La plaza, encajada en la luz de agosto, guardaba un silencio raro, de esos que pesan más que un clarín. En los tendidos, la afición se recogía como en vísperas de acontecimiento mayor. Dos figurones, artistas de raza y mano buena, se presentaban en Huesca con el peso de su leyenda y la hondura de quien sabe jugarse el pellejo sin alharacas.

Venían a desnudar el alma ante toros con presencia. Vinieron a dejar sobre la arena el aroma del toreo caro, ese que se paladea lento y se recuerda años después. A su lado el joven aspirante a estrella que se zampa las etapas del toreo a velocidad de vértigo. Es lo que tienen los “niños prodigio”.

El ganado ayudó al lucimiento pero sin dar demasiada confianza a los tres matadores. Con casta y motor fueron a más conforme avanzó la lidia. Sin ser peligrosos no dejaron estar cómodos a los matadores que les dieron el tiempo necesario para romper, a falta de una suerte de varas cada día más en desuso y poco exigida desde los tendidos. Es lo que hay, una entrada al caballo y a otra cosa.

Talavante llegaba a Huesca con su sello sobrio y profundo y en plena racha de forma y de trofeos. Hasta la fecha, ya ha abierto la puerta grande de las Ventas en cinco ocasiones y se presentó como una auténtica referencia de empaque y clasicismo. con su tauromaquia mesurada, profunda y estética.

Con su capote entre los labios y el temple de los grandes, se ajustó al protocolo de los clásicos. Sin estridencias, toreó como quien pinta al óleo sobre lienzo en movimiento. Abrió plaza con una declaración de intenciones desde la boca de riego del platillo.

La faena se desplegó pausada, cadenciosa, horadando el alma del toro. Los tendidos contuvieron el aliento. La esperanza estaba clara, buscaba salir por esa puerta grande que conoce bien.

Llegó su momento con la brisa rozando el mohín del toro. Entrega total, técnica depurada, temple y oficio. El público se estremecía con cada pase, mientras el matador parecía fundirse en su misión, había llegado la hora de hacer historia de nuevo.

Emilio de Justo pisaba el albero oscense firmando una sólida temporada tras ser nombrado mejor torero de la pasada edición de Huesca. Volvía con ganas después de un percance en Santander, y toda la afición esperaba verlo con fuerza y técnica refinada. La trajo hasta Huesca pero sus enemigos no le dejaron estar cómodo. Eso y un molesto viento le impidieron, aun tirando de oficio, tocar pelo en una tarde para olvidar.

En el sexto hizo verdaderos alardes de gran lidiador. Solo él parecía creer en un burel que acabaría rendido a su muleta. Lo pasaportó con un espadazo que luchara por ser la mejor opción de la feria si no lo remedia nadie en la última de toreo a pie del miércoles.

Marco Pérez, etiquetado como “niño prodigio”, es la joven promesa que ha irrumpido con frescura y valentía. Debutaba en Huesca y ya ha conectado con el público local. Tras brindar a Joselito Adame en el día de confirmar su despedida, el joven aspirante se fue a por el sol, buscando el cetro que Adame dejará vacante.

El joven, valiente, nacido para el riesgo, lo dio todo ante su lote. Frente al toro, su muleta volaba con arrojo con pases encajados con el corazón. La frescura chocaba con la vejez del arte, y ahí tenía su poder. Conmueve su estética tan refinada. Los niños recordaban el rostro emocionado del torero que les saludó en el encierro esa misma mañana. Ahora, debía conquistarlos desde la arena.

Buscó los premios que le permitiesen salir por la añorada puerta que abriría Talavante con el primero de la tarde. Una oreja discutible y otra que premiaba la entrega tras un largo repertorio repetitivo sin emoción alguna, sirvió de colofón a una tarde que acabaría siendo gris como el cielo.

La tarde la marcó Talavante. El extremeño, llegó, toreó con primor, se llevó dos orejas y arregló su estadística una tarde más. Está de dulce y tiene a los duendes haciendo horas extras para él. Cumple y gusta. Nadie se acordó de Morante ya. Talavante cuando se pone, tiene verdad en las manos.

Hoy llega un todo o nada con Roca Rey en el albero oscense. Joselito Adame y Tomás Rufo le secundarán. Emociones a granel. Recordemos el alarde del peruano hace un año bajo la lluvia que cubrió el plantillo de Huesca. Habrá que agradecérselo, digo yo al superhombre que nos emocionó.