Isaac Fernández (45 años) es el comandante jefe de la selección española femenina sub-20 de baloncesto. Y el pasado domingo dirigió la última batalla hacia un triunfo histórico: el décimo oro europeo para la categoría. En Matosinhos, Portugal, España arrasó 50-102 a Lituania en una final del Eurobasket … que no dejó lugar a dudas. Era su primera vez al mando como seleccionador principal, pero manejó a un grupo joven y heterogéneo con el pulso firme de un veterano.

—¿Cómo describiría a este grupo de chicas, tanto a nivel de baloncesto como de grupo humano?

—Creo que a nivel de baloncesto es obvio que es muy alto, porque uno no queda campeón de Europa si no tiene un gran nivel. Pero, además, como grupo humano han sido un muy buen equipo. Muy humildes y, a la vez, muy ambiciosas. Han trabajado muy bien desde el primer día, incluso con gente que luego no estuvo en el torneo. La verdad es que han sido un grupo excelente en todos los sentidos.

—Tras la derrota ajustada ante Bélgica en la fase de grupos, ¿cómo planteó el trabajo táctico y mental para el resto del campeonato?

—Estábamos preparados para que eso pudiera pasar. Sabíamos que éramos un grupo muy joven: solo seis o siete jugadoras eran de la edad, el resto aún más jóvenes. Al principio podía parecer un hándicap, pero luego demostramos ser el grupo más fuerte del campeonato. De nuestro grupo salió la final y también el quinto o sexto puesto. Afrontamos la derrota con normalidad y tranquilidad. A nivel práctico, ajustamos un par de cosas, nos vimos en vídeo —que siempre es bueno para reconocer aspectos a mejorar— y eso nos vino muy bien porque el rival en octavos, Alemania, era muy parecido a Bélgica: un equipo físico y grande.

—Esa juventud y mezcla de generaciones, ¿se reflejaba en el vestuario?

—El ambiente ha sido muy sano desde el principio. Es cierto que había mucha diferencia de edades —por ejemplo, Somto venía de la U19—, pero la Federación lleva tiempo trabajando así. Los entrenadores estamos en contacto y hacemos un trabajo en común. Son jugadoras que, si no han compartido selección, sí han coincidido en competiciones o en sus clubes, y se conocen. Las veteranas han ayudado mucho a las más jóvenes, sobre todo a las que no habían vivido un campeonato así. Por ejemplo, Cristina Sánchez, Marta Fernández o Alba Caballero. Nos hemos ayudado unos a otros, hemos mantenido unos principios claros y un estilo definido, y todo ha salido bien por suerte.

—El camino hasta el título fue exigente. ¿Cómo valora el nivel de los rivales?

—Pensábamos que el grupo contra el que nos cruzábamos era un poco el ‘grupo de la muerte’, porque estaba Francia, que era la gran favorita, Eslovenia, campeona de Europa de esta generación hace dos años, Portugal, que jugaba en casa con una buena generación, y Alemania, que últimamente saca muy buenos equipos, muy físicos y grandes. Creíamos que nuestro cruce de octavos sería complicado y, al final, resultó que el grupo realmente fuerte era el nuestro. De ahí salió la final y también el partido por el quinto puesto. En ese grupo eliminaron a Francia y a Eslovenia, y después nos fuimos encontrando con rivales como Turquía, Italia o Alemania, en octavos, cuartos y semifinales. Ha sido un camino muy duro; puede que desde fuera no lo parezca, pero lo ha sido de verdad.

—La final fue aplastante: 50-102 ante Lituania. ¿Cuáles fueron las claves para dominar así?

—La humildad. Hablamos mucho de ser humildes y de entender que en el deporte, y más en un campeonato así, nunca hay dos partidos iguales. No pensamos en que ya les habíamos ganado en la fase de grupos. Nos tomamos el partido como merecía una final y pusimos el piloto automático, sobre todo en el segundo cuarto, y también en el tercero, donde no paramos. Teníamos claro que no somos un equipo con jugadoras individuales, como en otras generaciones, sino que el protagonismo era colectivo. Las doce podían ser importantes. Por ejemplo, en la semifinal hubo tres jugadoras que no jugaron, pero en la final sí lo hicieron en un momento en el que el partido no estaba decidido, y lo hicieron muy bien. La clave fue el grupo, nadie quería ser más que nadie.

—Este es el décimo oro europeo para la categoría. ¿Qué mensaje cree que envía al resto de Europa y al mundo?

—Creo que tenemos algo distinto: un gen competitivo que no tiene nadie, quizá en el mundo. Estados Unidos nos gana en físico, pero esa diferencia se está igualando. Francia o Alemania tienen jugadoras más grandes, pero siempre estamos ahí luchando por las medallas. El mensaje se lleva mandando mucho tiempo y lo positivo es que se mantiene. Detrás de esto hay mucha gente: la Federación, los clubes, las federaciones autonómicas, entrenadores de colegios… Muchísima gente que trabaja para que esto sea posible.

—En lo personal, ¿cómo ha vivido este campeonato?

—Lo he vivido muy bien. Me hacía mucha ilusión. Llevo muchos años en la Federación, pero siempre como entrenador ayudante, y gracias a eso he podido vivir cosas tan importantes como dos Juegos Olímpicos. Esta era la primera vez que llevaba una selección como primero. Era un grupo con muchas dificultades: lesiones, jugadoras en Estados Unidos, referentes de la generación que estaban ya en la senior y no iban a venir… El reto era interesante. Creo que lo he llevado bien, con tranquilidad, y lo he disfrutado. Para mí, eso es lo más importante.

—¿Qué mensaje le gustaría transmitir a la afición?

—Que estoy muy agradecido. No solo vinieron familiares, sino también gente del mundo del baloncesto: jugadoras, entrenadores, amigos… Incluso personas que quizá no conocían personalmente a ninguna de las chicas, pero que se sintieron atraídas por el juego y el espíritu del equipo. Creo que la gente se identifica con esta selección porque transmite valores claros: esfuerzo, unión y humildad. Queremos que cada vez más personas se sientan parte de este proyecto y vivan nuestros éxitos como algo suyo.