La idea de ver a Bob Odenkirk dando sopapos a sus 62 años era un gancho más que suficiente en la impecable Nadie, casi una autoparodia de John Wick de su propio creador, Derek Kolstad, pero lo que la hacía realmente singular era su montaje quirúrgico y socarrón, que convertía la historia de un hombre maduro que esconde un pasado oscuro en una hiperviolenta novela gráfica viviente, con una narración visual de precisión. Su director, Ilya Naishuller, trascendía la idea de vigilante urbano arquetípica en un espectáculo de épica derrotista.
Nadie había preguntado por una segunda parte, pero seguramente a Odenkirk no le importe seguir demostrando que es capaz de pelear a su edad, y eso es precisamente lo que nos ofrece su secuela, otra ronda del actor atizando a cárteles y mafiosos. Y nada más. Es decir, aquí no hay un plus de estilo sardónico, o engranajes de virtuosismo sorprendentes, sino una correcta película de acción donde la mayor diferencia es que su comedia ahora no es tan subcutánea, sino más presente y evidente.
Nada malo per sé, pero algo decepcionante en la inevitable comparación con la anterior. El argumento centrado en las vacaciones de verano de muestran a un Hutch tratando de escapar de su naturaleza implacable, con una aventura ligera que añade a algunos nuevos personajes, más aliados y villanos más numerosos y letales. Sharon Stone suma otra villana histriónica a su colección, demostrando que también puede imponer respeto y amenaza mientras se lo pasa en grande, y Christopher Lloyd repite como abuelo peligroso, aunque ya sin el factor sorpresa.
El director Timo Tjahjanto deja claro que puede encargarse de un gran estreno de Hollywood, pero su firma se desdibuja en un tono que no acaba de cuajar con los pepinazos ultrasangrientos por los que se le conoce. El enfoque de convertir Las vacaciones de una chiflada familia americana en un festival de tiros, mandíbulas rotas y explosiones funciona, al menos para un buen entretenimiento veraniego, pero no es el proyecto ideal para que el indonesio se luzca, o al menos deja esa impresión de encargo lleno de limitaciones.
Y es que las coreografías son más torponas de lo que nos tiene acostumbrados, el conflicto familiar tiende a regurgitarse a sí mismo una y otra vez, y al planteamiento de hacer una caricatura pop de Una historia de violencia le falta ya el misterio y la tensión de ver a Hutch mantener el secreto de su incontenible capacidad de matar. Con todo, el viraje a la comedia más explícita también deja un buen puñado de gags y algunas sorpresas, como ver a Colin Hanks dando bastante mal rollo, o el necesario paso adelante de Connie Nielsen.
También se agradece que el guion de Nadie 2, pese a pisar por algunos senderos marcados por la primera, articule con fluidez una serie de enredos que van construyendo un clímax bastante satisfactorio. Un tramo final que merece el paso por la sala y podría definirse como Solo en casa en el parque de atracciones, aunque las trampas aquí sean bastante más letales y variadas, desde parques de bolas con sorpresa a deflagraciones desproporcionadas.
Hay que aplaudir el esfuerzo de Odenkirk en continuar en esa fase de autoreformulación como estrella del cine de acción, especialmente tras su infarto, y desde esa perspectiva, su secuela es una continuación meritoria que muestra una voluntad de ofrecer un producto fácil de disfrutar, aunque se tomen como mimbres los ecos previsibles del personaje, en lugar de seguir explorando las posibilidades más estimulantes del lenguaje del género que proponía Naishuller.