Amigos y amiga:
Hace años que cada mañana me acerco desde Salesianos a la Catedral, la Plaza Mayor y Las Burgas de nuestra capital. Es un paseo que intento hacer sin prisas, acogiendo a quien conozco, leyendo cada día algún letrero, y pasando todo lo que veo y siento por mi corazón que acaba de despertar.
En el trayecto, siento que haya desaparecido de la calle Juan XXIII el escrito: “Pés, para que vos quero, se teño ás para voar”, que me daba alas para subir volando la calle Concordia hasta la plaza de Las Mercedes. Aquí me paro ante el texto de José Ángel Valente: “Alongarme somente foi o xeito de ficar para sempre”, y me entran ganas de permanecer allí para siempre; pero sigo hasta la rúa do Paxaro, en la que veo grabado un pájaro y esta inscripción: “Mientras esperas a que llegue, sigue pasando frente a ti”; y no sé si esperar. Quizá no entienda del todo estas leyendas. Tal vez estén ahí no para ser entendidas del todo, sino para ser, como la torre de Pisa, inestables y, por eso, hermosas, como un soneto o una sinfonía que perfuma la calle que los acoge.
De regreso, me adentro en el libro “Vida contemplativa”, del filósofo surcoreano Byung-Chul Han, impreso en Taurus. El autor me convence de que estamos desaprovechando nuestra capacidad de contemplación. Afronta la necesidad de frenar nuestra propia explotación y la destrucción de la naturaleza. Y en la presentación del libro “Érase una vez… El pueblo de Bustavalle y la familia salesiana de Ourense”, el teólogo Eusebio Martínez, director de la casa salesiana de Ourense, escribe: “…A xente de aldea, ainda que as veces semelle parva, non é tal; é máis lista que a xente da capital. Recordar esto, en tiempo de despoblación rural, es una invitación a acercarse a Bustavalle, sentarse al caer de la tarde y dejar, agradecidos, que el tiempo pase, aprovechando la sabiduría que viene de la gente sencilla…”.
Amigas y amigos, los dos, el filósofo Han y el teólogo Martínez, nos invitan a percibir la vida no en términos de rendimiento, sino en actitud sabia, como hace la gente sencilla, sentada al caer la tarde o caminando al romper el día, siempre agradecida.
Adolfo Requejo Rodríguez (Ourense)