Vivir anclado a un lápiz y con el ojo siempre atento para captar el ángulo más mordaz, crítico y divertido de la actualidad puede ser … una auténtica condena, pero las hay peores. Así lo reconoce José María Pérez González, Peridis (Cabezón de Liébana, 1941), quien viaja desde Madrid a Cantabria cada verano para disfrutar aquí de la época estival.
–Como cántabro de pura cepa, ¿qué encuentra usted en el verano cántabro que no tiene el madrileño?
–Pues hombre, es la tierra. Y la tierra tira, oye. Sí. Yo nací en Liébana. Y aquí tienes la costa y la montaña. También está la ciudad, por ejemplo Santander, que tiene unos alicientes importantes, una bahía de la que presumen los santanderinos porque es de las mejores del mundo. Lo he visto en un anuncio y pone eso, que es una de las más bonitas y aquí estamos, contemplándola y escuchando a Jorge Sepúlveda mirando al mar. Santander, eres novia del mar, dónde mejor vas a estar. Y luego también tiene el Palacio de Festivales aquí al lado, y la UIMP con eventos siempre interesantes. Ahora va a venir Irene Vallejo e iremos a escucharla. Aquí el verano tiene alicientes hasta para las personas que tienen una edad como la mía, que ya no están para pasar del ombligo en el agua.
–Porque usted gusta de bañarse en el Cantábrico, se refiere.
–Yo gustaba. Yo ya hablo en pasado. Lo mío es el pretérito. Bueno, el presente también. Y el futuro pues… para mayores con reparos, que se decía en el cine.
–Una de las ventajas de Cantabria es que es pequeñita y está todo muy concentrado. Puede usted pasar de los Picos a San Vicente en apenas media hora.
El tiempo
«Aquí te asomas por la ventana y no sabes si es primavera, verano, otoño o si estás en Finlandia»
–Mira, lo he dicho más de una vez y lo he escrito. Cantabria es un paraíso en pequeño. Un poco jodido por las urbanizaciones y el descontrol urbanístico o las exageraciones de muchos años, que han roto escalas y paisajes, pero al fin y al cabo la naturaleza es tan exuberante que puede con todo. En Santander capital, que es donde yo paso más tiempo, tenemos una ventaja: que te asomas por la ventana y no sabes si es primavera, verano, otoño o si estás en Finlandia. Pero levanta un poco el sol y estás en primavera. Luego un día como hoy, de verano, ves el verano duro. Y luego a lo mejor por la tarde hay otoño. Y como te descuides también llega el invierno, porque por aquí pasan todas las estaciones.
–Aquí la meteorología… emocionante es, desde luego.
–Hasta la luna cambia de color. Se asoma roja y luego se pone blanca y luego disminuye. Es un espectáculo de la naturaleza. Pero no lo digáis en el periódico, que lo van a leer por ahí y esto se llena. No pongáis tan bien a Cantabria. Quitar lo de ‘Cantabria Infinita’ porque no lo es. Es finita y como sigamos así vamos a acabar todos juntos como piojos.
–Viene usted de Madrid, así que también sabrá que una de las grandes ventajas es la temperatura. Aquí en verano todavía se puede respirar.
–Hombre, solo faltaba que vengamos de Madrid y nos esperéis con otra ola de calor. Eso no procede. No es de recibo, no.
–Es usted un destacado viñetista. ¿No tiene Cantabria un poco de viñeta, pequeñita pero capaz de esconder tantas historias y realidades sorprendentes?
–Puestos a meter a Cantabria en una viñeta no hay otra que la del paraíso. Poner a Adán y Eva en pelotas en el Puntal con el árbol, la serpiente y un cesto de manzanas y nada más, ya lo tenemos.
El personaje
«Me gustaría preguntarle a Pereda qué siente al ver que el Cabildo se deshace»
–¿Cómo recuerda usted sus veranos de chaval en Liébana?
–Iba a veranear a Potes. Recuerdo ir a casa de Feto, un personaje de mi novela ‘El cantar de Liébana’. Íbamos a la uva y luego el día 14 acababa la vacación con la romería del Lignum Crucis y el baile en la plaza. Fueron unos veraneos de verdad, en familia, con los amigos y en la infancia última y en la adolescencia. Esos son recuerdos inolvidables. De Cabezón de Liébana no me acuerdo mucho, pero solo viví allí hasta los tres años, pero me considero lebaniego. Y también aguilarense, porque uno es donde nace, donde crece y donde pace. Yo nací en Liébana, crecí en Aguilar y viví en Madrid. Uno es un poco de todo eso.
–¿Con qué personaje de la historia de España le gustaría disfrutar de una buena charla en una apacible tarde de verano en Cantabria?
–Pues mira, me gustaría tenerla con José María de Pereda. Y le preguntaría, «José María, ¿tú qué sientes, habiendo escrito ‘Sotileza’, al ver que el Cabildo se deshace y que lo van a demoler y que lo van a hacer de nuevo, y que no va a tener el aroma que tenía cuando escribiste aquella novela? ¿Qué siente alguien que tiene dedicados unos jardines y la principal calle de Santander?». No sé qué me respondería, pero lo que pienso que me respondería no me atrevo a decírtelo.
–Es también usted arquitecto. ¿Qué le atrae más, Altamira y sus pinturas, el románico de las de las iglesias o algo más moderno como el Centro Botín?
–Todo lo que has dicho y quizás también el Capricho de Gaudí, fíjate. Por ponernos antiguos. El románico de toda la comunidad evidentemente. Y Altamira por encima de todo. Tuve la suerte de visitarla con el restaurador de la Capilla Sixtina, Colalucci, y fue una de las grandes alegrías de mi vida cultural. El Capricho de Gaudí porque siempre que puedo voy a Comillas, es un pueblecito que está bien.
–Mucha gente le conoce por sus viñetas, en las que retrata todo cuanto ocurre en este país y en el mundo y siempre con el humor y la crítica por banderas. ¿Cómo se consigue eso?
–Somos la patria de Cervantes y de Quevedo. Que no es poco. Sobre todo Cervantes, que nos ha puesto en la historia universal de la literatura. Junto con Shakespeare. Bueno, Shakespeare y Homero, Dante… Pero vamos, no llegan a diez los grandes escritores de la historia de la humanidad. Él fue el inventor de la novela moderna y el que mejor reflejó la dualidad de la condición del ser humano con Don Quijote y Sancho, que son la misma persona.
–Y muy divertida, por cierto.
–El principal valor que debe tener en general una novela es deleitar aprovechando. Que te lo pases bien. En el caso de Cervantes, que era gran un filósofo y un conocedor del ser humano, de la sociedad y de lo que mueve al hombre, ahí lo plasma perfectamente. El suyo es un retrato del ser humano de diez, o sea, de matrícula.
Viñetista
«Voy siempre con la noticia diaria. Es una esclavitud dura, pero también bonita»
–En su caso, ¿cuáles son las claves para idear esas viñetas tan originales que no se cansa de publicar?
–Bueno, bueno. Tampoco es para tanto. En mi caso es muy sencillo. Yo trato de pasármelo bien y de contar lo que está pasando o puede pasar con humor. Y hacerlo de una forma sencilla a través de personajes que para mí son entrañables porque son mi familia. Yo tengo una familia igual que la tenía Schulz, que eran Carlitos, Snoopy, Linus, etcétera. Los míos han sido Suárez, Carrillo, Felipe González Fraga. Bueno, y luego pongamos también a Rajoy, Feijóo, etcétera, etcétera.
–¿Deja descansar algún día el lápiz en vacaciones?
–Se nota que no lees mi periódico ni siquiera en digital. Si lo leyeras te darías cuenta que estoy puntual todos los días. A pesar incluso de los muchos atractivos que tienen la ciudad y la comunidad autónoma.
–Siempre podría usted dejar hechas unas cuantas antes de venir al norte.
–No, porque voy siempre con la noticia diaria. Es una esclavitud dura, pero también bonita.
–Le tengo que preguntar por la gastronomía cántabra.
–Pues últimamente me doy a la tortilla de patatas, esa que hacen por ahí, por el centro de la ciudad, que está muy rica. Y luego pues oye, las rabas de peludín y esas cosas.
–Para despedir, descríbame qué viñeta dibujaría de Cantabria, por favor.
–Pues mar y montaña. Arriba los Picos de Europa y el mar que llega hasta ellos, y en el agua un barquito de vela que se acerca y un pescador en la orilla. También una vaca en un prado y demás tópicos. Los que me sugieras los meto todos en la viñeta.
–Puede aparecer usted bañándose hasta el ombligo.
–No, ya ni siquiera eso. Yo del tobillo no paso.