María Antonia León es una joven escritora manizaleña con proyección nacional. La descubrí por recomendación de Isaías Peña Gutiérrez, crítico literario considerado el padre de las facultades de escritura creativa en las universidades colombianas, que me habló de su trayectoria con la palabra y de la calidad de su narrativa. “Léela para que descubra una mujer con un gran talento literario”, me dijo cuando me habló de sus libros. Días después de esa conversación, el mismo escritor me puso en contacto con ella. Tuve entonces la oportunidad de conocerla y, además, acceder a su obra literaria. ¿Cuál es la primera sorpresa que me llevo? Que María Antonia León fue la ganadora, en el 2022, con El oráculo térmico, de la Bienal de Novela Corta Roberto Burgos Cantor, convocada por la Universidad Javeriana.

Pues bien: he ido de asombro en asombro con esta mujer que, además de magíster en Escrituras Creativas de la Universidad Nacional, es comunicadora social de la Universidad Santo Tomás. ¿La razón? Dos años después de haber obtenido el premio mencionado, María Antonia León logró algo difícil para una persona que empieza a darse a conocer como creadora de ficciones: el Fondo de Cultura Económica, de México, le publicó en su colección Tierra firme su primer libro de cuentos, Las ballenas son más sutiles, que obtuvo el Premio Nacional de Libro de Cuentos escritos por mujeres, otorgado por el Ministerio de las Culturas. Y en el 2021, la Editorial Domingo Atrasado le publicó, con un texto introductorio de Juan Manuel Roca, el poemario El aparato que late.

Entremos en el análisis del porqué los libros de María Antonia León han corrido con suerte editorial. Empiezo diciendo que tenía razón Isaías Peña Gutiérrez cuando me recomendó que la leyera. La verdad, me encontré con una escritora que sorprende, ante todo, por las metáforas y los símiles con que construye su narrativa. Hay en esas expresiones literarias mucha poesía y, por supuesto, estética. Miremos estos ejemplos: “El néctar de la sangre le bañó los dientes”, “Unos ojos cristalizados que miran fijo porque nunca han dejado de tener miedo”, “El cielo es un cojín gris que no tiene costuras”, “Después de la tempestad el cielo amanece rosado y con las costillas de algodón”, “El paisaje era una gran cordillera de arrugas”, “Era delgada como una flor, pero maciza como una yegua”.

Estos ejemplos de frases con contenido artístico traslucen a una escritora con lenguaje preciosista, donde la poesía hace presencia en una narrativa que enseña la pulcritud idiomática que caracteriza el trabajo con la palabra de María Antonia León. Un autor reconocido, Julio Ramón Ribeyro, dijo que el escritor “está nutrido de los autores que ama, de los que algo o mucho toma”. En este sentido, esta autora nacida en 1985, que maneja un estilo claro, expresivo, matizado de frases musicales, con fuerza descriptiva, adobado de adjetivos precisos, demuestra en su prosa de alto coturno que, por la donosura del estilo, la han marcado escritores como García Márquez, Juan Rulfo, Julio Cortázar y Vargas Llosa. Es decir, ha abrevado en grandes autores para perfeccionar la estructura y la técnica narrativa.

Ella narra los hechos con cuidado extremo, sin forzar la imaginación. Tiene, además, una cualidad: maneja con mano de cirujano el sufrimiento ajeno.

En El oráculo térmico, novela publicada por Seix Barral, María Antonia León se revela como una escritora que crea ficciones con buen hilo argumental. En este libro narra los sufrimientos de Amanda, una campesina que después de traer al mundo una hija en el hospital de Chinchiná, a quien abandona, viaja hacia la zona de Lérida, en el norte del Tolima, donde se convierte en habitante de uno de los campamentos acondicionados para atender a las víctimas de la tragedia de Armero después de la erupción del volcán Arenas del Nevado del Ruiz. La historia de Amanda es la de una mujer humilde, sin arraigo a una tierra, desamparada, con el alma sacudida por el dolor, con una madre que quedó huérfana apenas nació y que en la infancia vio aterrada cómo el propio hermano maltrataba a su hermana Teresa.

El cuento debe narrar una historia creíble que le permita a su vez al lector contarlo. En el cuento La Cuchilla del Salado, del libro Las ballenas son más sutiles, María Antonia León crea, en un relato lleno de reminiscencias de la infancia, un personaje femenino que trasciende en la historia narrada. Se llama Mercedes. Vive en una casa campesina en ese sector de Manizales. “De manos callosas”, con el alma llena de sueños, aferrada a sus costumbres, vive con un tío que tiene el corazón apegado a un perro viejo. La forma cómo la autora describe la naturaleza y la sutileza con que narra la primera experiencia sexual de Mercedes, contando detalles sencillos como una caída donde se raspó las rodillas, muestra a una autora que, así como habla con encanto del paisaje, lo hace con el manejo del erotismo.

Tanto en sus cuentos como en la novela, María Antonia León muestra versatilidad en el manejo de la técnica narrativa conocida como trasloque, que es el cambio constante de tiempos en la narración. En El oráculo térmico hace alarde de un conocimiento amplio de las posibilidades expresivas que esta técnica le da al argumento. Aquí pasa de un tiempo a otro con maestría literaria. Lo hace cuando vuelve con su conciencia al pasado. En los capítulos finales, cuando Amanda regresa a Chinchiná, evoca los tiempos en que su padre cultivaba café, cuando fue víctima de violencia intrafamiliar. Su hermano Tomás le daba planazos con un machete que le dejaban gotas de sangre en la piel. Ese sufrimiento que ella expresa en medio de su soledad tiene raíces en la infancia.

Si un texto empieza bien, debe terminar de la misma forma. Te matas o me mato es un cuento que mantiene en vilo al lector desde la primera hasta la última línea. El inicio: “Cuando me contaron que la Edelmira se había suicidado yo no lo podía creer” abre un hilo de donde se puede tirar para entender por qué una madre se pega un tiro delante del hijo. En El oráculo térmico, una novela bien lograda, hay que tirar del hilo para saber por qué Amanda abandona a su hija después del parto, o por qué en la casa de Chinchiná “el techo está a punto de derrumbarse”. En las ficciones de María Antonia León los finales no son previsibles. Ella narra los hechos con cuidado extremo, sin forzar la imaginación. Tiene, además, una cualidad: maneja con mano de cirujano el sufrimiento ajeno. Igual lo hace con las alegrías del alma.