, obligado a gestionar lo que comenzó como un entretenimiento.
Carla Viñas, entrenándose en el Mercantil. / Alba Villar
Sus dos hijos se iniciaron con la raqueta en el Mercantil, del que la familia es socia desde hace décadas. En ambos casos, apenas cumplidos los tres años y combinándolo con el fútbol sala –Marcos persevera hoy en fútbol ocho–. Aunque comparten genes e historia, difieren en sus características: «Marcos es un niño muy coordinado. En general se le dan bien todos los deportes que practica. Carla es más hormiguita, de ir consiguiendo cosas pasito a pasito, a base de trabajo y constancia».
El fútbol es, en realidad, hacia donde los hubiera inclinado la tradición. Su abuelo, Agapito Viñas, canterano del Real Madrid por mudanza aunque vigués de nacimiento, hizo carrera en el Ourense y en el Celta en Segunda durante los sesenta –participó en el ascenso a Primera en 1969–, y fue después un querido entrenador. El propio Óscar vistió de celeste hasta juveniles y jugó en Preferente.
Un deporte muy completo
Así que el progenitor conoce bien el equilibrio entre ilusión y sensatez que conviene. Y compara: «En el fútbol, el de al lado puede correr por ti. En el tenis sólo estás tú. Eres el que debe salir del bache, el que debe cambiar de ritmo si vas perdiendo… Es un deporte muy completo y a los niños les hace madurar mucho psicológicamente. Ganas experiencia para afrontar los problemas, para valerte por ti mismo. La concentración, las ganas de competir, todo les valdrá para el día de mañana».
Ese componente pedagógico es el prioritario, a la vez que el gozo. «Los niños son felices», destaca Óscar. Él y su mujer los acompañan a los torneos del Warriors Tour, para cuyo Master –ocho mejores– se ha clasificado Carla. «Cuando estuve en las categorías inferiores del Celta viajé mucho. Siempre les digo que vivan esto como una experiencia y que se queden con el recuerdo. Están con nosotros, conocen gente y disfrutan de lo que más les apasiona en estos momentos. A profesionales llega el 0,00000…».
Marcos Viñas. / Alba Villar
Pero ya esta etapa supone sacrificios. Ellos practican seis horas a la semana –cuatro y media en pista, una y media de físico– divididas entre lunes, miércoles y viernes. «La gente que está en circuitos a nivel nacional entrena como mínimo el doble. Tiene mérito que los dos estén ahí, compitiendo, en un deporte que se está convirtiendo en muy elitista». Porque la familia invierte alrededor de 15.000 euros al año en entrenamientos, desplazamientos, material deportivo… «De momento no tienen sponsors ni ninguna ayuda. Es triste que las federaciones no apuesten por el deporte base y que todo lo tengan que sufragar los padres, que se gastan un dineral».
«Las instalaciones del Mercantil son muy buenas. Pero llegados a cierto nivel, te tienes que ir fuera de Galicia, como le sucedió a Jéssica Bouzas», asume Óscar, que lamenta que «el tenis de alto rendimiento desapareciese de Pontevedra. Es una pena. Muchos demandamos que vuelva a existir para dar una oportunidad a los niños y que no se tengan que marchar a determinadas edades».
Pique entre hermanos
Esa frontera, si se tercia, aún queda lejos en el horizonte, aunque Carla anticipe: «Me gustaría llegar a algo más que un hobby». La primogénita destaca del hermano «lo bien que se mueve , sus dejadas y cómo se agarra a la pista». El pequeño admira de ella «la fuerza para meter esos misiles y también su carácter». Siguen peloteando juntos. «El pique entre hermanos siempre está ahí», bromea Óscar. Ninguno cambiaría imponerse en el duelo fraterno por la gloria de Wimbledon o Roland Garros. Ese paraíso infantil siempre los refugiará cuando cierren los ojos
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