Khamzat Chimaev está a punto de afrontar la pelea más importante de su carrera. Este fin de semana, en el evento principal de UFC 319 en Chicago, el invicto ruso-checheno buscará arrebatar el cinturón de peso medio al campeón sudafricano Dricus Du Plessis. Pero más allá del desafío deportivo, su regreso a Estados Unidos es noticia por todo lo que ha ocurrido lejos del octágono.
El combate marcará su primera aparición en suelo estadounidense desde septiembre de 2022, cuando sometió en el primer asalto a Kevin Holland en UFC 279. Desde entonces, sus dos compromisos más recientes —ante Kamaru Usman y Robert Whittaker— se disputaron en Abu Dabi.
Esa ausencia prolongada alimentó rumores: ¿había sido Chimaev vetado para entrar en el país? La especulación creció cuando el periodista especializado Karim Zidan apuntó que el luchador habría tenido «dificultades parciales» para obtener su visado debido a su relación con Ramzan Kadyrov, líder de Chechenia sancionado por el Departamento de Estado de EE.UU. desde 2017 por violaciones de derechos humanos. Las imágenes de Chimaev entrenando con Kadyrov y sus hijos en varias ocasiones no hicieron sino reforzar esa teoría.
«No quiero hablar de este presidente o aquel presidente. Nosotros, la gente común, no sabemos realmente lo que pasa en el mundo. Yo estoy por la paz, y si un presidente quiere paz, estoy con él»
El propio Chimaev respondió en octubre pasado con contundencia: «No creo que eso fuera un problema. Hay muchas cosas que se dicen y no son ciertas. He estado en Estados Unidos y puedo volver cuando quiera”. Atribuyó su inactividad en territorio norteamericano a problemas de salud, operaciones y la conveniencia logística de pelear en Abu Dabi. «Puedo estar en Inglaterra, en Australia… No sé quién tiene un problema conmigo«, aseguró entonces.
Sin embargo, la versión cambió ligeramente la semana pasada, cuando admitió que la falta de visado sí fue el motivo real de su ausencia en las carteleras estadounidenses. «No fue culpa mía. No tuve visa para EE.UU., por eso no peleé allí«, reconoció. Y fue en ese punto donde un nombre inesperado apareció en escena: Donald Trump.
Trump, clave en el regreso de Chimaev
Según Chimaev, el expresidente —y de nuevo inquilino de la Casa Blanca tras su reelección en 2024— se enteró de su situación y “lo hizo posible” para que pudiera competir en UFC 319. La conexión no es casual. Trump es un viejo amigo de Dana White, presidente de la UFC, y ha mostrado en numerosas ocasiones su afición por las artes marciales mixtas. Incluso el año pasado calificó a Chimaev como «un gran luchador» en sus redes sociales, tras unas declaraciones del peleador en las que afirmaba que tendría más opciones de pelear en EE.UU. si Trump derrotaba a Kamala Harris.
El luchador, por su parte, ha evitado entrar de lleno en debates políticos. «No estoy en política. No quiero hablar de este presidente o aquel presidente. Nosotros, la gente común, no sabemos realmente lo que pasa en el mundo. Yo estoy por la paz, y si un presidente quiere paz, estoy con él», dijo en una entrevista reciente.
La historia de su regreso es tan mediática como polémica. Por un lado, refuerza su imagen de estrella global capaz de atraer la atención más allá de lo deportivo. Por otro, pone sobre la mesa las relaciones entre la UFC y figuras políticas de alto perfil, así como las implicaciones éticas de esos vínculos.
Mientras tanto, la parte puramente deportiva no pierde protagonismo. Chimaev, invicto con un récord de 14-0, busca su primer título en UFC y no oculta su ambición de ser campeón en tres divisiones: peso welter, medio y semipesado. Frente a él tendrá a un Du Plessis que ha dominado la categoría y que ya ha prometido aprovechar una “ventaja única” sobre su rival.
UFC 319 no solo coronará al mejor peso medio del momento y acabará con un invicto. Será, también, el escenario donde se verá si Chimaev es capaz de responder a las expectativas dentro de la jaula y dejar atrás, al menos por unas horas, el ruido político y mediático que ha acompañado su regreso a Estados Unidos.