Alberto Flores

13/08/2025


Actualizado a las 13:50h.

La irrupción del mundo digital en cierta manera ha banalizado la fotografía. Hubo un tiempo en el que, en las ciudades de tamaño mediano, como es el caso de Utrera, las casas de fotografía eran toda una institución, eran lugares imprescindibles y muy importantes en varios sentidos. A ellas acudían los ciudadanos en los momentos más importantes de sus vidas, cuando nacía un nuevo miembro de la familia, cuando llegaba una boda o cuando una pareja tenía que estar un tiempo separada por un motivo concreto.

A finales del pasado mes de julio cerró para siempre la cancela de Foto Almuedo, uno de los estudios fotográficos más emblemáticos y conocidos de la ciudad que ha completado una trayectoria de más de seis décadas. Es uno de los últimos de su estirpe en Utrera, resistiendo ya muy pocos negocios de este estilo, como es el caso por ejemplo de Foto García, que aún continúa abierto en la calle Real. Con Almuedo se va una parte de la ciudad, en un local por el que han pasado en las últimas seis décadas varias generaciones de utreranos.

El teléfono móvil que en tantos aspectos ha cambiado tanto nuestras vidas, ha terminado jubilando a muchos de estos fotógrafos clásicos, que cámara en ristre han sido en cierta manera documentalistas del pulso de la vida de una ciudad. Y es que antes la imagen estaba mucho más cotizada que ahora y a lugares como Foto Almuedo acudían personas a retratarse no sólo para bodas o comuniones, si no también cuando por ejemplo en una pareja, el hombre tenía que marcharse al servicio militar, y para que no se olvidaran el uno al otro, encargaban un retrato que en más de una ocasión se miraba con devoción el tiempo que la vida quisiese que ambos estuviesen separados. Hoy están las videoconferencias, más efectivas, pero sin lugar a dudas mucho menos románticas.

A Foto Almuedo no lo han cerrado ni la fotografía digital ni el cambio de los tiempos, lo ha cerrado lo que podemos denominar como la ley de vida, el inexorable paso de los años. Manuel Almuedo, el hijo de Diego Almuedo que fue el fundador de esta casa, ha llegado a la edad de jubilación, y detrás no hay nadie que quiera continuar con el negocio. Durante años llevó adelante esta aventura junto a su hermana Mariló, que colgó la cámara también por jubilación en el año 2021, y ahora que ha llegado el momento ya no van a deslumbrar más los flashes de la cámara en esa habitación tan conocida por los utreranos en la que se encuentran muchos de los elementos que servían para las fotografías, como un emblemático caballito que se balancea, y en el que tantos niños utreranos se han subido para ser retratados.

Los hijos de Manuel y de Mariló han seguido sus carreras profesionales por otros derroteros, muy alejados de lo que es el mundo de la fotografía y el sector del comercio. Por eso, a finales del mes de julio, Manuel cerrará de manera definitiva un espacio en el que parece que se ha detenido el tiempo. La preocupación de Manuel no es cerrar, ni tampoco que hará a partir de ahora, su preocupación es que aún hay muchos clientes que tienen encargos de los últimos tiempos que no han recogido, por eso pide por favor que «vayan pasando todos por el estudio y que los recojan, porque me tengo que jubilar a finales del mes de julio».

Toda esta historia que ahora llega al final de uno de sus capítulos más importantes comenzó a finales de la década de los sesenta del pasado siglo XX, cuando Diego Almuedo recorría la comarca de Utrera con su bicicleta y su cámara haciendo fotos allí a donde lo llamaban. En 1965 abría por primera vez su negocio propio en La Corredera, para después trasladarse a la calle Fuente Vieja en el año 1973, lugar en el que ha estado el estudio todos estos años.

En la década de los años noventa, sus hijos Mariló y Manuel continuaron la saga y tuvieron que hacer frente a la revolución digital que vivió el mundo de la fotografía aproximadamente con el cambio de siglo. Superaron ese proceso con nota e incluso fueron pioneros en ese proceso adaptativo.

«Sólo nos queda dar las gracias a todos aquellos que han sido clientes a lo largo de todos estos años», cuenta Manuel Almuedo, quién precisa como después de colgar el cartel de ‘Cierre por jubilación’, han sido muy numerosas las personas que se han interesado y que les han mostrado su cariño.

Todavía no se han ido y ya se les echa de menos, porque han sido sin lugar a dudas uno de esos lugares que los utreranos de diferentes generaciones han hecho suyos, y que con el paso de los años se han convertido en parte del paisaje de la ciudad. Es ley de vida, porque la realidad es que vivimos años en los que ese clásico tejido empresarial de las ciudades, está poco a poco desapareciendo. Pero ser consciente de ello, solo nos da una explicación de lo que está ocurriendo, no sirve para minimizar la pena que nos da cada vez que uno de estos clásicos anuncia el cierre definitivo.

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